¿En qué rubro te desempeñás?
Soy multirrubros: actor, artesano, administrativo, escenógrafo, cerrajero, electricista, herrero, carpintero, tallerista/docente, capataz logístico. Una vez, cuando iniciaba un taller, me salió una frase al encontrarme con esta misma pregunta y, sin darme cuenta, define lo que voy siendo. Les dije: ‘Bueno, en realidad la debacle de la vida me llevó a ser esto que soy hoy, un poquito de todo’. Una amiga de teatro me ayudo a ver que fue un gran hallazgo [se ríe].
Tengo 43 años, desde los 13 que trabajo en muchos rubros y oficios, y paralelamente desde los 15 hago teatro. Hace 33 años que me voy profesionalizado en las dos cosas en simultáneo, con diferentes frecuencias pero ininterrumpidamente. Podría decir que tengo siempre dos trabajos, uno real y otro ideal, y entre ellos me desenvuelvo, uno complementa al otro.
¿Cómo afectó tu vida la pandemia?
Finalizada la primera semana de febrero me quedé sin trabajo, así que tuve que barajar y ordenar de nuevo las cartas del año. Paralelamente, como siempre, me salvaba la cabeza ‒aparte de mi pareja y mis dos hijos‒ que estábamos desde enero a full con funciones de teatro, en uno de los patios del Espacio de Arte Contemporáneo (ex cárcel de Miguelete), con la compañía Teatro Rex. Hacíamos los viernes Croatan y los sábados en horario central El jardín del tiempo, las dos dirigidas por Alberto Sejas. Y al finalizar febrero conseguí trabajo como docente y tallerista en El Aula, de Delta del Tigre. Se alineaban nuevamente los astros.
Pero no, el 13 de marzo comienza la pandemia, suspenden todo espectáculo público y las clases presenciales, todo en un día: eso implicaba un nuevo pienso, junto con una bolsa inmensa de incertidumbre. Como la gran mayoría de los colegas, me pregunté: ¿Ahora cómo sigo?
La pandemia en realidad no me traumatizo económicamente, porque mi pareja siguió trabajando y yo parcialmente también, pero me quitó de gajo ese mundo mágico del teatro, tan necesario para vivir. En estos largos cinco meses he tenido que reformularme en muchos sentidos; he pasado momentos divinos de pasar sólo con la familia, pero me afectó mucho la incertidumbre y ver a aquellos compañeros que se quedaron con 30% de sus ingresos o hasta 0%, ver cómo se desesperaban y cómo uno no les podía solucionar su problema.
Y eso me lleva a que lo que me afectó directamente fueron las medidas del gobierno para enfrentar esta catástrofe tan grande: siento que cuando realmente lo necesitábamos fue cuando menos nos escuchó, cuando menos nos protegió. Mes a mes fui viendo cómo las medidas de contingencia las generaba gente solidaria, que se reunía tras la inmensa solicitud de ayuda y generó varias ollas populares y demás estrategias de ayuda. Sin embargo, el Estado tomó medidas sociales muy tardías y claramente insuficientes.
“Actualmente me desempeño como docente y tallerista en El Aula de Delta del Tigre y sigo haciendo y vendiendo por Instagram #laruhigua (lamparas rústicas con historias guardadas), y sigo ensayando dos piezas teatrales a la espera de ver si podemos reestrenar en el Espacio de Arte Contemporáneo, lo que con este protocolo es inviable; lo que viven los compañeros teatreros es alarmante, y con este protocolo el Estado sólo nos dijo ‘abran las puertas’, pero nos deja inmovilizados de hacer un teatro mínimamente rentable”.
¿Qué te complicó y qué fue lo más fácil?
Me complico enormemente en lo emocional, sumergiéndome a mí y a mi familia en profundos vacíos de incertidumbre. Las preguntas sin respuestas eran agotadoras y superaban ampliamente las certezas de cómo seguíamos y qué hacer. La angustia de nuestros compañeros y amigos nos sigue afectando, cada vez más, porque esto aún no tiene fin.
Lo más fácil fue articular la convivencia con mi familia: mi gran compañera de ruta desde hace 22 añitos, Cynthia, mi hijo Joaquín (17 años) y mi hija Julieta (11 años), netamente por como son ellos, unes divines.
¿Qué te parece que va a pasar en el futuro?
Lamentablemente no tengo un buen pronóstico para nosotros como latinoamericanos, y ¡ojalá me equivoqué!, veo que una gran inequidad se acrecienta día a día, la mayor que yo, al menos, haya visto. Por suerte, Uruguay venía paliando bien la nuestra, lo fui viendo con mis ojos, nadie me lo contó. Lo que se viene es muy inhóspito y ojalá nos podamos unir lo más posible, para afrontar juntos esa crisis, dando, recibiendo, y no cada uno en su chacrita.
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