Deporte
Como todos los veranos, la pelota andaba corriendo en aquellos santuarios del fútbol que enriquecían la luminosidad del pueblo con sus focos prendidos, tan ubicables como el campanario de la iglesia, y yo estaba ahí. Vi el partido, desandé el camino gozosamente hasta la casa de mi abuela, donde, en la frontera de la madrugada, me esperaba un suculento plato de comida cuidadosamente tapado con un plato hondo y envuelto en el mantel repasador, artilugio operativo precursor del microondas.