“Hoy vivimos una crisis hídrica sin precedentes en el país. Nos dicen que es sequía, pero quienes luchamos por el agua sostenemos que no es sólo sequía, ¡es saqueo!”. De esta forma comenzó la proclama que fue leída en la marcha por el Día Mundial del Agua. Sobre las 17.00 de este miércoles, poco a poco, un cúmulo de personas se acercó a la plaza Libertad con un mismo objetivo: hacer visible en las calles la defensa de un bien común, esencial para vida, que se encuentra en problemas no sólo por su falta –como cobró notoriedad durante los últimos meses–, sino por la presión del modelo extractivista.

Cabe resaltar que la convocatoria fue apoyada por más de 40 organizaciones de diferentes partes del país. Algunas de ellas son, a modo de ejemplo, la Comisión Nacional en Defensa del Agua y la Vida, Redes-Amigos de la Tierra y la Federación de Funcionarios de OSE. De las demás organizaciones, muchas tienen a sus integrantes concentrados en otros departamentos y viajaron para poder hacer oír más fuerte la voz colectiva en la capital. Otras agrupaciones, debido a la falta de dinero para sobrellevar los gastos que implica trasladarse, optaron por enviar representantes. Un gran porcentaje también apoyó desde sus propios territorios, organizando actividades.

Robert da Silva es trabajador rural, tiene 55 años, integra el Movimiento por la Tierra y es de Tacuarembó. Él vino a marchar y contó a la diaria que las problemáticas que se viven en su departamento no son nuevas, pero cada vez se agravan más. “Los pescadores artesanales no están teniendo captura porque la situación del río Negro es cada vez más complicada. Montones de lugares están sin agua, incluso se están comprometiendo escuelas rurales. Los pequeños productores también se están viendo muy afectados”, expresó. También hizo referencia a los agrotóxicos, sus efectos en la salud de la población y el vínculo con el agua: “Los venenos, como el glifosato, por arrastre van al agua. Yo me crie en el campo, tomaba agua de cualquier arroyo. Hoy no lo podés hacer porque está todo contaminado. Se mueren las abejas. Se mueren de a puñados mulitas y animales que son de nuestra fauna [...] A veces te viene alergia y no sabés de qué es, vas a ver un médico y tampoco sabe la razón. A veces estás trabajando en los campos y empezás a estornudar. Es porque andan fumigando, pero eso nadie lo ve. Hay mucho más cáncer en la gente joven ahora que antes”, contó. Da Silva opina que la defensa del agua “no tiene color político” y que “no sólo las ciudades” deben tomar este rol porque, si bien la convocatoria más concurrida se hizo en la capital, es una lucha que involucra a todo el país.

Cerca de las 19.00, se partió hacia la explanada de la Universidad de la República. En ese momento ya eran miles de personas las que acompañaban la consigna. Se podía observar carteles con ilustraciones del dios mitológico de los mares, Neptuno, en referencia al nombre de la planta potabilizadora que se busca instalar en Arazatí, San José, un proyecto que nació por iniciativa de un consorcio de empresas privadas. Otro tenía una inscripción que decía “La degradación de los humedales afecta directamente el agua de todos”. Incluso varias personas portaban remeras en rechazo a la ruta que busca construir el Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP) dentro del área protegida Humedales del Santa Lucía.

“Somos personas de todas las edades, de todas las identidades, somos colectivos sociales, habitantes del campo, de las costas y las ciudades. Somos trabajadoras y trabajadores, pequeños y medianos productores familiares, agricultores, apicultores y pescadores artesanales. Somos estudiantes y docentes, cooperativistas e investigadores. Somos presente y futuro. Somos pueblo que tenemos el derecho a participar, a decidir cuáles son los modelos de desarrollo adecuados para Uruguay. Hay límites en nuestra relación con los bienes naturales que, como humanidad, ya no podemos traspasar. Por el agua, por la salud y por la vida”, se leyó al llegar a la explanada. Segundos después, los manifestantes dijeron al unísono: “¡El agua no se regala ni se vende, el agua se defiende!”.

Los principales problemas y la opción de un nuevo camino

Las organizaciones pusieron sobre la mesa diferentes problemáticas. Aseguraron que se le pide a la población que “no usemos el agua para regar, pero nadie controla el agua que el agronegocio sojero, arrocero y forestal convierte en ganancias”. Al mismo tiempo, indicaron que mientras se vive una crisis de abastecimiento en varios departamentos –como Minas y San José–, las autoridades de OSE y el Ministerio de Ambiente “han mostrado una preocupante y permanente improvisación”, sin “atender el problema de fondo, cuya gravedad venía siendo anticipada por organizaciones sociales y la academia”.

No faltó el reclamo histórico que involucra a las comisiones de cuenca, donde “lo que se discute no incide en la toma de decisiones sobre la gestión del agua, ya que no son vinculantes”. También denunciaron que “los tratados y contratos de protección de inversiones, las cláusulas de secreto y confidencialidad” sólo “benefician al extractivismo” y “nos dejan sin soberanía”. ¿La razón? Para los colectivos “los conflictos entre el país y las multinacionales serán juzgados en cortes de justicia extranjeras”, y citan como ejemplo el caso de Aratirí.

En la proclama se hizo hincapié en los “millones de litros de agua diarios” que utilizan la empresa finlandesa UPM y Montes del Plata. Incluso, durante la marcha, quedó en evidencia la interseccionalidad de varios reclamos sociales cuando un grupo de mujeres cantaba “UPM trae whiskerías y se lleva a las gurisas para ser prostituidas”. En la lectura colectiva también se mencionó la contaminación y la “destrucción de la flora y fauna nativa y la salud de la tierra” debido al avance del agronegocio. Definen a estos sectores productivos como los “responsables” del “vaciamiento del campo y de la concentración de propiedades de inmensas extensiones de territorio en muy pocas manos”.

A su vez, advirtieron sobre los “graves efectos de los proyectos de fabricación de hidrógeno verde”, como el que tendrá lugar en Tambores, Tacuarembó, y “la instalación de un centro de datos de Google en Canelones, que consumirá agua potable de OSE”. “Son todas propuestas de corporaciones extranjeras que intentan apropiarse de nuestras aguas para obtener altas tasas de ganancias”, comentan. Por otro lado, resaltaron “la alteración de los sistemas dunares en las costas” causada por “la embestida inmobiliaria sobre la faja costera”.

Como era esperable debido al protagonismo que cobró en la discusión pública, se rechazó el proyecto Neptuno-Arazatí. “Tiene como objetivo privatizar el agua violando la Constitución. Es un gran negociado impulsado por un consorcio privado que busca rentabilidad, no asegura agua de calidad por los problemas de salinidad y presencia de cianobacterias que habitualmente presenta esta cuenca”, expresaron. Entienden que, de concretarse, “la sociedad uruguaya pagará más por agua de peor calidad”.

Durante la manifestación también se brindó apoyo al “trabajo de cuidado del agua y los ecosistemas de las miles de personas productoras familiares, agroecológicas, guardianas de semillas criollas y nativas y huertas comunitarias”. “Allí están las alternativas reales funcionando día a día desde hace décadas. Creemos que se debe generar urgentemente la transición hacia la producción agroecológica, con presupuesto y participación efectiva de las organizaciones sociales. Exigimos que la cuenca del río Santa Lucía sea declarada libre de agrotóxicos y forestación industrial”, señalaron.

Un último punto de la proclama rechazó “la criminalización de la protesta social, que pretende impedir que defendamos nuestros derechos, castigar los reclamos sociales y que nos opongamos a la explotación de nuestros territorios y de nuestras vidas”. Recordaron que el 22 de marzo de 2019 se reprimió y se detuvo a manifestantes que participaron en la marcha. Y finalizaron: “Ninguna amenaza nos hizo ni nos hará retroceder”. Si bien las consecuencias de la sequía todavía están latentes en el territorio, el miércoles hubo una marea de personas en las calles defendiendo el agua.