Cultura
El personaje del beodo brillante fue desde los orígenes uno de los motores más efectivos de la comedia. Será la infinidad de posibilidades plásticas que el movimiento ondulante de los cuerpos en estado etílico promete, eso que seduce a dramaturgos y público por igual, o la imprevisibilidad que la pérdida parcial de las capacidades motrices ofrece en escenarios o ante la cámara; será la infinita gama de tonos de voz, el pasaje del susurro cómplice al grito desaforado, o el peligro de la o de muchas verdades denunciadas a los cuatro vientos. Con el monólogo “Todo bien, bo!”, el actor, director y autor Jorge Esmoris se inserta en esta tradición ilustre.