Todo arrancó en 1942, a partir de la sistematización de prácticas del sacerdote domínico francés y economista Louis-Joseph Lebret. En sus orígenes, la economía humana tuvo un carácter cristiano, pero con su resurgimiento –también en Francia y fundamentalmente durante la última década– se renovó y, en algún sentido, se despegó de estas raíces. A Uruguay la trajo Andrés Lalanne, rector del Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH) y coordinador latinoamericano de la Red Internacional de Economía Humana, quien hace casi dos años le propuso a Julián Suquilvide, magíster en Educación y docente de Metodología de la Investigación, la coordinación de la red local. En diálogo con la diaria, Suquilvide profundizó acerca de este movimiento, explicó los cometidos de la red y adelantó cuáles son los proyectos que impulsarán este año.
Lebret estuvo vinculado al mar por varios frentes: además de nacer en una familia de tradición naval, se graduó años más tarde como oficial de la marina, de la cual se retiró en 1923 para hacerse sacerdote dominico en 1928. Más allá de su nuevo rumbo, ayudó a pescadores en el puerto de Saint-Malo a organizar un sindicato y a emprender una serie de acciones sociales junto a ese colectivo. Durante el registro de ese proceso, sistematizó una metodología que nombró “investigación-acción participativa” o “teoría del bien común”. Fundó en 1941 el Centro de Investigación y Acción Economía y Humanismo y luego, entre las décadas de 1940 y 1950, recorrió varios países de Latinoamérica, entre ellos Uruguay, donde conoció a Juan Pablo Terra, en aquel entonces estudiante de arquitectura, quien fundó con otros uruguayos el grupo “Los equipos del bien común”.
Años más tarde, en 1957, se fundó el CLAEH como centro de investigación, extensión e intervención en la realidad, lugar que luego, durante la dictadura, acogió a muchos estudiantes que eran expulsados de la Universidad de la República. Más allá de que desde la vuelta a la democracia la institución siguió creciendo y se transformó en universidad, actualmente sirve además como sede de reunión de la Red de Economía Humana.
Una vez que murió Lebret, en 1966, la economía humana perdió fuerza como movimiento, y recién en esa década –y debido al ya mencionado reimpulso francés– resurgió con la creación de la Red Internacional de Economía Humana.
En 2016 la red aterrizó en Uruguay en la forma de dos talleres, el primero sobre las ideas principales de Lebret acerca de economía humana y el segundo sobre desarrollo local, que incluyó la presentación del libro Caminos de economía humana, que recoge experiencias de todo el mundo en el tema, momento en el cual se propuso la expansión de la red por varios países de Latinoamérica.
Al año siguiente, en abril, Lalanne designó a Suquilvide coordinador de la red para Uruguay. Según Suquilvide, la economía humana constituye “un gran paraguas bajo el cual uno puede plantear cosas tan amplias como la ecología, la banca ética o el cooperativismo”, y agrega que “la idea, en definitiva, consiste en humanizar la economía desde los principios de Lebret”. “Si bien es economía, lo social está en el centro por su propia definición, porque atañe a toda la sociedad”, comenta. Suquilvide explica que la red apunta “a un conglomerado de gente vinculada a través de ciertas posibilidades de acción conjunta y de ideas, para promover un cambio social y económico”. “Acá todo lo que hay está muy disperso y por ende no logran fuerza e incidencia: cada uno va por su propia senda sin darse cuenta que se comparten una cantidad de puntos en común que es necesario revalorar y que de alguna manera, al juntarse, podrían potenciarse. Lo que queremos es generar una red de desarrollo local”, acotó.
El coordinador de la red en Uruguay sostiene que, entre los 50 integrantes que la componen, hay representantes de movimientos particulares como el cooperativismo, la banca ética y la responsabilidad social empresarial (RSE), entre otros. Sobre la RSE, que ha sido cuestionada en su impacto, dice que “la idea es no cerrar la puerta a nadie”, y agrega que “vale tomar ciertas ideas de allí”. “La idea es unir todo aquello que tenga vínculo con la economía humana; luego es cuestión de ir puliendo y desarrollando alternativas al desarrollo hegemónico global, la globalización y los mercados”, afirma.
Sobre las raíces cristianas del movimiento, señala que “no es lo que nos importa esencialmente, porque ahora es un movimiento global. Los postulados son permanentes y pretendemos actualizarlos a partir experiencias actuales, apoyados en aportes teóricos y prácticos, en la medida de lo posible, ya que por ahora la red no tiene un sustento económico”.
El año pasado, a fines de noviembre, se llevó a cabo el Primer Foro de la Red de Economía Humana centrado en la relación entre ética y economía mediante dos exposiciones –de Agustín Reyes y César Failache– y un comentario final por parte de Gabriel Oddone. Para 2019 se proyectan diferentes foros sobre ecología, la experiencia como polo de desarrollo de Juan Lacaze, la banca ética y cooperativismo. También se prevé realizar un inventario de todas las prácticas de economía humana en Uruguay y armar una plataforma digital que sirva de lugar de reunión para estas, “como una especie de feria”, explica Suquilvide.
Los 17 principios de la economía humana
Del mínimum vital.
De la superación.
De la solidaridad.
De la cooperación.
Del equilibrio.
Del progreso.
Del respeto al “alcance del hombre”.
Del respeto a los ritmos de vida.
Del respeto a los cuadros normales de la vida humana.
Del respeto a las necesidades afectivas y familiares del hombre.
De la necesidad de seguridad.
Del respeto a la necesidad de iniciativa y de riesgo.
Del respeto a la necesidad de cultura.
Del respeto a la necesidad humana de absoluto.
De la instauración del bien común.
De la jerarquización de los bienes.
Del valor de las elecciones en vista del máximum del valor universal.
De una moral de inserción.
De la búsqueda de un máximum de liberación por la más grande vitalidad de la vida comunitaria.
De una revolución racional.