Como respuesta a los efectos que generó el aumentó del teletrabajo que forzó la covid-19, la Universidad de la República (Udelar) creó el proyecto “Teletrabajo en Uruguay en la pandemia del covid-19: tensiones, desafíos y perspectivas en sus dimensiones políticas, académicas y sociales”, impulsado por un grupo interdisciplinario integrado por las facultades de Ciencias Sociales, Información y Comunicación y Psicología. En el marco del proyecto, se realizó este miércoles en forma virtual el foro “Condiciones de trabajo y riesgos psicosociales para la salud de las personas que teletrabajan”, que fue el tercero y último del ciclo “Teletrabajo en Uruguay: diálogos virtuales”, cuyo propósito es organizar diálogos con actores relevantes de la temática.
La actividad tuvo como eje central tres preguntas que fueron el hilo conductor para el diálogo de los invitados. La primera consulta fue sobre las principales características de las condiciones laborales del modelo de teletrabajo que se implementó a raíz de la covid-19. Gabriela Muñoz, de la Inspección General del Trabajo y la Seguridad Social (IGTSS) del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) planteó que uno de los principales problemas es que muchos de los domicilios de los trabajadores no tenían las condiciones de salud y seguridad para realizar teletrabajo. Contó que frente a la extensión del fenómeno, la inspección implementó una ficha técnica que establece las recomendaciones sobre lo que debe tener el lugar de trabajo.
Carmen Bueno, especialista en seguridad y salud en el trabajo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señaló que en el organismo no les gusta hablar de teletrabajo en pandemia porque “lo que se hizo en pandemia no es teletrabajo, es un trabajo a distancia excepcional y obligatorio. El teletrabajo no puede ser obligatorio”. Apuntó que el teletrabajo no está exento de riesgos laborales, puede exponer a los trabajadores a riesgos ergonómicos y psicosociales. Además, debido a la pandemia se sumaron problemas como el sedentarismo, el aislamiento social, el miedo al contagio de la covid-19 y a transmitirlo a la familia.
Pero sobre todo, destacó que generó situaciones de doble y triple jornada: “Muchos trabajadores tuvieron la necesidad de compatibilizar ese trabajo con el cuidado de personas dependientes, los hijos y con trabajos domésticos”. Indicó que la transición a esta modalidad de trabajo fue “muy brusca” e impidió a las empresas y trabajadores una planificación adecuada. Por esa misma línea fue Favio Riverón, presidente de la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio y Servicios. Planteó que la situación fue tan abrupta que no permitió prepararse para lo que seguía. Para él, algunas de las principales dificultades fueron que en muchos casos no había las herramientas necesarias para trabajar de la mejor manera, como acceso a internet y equipos.
“La pandemia fue un sponsor del teletrabajo”, dijo Gonzalo Irrazábal, asesor laboral de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), y argumentó que según una encuesta que hizo la consultora Advice, antes de la pandemia sólo 3% de los que ofrecían trabajo buscaban teletrabajadores, y actualmente se pasó a 18%.“Esto fue una explosión, la emergencia sanitaria provocó la emergencia laboral. Se advirtió la necesidad de legislar algo y se hizo, hubiera sido bueno que eso se manejara en el Consejo Superior Tripartito para que saliera mejor, pero entiendo que la emergencia sanitaria hacía que fuera de apuro”, comentó.
Además, afirmó que la ficha técnica que mencionó Muñoz es una herramienta muy buena para saber cómo se tiene que teletrabajar, porque nadie se educó para saber cómo hacerlo. Desde su punto de vista, antes de seguir reglamentando hay que dar un paso previo, que es llegar a un acuerdo sobre cuáles son las buenas prácticas de la modalidad. “Eso nos va a llevar a dictar mejores normas”, aseguró.
El impacto en la salud mental
La segunda interrogante fue sobre los riesgos psicosociales y los impactos en los trabajadores que puede generar el teletrabajo. Riverón contestó que “aún no tenemos una situación clara sobre cuáles van a ser las consecuencias más complejas en relación a la salud”. Un primer escenario es que los riesgos psicosociales se van a potenciar debido al estado de aislamiento en el que entró la sociedad: “Tenemos compañeros que nos dicen ‘me quiero quedar en el teletrabajo para estar todo el día en pijama', eso es un riesgo de aislamiento. Los seres humanos necesitamos el encuentro con otros de forma presencial”, ejemplificó. Además, planteó que en la ley sobre teletrabajo se perdió la oportunidad de incluir un párrafo que hiciera mención a una cartelera sindical que se adaptara a los medios del teletrabajo.
“Trabajar desde casa implica que en muchos casos sea en solitario, pero también en el entorno familiar, y las actividades cotidianas aparecen tensiones que pueden afectar psicológicamente al trabajador”, apuntó Muñoz. Agregó que hay que separar el trabajo del tiempo libre porque si se mezclan no se podrá trabajar con tranquilidad ni disfrutar del tiempo libre: “En la reglamentación que se hizo se establece que se deberá integrar los riesgos del teletrabajo al sistema de gestión de salud y seguridad del trabajo en las empresas. En esa reglamentación se incluyen los riesgos psicosociales, y el decreto establece el derecho a la desconexión mínima, entendiéndose que es un tiempo en que el trabajador tiene derecho a no responder las comunicaciones, porque es un riesgo estar demasiadas horas conectado”.
Por su parte, Bueno identificó como principales problemáticas la larga jornada laboral la percepción de tener que estar disponible en todo momento, la excesiva fragmentación de las tareas, la escasa autonomía y control de estas, una pobre cultura organizativa y las conductas de ciberacoso. “Todos estos factores se pueden gestionar; creemos que hay que trabajar más la evaluación de estos medios, generar una herramienta para que todas las partes puedan trabajar en los riesgos para los teletrabajadores”, afirmó, y agregó que “el autocuidado de los teletrabajadores es necesario, pero siempre tiene que estar acompañado de medidas organizativas por parte de la empresa”.
La pérdida del sentido de pertenencia por parte del teletrabajador es otro factor que mencionó Irrazábal. Explicó que el teletrabajador “no sabe para quién trabaja, sólo sabe que hace su trabajo. Hay una ausencia de equipo, del incentivo de saber para qué hace lo que hace y saber si lo que hace está bien”. Considera que debe haber un cambio en la cultura organizacional y las primeras que se tienen que actualizar son las estructuras de recursos humanos. Advirtió que “estamos promoviendo una herramienta sin tener todo el conocimiento sobre ella” y que “el enfoque integral y tripartito es urgente”.
Las consecuencias en las mujeres
Sobre la última consulta, que refirió a los impactos diferenciales del teletrabajo según el género y la edad, Irrazábal respondió que no hay estadísticas o análisis diferenciados sobre el tema, pero en base a la experiencia de lo que vio, en el caso de las madres jefas de hogar el problema es muy complicado porque son las que más sufren. “Habría que ayudarlas y analizar ese tema, que es casi trágico”, apuntó. En referencia a la edad, indicó que hay que pensar medidas para cerrar la brecha digital.
Las sobrecargas que sufrieron las mujeres también fue un tema que mencionó Muñoz, que agregó que hubo un tiempo en que los niños no fueron a la escuela. Por su parte, Bueno enumeró varios estudios de otros países que recogieron datos sobre los efectos de la pandemia según las diferencias de género. Por ejemplo, según dijo, un estudio chileno reveló que “para casi 60% de los hombres el teletrabajo ha sido una buena experiencia, pero en el caso de las mujeres sólo lo fue para 40%”. “No estamos descubriendo nada; la sociedad uruguaya es extremadamente machista, los cuidados están sujetos a la mujer de la familia”, afirmó Riverón.
Como comentario general final, Muñoz sostuvo que “hay muchas cosas para seguir trabajando, tenemos una reglamentación relativamente nueva e implementar todo eso lleva su tiempo”. En tanto, Irrazábal destacó que la única posibilidad de lograr que el teletrabajo sea “lo más sano posible” es lograr acuerdos de forma tripartita porque “cualquier otra forma sobre la que se avance va a generar problemas”. Riverón coincidió con ese razonamiento y agregó que el trabajo tripartito es un camino más largo, pero es el más sano para todas las partes. La ley [sobre teletrabajo] se quedó corta porque no incorporó la negociación colectiva”.