José Luis Techera, actual presidente de la Asociación Uruguaya de Cunicultores, se empezó a interesar en los conejos hace más de 30 años cuando un amigo le regaló uno. Según contó a la diaria, por ese entonces no había internet y se acercó a la Asociación Rural del Uruguay para empezar a interiorizarse en la cunicultura.
“Empezó como un hobby hasta que después lo tomé en serio y empecé a participar y exponer”, dijo. Techera fue criador, inspector de cabañas, tatuador de conejos, y más tarde empezó a dar clases de razas y estándares. Hace unos años fundó, junto a otros cunicultores, la asociación.
“Si bien criamos y tratamos de mejorar las razas puras existentes en el país, no dejamos afuera a nadie que se quiera interesar”, explicó, y agregó que por eso dan clases en bachilleratos tecnológicos y en escuelas rurales. Este año, a causa de la pandemia, terminó el sexto curso de forma virtual, algo que lo ayudó a ver los problemas que hay en todo el país. “El 50% de las personas cría para consumo sabiendo lo buena que es la carne”, aseguró.
En estos cursos se enseña lo que son las razas y las cualidades por las que fueron creadas. “Eso de que se cruza una raza con otra y se forma una raza nueva no es así, es mucho más complejo”, afirmó.
Otro aspecto que es necesario cuidar para criar conejos son las jaulas. “Para el hemisferio en que está Uruguay hay que tener mucho cuidado con las corrientes de aire, hay que tener en cuenta cómo son las jaulas y los nidos, estar pendiente de la sanidad”. Las jaulas tienen que tener un piso de madera porque si los animales se lastiman las patas hay que sacrificarlos; “además de ser una fuente de infecciones, el animal sufre y no puede alimentar a sus crías”, dijo.
Techera añadió que si bien las jaulas tienen que tener ventilación no debe haber corrientes de aire, y la forma más sencilla de darse cuenta de esto es prender una vela dentro de la jaula: si se apaga, es que hay una corriente; si permanece prendida, hay ventilación. “El resfrío en los conejos es la enfermedad más grave que pueden tener. En Uruguay no hay conejos silvestres por lo que no existen algunas enfermedades o virus, como, por ejemplo, la mixomatosis o la fiebre hemorrágica viral. La última vez que tuvimos esta enfermedad fue en 2004”, en ese momento el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca se hizo cargo y se compraron vacunas a España, pasaron diez años y recién ahora Uruguay está declarado país libre de la fiebre hemorrágica viral.
Techera aseguró que en Uruguay no hay buenas raciones para conejos, como sí pasa en otros países, pero “tenemos una gran ventaja y a muy buen precio, que es la alfalfa. Los alimentamos en parte con ración balanceada y forraje, pero hay mitos, como darles zanahorias o papas; ese tipo de comida no se les puede dar”, aseguró, y explicó, sobre la ración, que hay cuatro molinos en Uruguay que la producen, no se les pueda dar otra cosa. También es posible alimentarlos con forraje hidropónico –se obtiene con la germinación y crecimiento de semillas de cereales–, “pero es algo que nunca va a suplantar a la alfalfa y la ración”.
Otro aspecto a tener en cuenta sobre las jaulas es el espacio: en general son dos jaulas de 35 centímetros de alto por 50 de ancho y 60 de profundidad; en ese lugar se puede poner un solo conejo o a una camada destetada. “Las jaulas tienen que estar a determinada altura del piso y en general se hace una fosa para que caiga la orina, que tiene mucho amoníaco”. Techera comentó que antes de que la faena estuviera prohibida se aprovechaba todo del animal: la piel, la carne, la sangre y hasta la orina, que se vendía a laboratorios para hacer perfumes.
“El pico máximo ya pasó, incluso el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria a principio de los 2000 había traído embriones de España. Hubo un auge bárbaro, después de 2004 nunca más se volvió a ese nivel, y quedamos los que seguimos luchando porque, a pesar de todo, son cientos los que están interesados”, aseguró.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
En Uruguay un gran productor de conejos puede tener hasta 500 hembras reproductoras, una cifra a la que en la actualidad no se llega, pero “sí nos manejamos bien teniendo 30 madres, porque a los pocos meses se puede tener una buena cantidad de gazapos, crías”. Además de tener el lugar para las madres hay que procurar un espacio para los machos reproductores. “En el caso de la producción hay que hacer una selección y tener jaulas para futuras madres y padres, y el resto para gazapos para engorde, que son los que serían faenados. Ahora tenemos un problema porque había una planta de faena que cerró y estamos viendo cómo solucionarlo, ya que hay demanda de personas que quieren comer carne de conejo, entonces nos encontramos en esa disyuntiva”, dijo, y agregó que hasta hay restoranes que demandan la carne.
Sobre la cría entre hermanos dijo que no es algo que se sugiera, pero sí se pueden cruzar hijas con padres o hijos con madres, algo que se hace sólo para las exposiciones. “Se puede ir a una exposición y comprar el mejor ejemplar fenotípico, pero eso no quiere decir que sea un buen reproductor. Cuando se va a comprar un conejo, en el caso de las hembras, hay que saber cómo fue la madre, cuántos partos tuvo, cuántos animales destetó, y si es dócil. Cuando un animal es indócil la hembra se asusta y puede entrar y salir del nido, lo que hace que los gazapos mueran; cuando sucede esto las dejamos pasar una o dos veces al día al nido para que amamante a las crías y después cerramos el nido. Existe el mito de que si tocamos a las crías las madres las matan; eso no es así, los conejos son animales crepusculares, por lo general tienden a parir en las primeras horas de la mañana o la noche, entonces cuando vemos que la coneja parió, lo primero que tenemos que hacer es retirar los gazapos que estén muertos y limpiar los lugares mojados lo más rápido posible”, comentó.
Techera dejó claro que los conejos no son juguetes, por lo que lo mejor es ir a comprarlos a los criaderos, y hay que prestar atención a la condición en la que están. “No compramos conejos en la feria ni por internet”, y lo más importante es que no tengan síntomas de diarrea y no estén resfriados. “El conejo sano tiene ojos y pelo brillantes, y, según la raza, tiene que tener un peso adecuado”, aseguró.
Con relación a la planta de faena dijo que cerró hace pocos meses. “Una semana antes de que se declarara la emergencia sanitaria hablamos con alguien que tiene una planta de faena móvil y la iba a colocar en Canelones, pero justo vino la pandemia y eso quedó en la nada”. El tiempo para faenar un conejo varía entre 75 y 85 días, “por eso se cruzan razas, como la Neozelandesa y la Californiana, para que los gazapos sean más prolíficos y de rápido crecimiento”.
Además del problema de la faena, también está prohibida la importación de animales. “Están muy de moda los conejos de orejas caídas como mascotas, esa raza no existe en Uruguay, muchos de esos animales entraron de contrabando y es muy perjudicial porque hace unos diez años hubo una enfermedad que se llama enteropatía mucoide; esto apareció en Francia y llegó a Uruguay. No me cabe duda de que eso pasó por los conejos que entraron de contrabando”, dijo. Aseguró que en caso de que se tenga un conejo como mascota debe haber un adulto que supervise al animal, y comentó que en la asociación también se integra a las personas que quieren aprender sobre ellos.
“Cuanto más sepan de sanidad más cuidado van a tener. Yo no recomiendo tener un conejo de mascota porque, en general, son nerviosos, en especial los animales más pequeños. Un conejo araña a un niño y lo puede morder. La mordedura de un conejo mediado te puede quitar una falange, a mí me han lastimado. Hay conejos que son más dóciles y no hay problema”, pero muerden los muebles “y los hacen pedazos”, y además es más difícil enseñarles a hacer sus necesidades en los lugares adecuados. La raza Gigante de Flandes suele ser muy dócil, pero, según el país, puede llegar a pesar entre nueve y 20 kilos.
Techera comentó que exportar es imposible, “un disparate”, afirmó. “Hay algo muy sencillo: tengo un amigo español que tienen 16.000 madres y eso es un negocio familiar. Él debería tener miles y miles de machos reproductores, por lo que trae ingenieros de Portugal para inseminar de manera artificial a las conejas y le sale más barato que hacerlo en España. Acá en Uruguay se practica la inseminación artificial pero de una manera muy rudimentaria, y el porcentaje de animales preñados es de 20%”, aseguró. Al día de hoy, ni Argentina puede exportar; la última venta que hicieron fue en 2006 cuando vendieron 2.600.000 toneladas. “Hablar de exportación en Uruguay es un disparate, lo que necesitamos es que exista una planta de faena para abastecer el mercado interno. No es mucho lo que buscamos”, afirmó. La carne de conejo es considerada una carne magra y apreciada por sus cualidades nutricionales: baja en calorías y rica en agua y proteínas. Se calcula que en el mundo el consumo de carne de conejo es de 1,5 millones de toneladas anuales; China es el país que consume más de 60% del total global.
De todo un poco
La Asociación Uruguaya de Cunicultores se fundó el 21 de setiembre de 2020 por iniciativa de productores que asistieron a diversos cursos que se venían brindando. Su objetivo es criar y mejorar las razas existentes en Uruguay, por eso muchos tienen “cabañas”, pero también se sumaron productores que explotan la venta de carne y subproductos, así como otros que se dedican a la cría y comercialización de razas requeridas como mascotas, un nicho de mercado que también empezó a consolidarse. La asociación no tiene fines de lucro y se puede obtener información sobre los cursos escribiendo a [email protected].