Retroexcavadoras, hábitats fragmentados, especies nativas prioritarias para la conservación taladas, posibles sitios arqueológicos dañados. Todo esto fue encontrado, de casualidad, cerquita del cerro Pan de Azúcar, un territorio que está peleando por ingresar al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP). El miércoles 17 de diciembre, un grupo de botánicos e investigadores de las facultades de Agronomía y de Química y del Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República, que están trabajando en el proyecto Flora Uruguaya Online, tenían pensado ir a la cima del sitio para tomar registros fotográficos de las especies que lo habitan. No obtuvieron permiso para ingresar, ya que días antes había llovido y podía ser peligroso. De todas formas, el equipo decidió trasladarse a un sector ubicado en las inmediaciones, conocido como Sierras del Tirol –allí existe un gran e histórico fraccionamiento que ocupa aproximadamente 90 hectáreas–. En esta zona, desde 2020, la Intendencia de Maldonado estableció una medida cautelar que no permite nuevos fraccionamientos, urbanizaciones, construcciones o demoliciones hasta que se apruebe el Plan Local de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible de la Cuenca de la Laguna del Sauce.
Sin embargo, los investigadores se encontraron con un panorama desolador. Ignacio Berro, docente del Polo Educativo Tecnológico Arrayanes (PET-Arrayanes), conocedor exhaustivo de la zona y quien les recomendó visitar el lugar a los investigadores, dijo a la diaria que “lo que pasó, a nivel de afectación de monte nativo y de cañadas, es de lo peorcito que he visto en los últimos años”. Pero ¿con qué se encontraron los botánicos?
“Llegamos de casualidad para ver plantas, era la salida de fin de año. Nos encontramos con una retroexcavadora trabajando, había calles muy grandes abiertas en el lugar. En ese momento no sabíamos bien de qué se trataba. Nos cruzamos con el maquinista. Le preguntamos el camino para llegar a las cuevas [del Indio, otro sector aledaño al cerro] y nos indicó por dónde ir. Le preguntamos qué estaban haciendo y nos dijo que eran las calles para un fraccionamiento. Nosotros no preguntamos mucho más en ese momento. A partir de ahí estuve haciendo un relevamiento fotográfico de todas las intervenciones, que realmente eran muy grandes: rompieron rocas”, describe Antonella Pollero, docente de la Licenciatura de Diseño del Paisaje del CURE, estudiante de Gestión Ambiental y una de las investigadoras que estuvieron en el momento en que encontraron la destrucción. Sin embargo, estas eran apenas las primeras apreciaciones, aún están relevando los daños. Tal como detallan más adelante la arqueóloga Laura Brum y Paula Piñeyro, integrante del Círculo Ateitén Hué, los impactos no fueron sólo socioambientales, sino que también hubo afectaciones arqueológicas y de sitios sagrados para pueblos originarios.
Después de haber recogido material y evidencia fotográfica, Pollero comenzó a entablar contacto con trabajadores de la Intendencia de Maldonado y presentó denuncias ante el Ministerio de Ambiente y el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), porque la tala –o deforestación– de monte nativo está bajo la órbita de la Dirección General Forestal. Además, compartió la información con organizaciones. Luego de que la situación se hizo pública, las autoridades reconocieron la problemática y comenzaron a emitir posturas. Por ejemplo, la Intendencia de Maldonado publicó un comunicado en el que afirma que “podría denunciar judicialmente la apertura de calles sin permiso en Sierras del Tirol”. Sin embargo, la científica plantea: “Fue de pura casualidad que nosotros fuimos ahí, justo teníamos noción de la importancia del lugar, de que eso no podía suceder, y activamos el sistema de denuncia y de movilización. Si eso no sucedía, vaya a saber cuántas calles más se abrían y qué otra destrucción se hacía. Esto está pasando todo el tiempo en todo el territorio. La sociedad civil no da abasto para estar atendiendo todas estas causas, y el gobierno, que debería estar fiscalizando y controlando esto, no lo está haciendo”.
Abrir caminos destrozando todo
Berro expresa que el fraccionamiento en Sierras del Tirol tiene varias décadas y que, antiguamente, los privados priorizaron la urbanización sobre la costa. “El turismo de cerros no existía en Uruguay. Este fenómeno es de hace diez años, no tiene más. Para entonces, estos lugares eran parias para las inmobiliarias; ahora todo el mundo quiere sierras, atardeceres, agua transparente, cascaditas, y este lugar tiene todas estas condiciones. Empieza a volverse una oportunidad inmobiliaria interesante; antes estos terrenos no valían nada. Ahora muchas inmobiliarias y muchos particulares empiezan a ver el negocio de vender sus derechos posesorios”, relata. Entiende que “el lugar se venía salvando por la inaccesibilidad, por lo rústico y por lo que involucra urbanizarlo, que es romper todo, romper piedras”. Su ubicación “en un valle que no está a la vista de ningún camino, que es como un mundo perdido en Piriápolis”, fue lo que permitió que nadie viera las obras ilegales antes que los investigadores. Considera que el accionar es parte de una problemática más amplia, donde primero se “abren las calles principales, quedan habilitadas para circulación y atrás vienen los interesados a aprovechar esa gran oportunidad”.
Foto: Pablo Serrón
“Destrozaron todo. Hectáreas de monte nativo levantado, de herbazales rupícolas, también hay pila de endemismos. A todo le pasaron por arriba con las retroexcavadoras. Hay monte nativo usado para rellenar y tapar cañadas para poder pasar con máquinas grandes. Aclaro que esto no se hizo con la retro de balneario, la amarillita. Acá se usaron martillos neumáticos para romper la roca”, lamenta. Al enterarse del daño, fue al lugar para verlo con sus propios ojos. Cuenta que un equipo de organizaciones e investigadores se encuentran movilizados por la situación y que aún están armando una lista de especies afectadas. “Toda esa zona tiene un palmar único que se llama Sierra de las Palmas. Tenés palmeras butiá, palmeras pindó en mucha abundancia y tenés una palmera que es híbrida de la pindó y la butiá. Es un lugar único en Uruguay y mucha gente está estudiando esto. Ahora que está todo el mundo y las intendencias con el picudo rojo, cuando estuve allá había palmeras butiá y pindó arrancadas, usadas como relleno”, expresa. Insiste en que el lugar debería ser protegido.
¿Qué plantean las autoridades?
El lunes pasado, la diaria consultó sobre la problemática a Guillermo Ahlers, director de Ordenamiento Territorial de la Intendencia de Maldonado. El tomador de decisiones comentó que mandaron “hacer una inspección”, que están “en la etapa de darle vista al gestionante sobre las actuaciones”. Al consultarle sobre si las obras contaban con autorización, respondió: “No, hay una zona de Sierras del Tirol que está excluida de las intervenciones y no está autorizada”. A su vez, remarcó que la comuna no tuvo participación y que “corre por parte del fraccionador la apertura de calles”. Acotó que “al momento de hacer la inspección no encontramos gente” y que “cualquier violación a la normativa de ordenamiento territorial y de ambiente” tiene “una gravedad”.
El martes, la Intendencia de Maldonado publicó un comunicado en el que afirma que le solicitaron al Municipio de Piriápolis “el contralor de la no apertura de calles” y que están analizando “medidas desde el punto de vista jurídico –penal y/o civil– en tanto se ha provocado un daño ambiental con las obras viales ejecutadas sin permiso”. También admite que el viernes 19 detectaron “la apertura de calles en la zona que prohíbe el Plan de la Cuenca de la Laguna del Sauce” y que, además, “no fue posible notificar al no encontrarse las máquinas trabajando en el lugar”.
Gastón Martínez, director nacional Forestal del MGAP, comentó a la diaria que están “al tanto del tema”, que “en la zona no se desarrolla un permiso de manejo” de monte nativo emitido por su repartición y que, por esta razón, se están “moviendo con el cuerpo inspectivo”. Alejandro Nario, director nacional de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio de Ambiente, señaló que recibieron “varias denuncias”. “Enseguida comenzamos las coordinaciones. Desde la intendencia nos transmitieron que habrían incumplido la medida cautelar, pero en el marco de las competencias nuestras estamos preocupados por la afectación ambiental que esta intervención ha generado. Nosotros vamos a estar inspeccionando para verificar esas condiciones y después tendremos novedades respecto a cómo los técnicos evalúan la afectación”, acotó. Dijo que están especialmente “preocupados” porque “es un área donde se están evaluando estrategias de conservación”, en referencia a que está bajo estudio para ingresar al SNAP. La iniciativa para que el territorio sea protegido fue presentada en 2023, firmada por Camilo Abreu, Manuel Asuaga, Martín Coronel y Mercedes Valdés, integrantes de la Asociación Civil Pro Conservación del Cerro Pan de Azúcar.
Foto: Pablo Serrón
“Los usos del territorio van avanzando al ritmo del mercado”
Pollero, una de las investigadoras que descubrieron la intervención que generó los daños, enfatiza que toda la zona “tiene una vegetación muy rica”. Resalta la presencia de herbazales rupícolas, a los que define como “ecosistemas muy diversos, que en Uruguay están bastante amenazados y que se pudo observar directamente que las intervenciones los afectaron”. Declara que los culpables destruyeron “no solamente el matorral y el monte, sino que también lo hicieron directamente sobre la roca”. “Esto es una muestra más de todo el avance de la urbanización que está sucediendo en todo el departamento”, subraya.
Desde su perspectiva, hace falta “una mirada estratégica general sobre los usos y actividades a desarrollar”. “Los usos del territorio van avanzando al ritmo del mercado, pero no hay realmente una mirada estratégica y una decisión gubernamental de qué sitios queremos conservar, en qué sitios queremos tener determinados cuidados. Quedan muy pocos lugares en el país con un estado relativo de cierta conservación. En vez de estar tomando medidas urgentes, al revés, estamos destruyendo y explotándolos”, dice. Considera que la mirada sobre el territorio es “muy cortoplacista” y que “no estamos teniendo, por parte del gobierno, políticas que realmente estén pensando en las nuevas generaciones”.
Recuerda que la zona afectada forma parte de la cuenca de la Laguna del Sauce. “Todo lo que pasa en la cuenca repercute en lo que pasa en su laguna. Hoy en día, la Laguna del Sauce está completamente llena de cianobacterias, justo cuando se viene el verano y seguramente va a haber problemas en la distribución de agua potable. Todo está conectado. Realmente no se está teniendo un cuidado de los recursos que son de la población, y la propia ciudadanía está sufriendo las consecuencias”, apunta. Desde su perspectiva, existen “ciertos impactos al ambiente que deberían ser posibles de ser penados” y que no se castigue “sólo una multa mínima”.
Preservar las raíces y memorias
Paula Piñeyro es integrante del Círculo Ateintén Hué y ve con preocupación las obras sin autorización. Afirma que el colectivo de charrúas está trabajando en una propuesta para que el cerro Pan de Azúcar se declare Monumento Histórico Nacional. “Le devolvimos un nombre originario, lo empezamos a llamar Kan Kue Sepé, que quiere decir ‘aquí lugar sagrado’. En nuestra solicitud, fundándonos en la Ley de Patrimonio, solicitamos que se nombren vecinos y gente con identidad indígena para oficiar de guardianes del sitio y hacer otra gestión del lugar, teniendo en cuenta toda esta historia de miles de años. Veníamos en todo este trabajo cuando nos enteramos de este avance en Sierras del Tirol hacia el Kan Kue Sepé”, manifiesta.
Piñeyro participó en una recorrida organizada por la Asociación Civil Pro Conservación del Cerro Pan de Azúcar, donde se mostraron los impactos de las intervenciones. “La verdad es que es muy triste, pasaron por arriba todo. Alcanzamos a ver algunos cairnes en la zona. Los cairnes son cúmulos de piedra que hacían nuestros ancestros, que tienen distintas funciones. A veces son mojones que están marcando algún camino; pueden ser mortuorios, pueden ser enterratorios. No se identifican tan fácilmente, pero están por todos lados acá”, dice. Enseguida, al consultarle sobre cómo sintió las obras en el lugar, agrega: “Ya sabemos cómo fue la historia: se recontra invisibiliza el tema indígena. Es parte de la historia que sabemos que se dio en la mayoría de las familias, de no hablar, de esconderse, también de negarlo por una cuestión de supervivencia, y duele un montón porque es seguir invisibilizando, escondiendo y tapando todo. Duele ir al cerro Pan de Azúcar y que no haya una mención de todo el acervo cultural ancestral que hay en el lugar. Duele que no se pueda preservar para futuras generaciones, sabernos sobre la presencia en el territorio de todas estas comunidades”.
Laura Brum es arqueóloga, investigadora del CURE que ha centrado su trabajo en el territorio ubicado al oeste de Maldonado y también ha acompañado al Círculo Ateintén Hué en la elaboración de su propuesta para que el cerro Pan de Azúcar sea declarado Monumento Histórico Nacional. “Vemos con total y absoluta preocupación las obras. Casi todos los cerros costeros de la zona de Piriápolis tienen algún proceso de urbanización más o menos avanzado [...]. Esto hace que se destruya lo que hay en estos ambientes, no sólo la vida animal y de plantas, sino también todo lo que es testigo de la memoria de ese territorio, de los pueblos originarios e incluso de la época más reciente. El cerro Pan de Azúcar venía quedando como uno de los pocos lugares donde estaban estas condiciones de conservación, que posibilitan pensar en un área protegida, con una mirada integral”, señala. En particular, destaca que la zona de la obra era “una de las que estaban menos alteradas por los usos más contemporáneos que hay ahora”. Rumbo al fraccionamiento, explica que hay cuevas y aleros rocosos que “son muy valiosos desde la perspectiva arqueológica y de los estudios de los primeros grupos que habitaron este territorio, porque son lugares que de alguna forma encapsulan el pasado”.
Foto: Pablo Serrón
Para la científica, debemos dar varios debates. Por ejemplo, pregunta: “¿Necesitamos que todos los cerros sean urbanizables o pueden quedar lugares que sean espacios de hábitat de un montón de especies y también espacios para las memorias, para guardar el testimonio de todas esas culturas que vivieron en ese territorio?”. “Está el avance de la urbanización del balneario, están las chacras y los fraccionamientos de campo con fines de segunda residencia, está la minería, la producción de olivos y vides. Es una zona con una intensidad y diversidad de actividades que en los últimos 100 años ha generado transformaciones. El paisaje está teniendo una transformación por nuestra propia acción. Con el grupo estudiamos cambios y transformaciones en una escala de miles de años, donde los humanos vivían en ese territorio y generaban pequeñas alteraciones, modificaciones, pero ahora lo que estamos viendo son cambios en la geomorfología, en el paisaje y, por ejemplo, en la forma en la que corre el agua, causados por nosotros en cuestión de muy poco tiempo”, resalta.
Brum cuenta que el cerro Pan de Azúcar forma parte de la Formación Sierra de las Ánimas y que “en la cartografía histórica el nombre Sierra de las Ánimas, Sierra de las Almas, está presente”. La arqueóloga explica que “el uso de la sierra para fines ceremoniales, simbólicos, vinculados a los pueblos originarios está hasta en el toponímico”. “Estos son lugares de oportunidad para generar formas de estar y de vivir que sean distintas. Hay distintos colectivos preocupados por esta finalidad, no es una cosa que surgió desde arriba [...]. Esto es una muy buena oportunidad para pensar en cómo seguir disfrutando de este territorio. Tiene algo que llama a la gente y debemos pensarlo desde otra lógica, no de romper, de romper y pagar o de romper y buscar después cómo se arregla, sino de cuidar los procesos que ya están pasando ahí y la memoria [...]. Hemos visto los problemas que tiene la forma de desarrollo que no nos cuida y no respeta la naturaleza ni a nosotros mismos, porque somos parte. Hay lugares que ya no los vemos más, te parte el corazón no ver más ese cerro que antes podías ir, visitar. O esa ladera, ese monte”, apunta.
Manifiesta que estamos a tiempo de salvaguardar “estos pequeños parches donde todavía hay diversidad”, y que esto constituye una forma de cuidar la “salud de todos y todas”. “Es necesario preservar espacios donde puedan vivir las plantas, animales, donde el agua pueda fluir tranquilamente hacia una laguna que es la que abastece de agua a la mitad del departamento, justo la mitad del departamento que tiene más población. Estos lugares son memoria, importantísimos para cualquier vecino y vecina. El cerro Pan de Azúcar es el emblema del lugar. Son lugares muy importantes en el imaginario y la identidad del territorio. Debemos pensar que es posible otra cosa; yo todavía tengo esa esperanza, más allá de que el sábado… Realmente caminábamos por allí y se nos caían los lagrimones porque es espantoso el nivel de violencia que veías”, esgrime. La arqueóloga afirma que “el daño está hecho”, pero “hay gente capacitada para encarar el proceso de recuperación de los espacios que fueron arrasados”.