Un grupo de carpinchos toma un baño en el río Uruguay, que se encuentra lleno de cianobacterias verdes, en el verano de 2025. Al mismo tiempo, en Palmar, localidad de Soriano, un ganso hunde su cabeza en el agua verde del río Negro, mientras una vaca muerta flota rodeada por cianobacterias y vecinos denuncian afectaciones a su calidad de vida, entre ellas, olores nauseabundos que invaden el pueblo y miedos, ya que de ese cuerpo se toma el agua que sale por sus canillas.

La problemática de las cianobacterias no está acotada solamente a estos sitios, sino que se expande por el territorio de nuestro país. En 2019 una floración de cianobacterias sin precedentes se extendió por toda la costa, abarcando desde las aguas del Río de la Plata en Colonia hasta las de algunas playas oceánicas de Rocha, pero sin llegar a esos extremos tan notorios, los eventos se repiten año a año en diferentes ríos, arroyos, cañadas y embalses desde hace mucho tiempo. Nuestros cuerpos de agua dulce están enfermos y los científicos y las científicas están investigando desde hace tiempo las causas. Por su parte, OSE viene lidiando con esta difícil situación desde hace décadas.

Carla Kruk es investigadora del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias y del Departamento de Modelización Estadística de Datos e Inteligencia Artificial (Media) del Centro Universitario Regional del Este de la Universidad de la República (Udelar). En diálogo con la diaria, cuenta que OSE hace un “muy buen monitoreo en las fuentes y en la distribución del agua en cuanto a indicadores de cianobacterias”. Por esta razón, es un “buen ejemplo” del trabajo que realiza la empresa pública, pero también de “los problemas que tienen que ver con el uso productivo del territorio y del agua y cómo afectan al agua potable”. La historia de las cianobacterias, dice Kruk, nos muestra que “hay un problema grave”.

En el marco del proyecto interdisciplinario Agua y salud: pérdida de calidad de agua potable, sus causas y sus consecuencias sobre la salud humana en Uruguay, Kruk, junto con Claudia Piccini, directora académica del Centro de Investigación en Ciencias Ambientales del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, y Ángel Segura, investigador del Media especializado en modelación matemática de sistemas naturales, analizaron los datos brindados por OSE y la Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua (Ursea) a través de un pedido de acceso a la información pública. En este primer artículo se presentarán las concentraciones máximas detectadas de cianobacterias del agua fuente –es decir, del agua de la que se abastece la compañía estatal antes de que pase por tratamientos para potabilizarla– por departamento durante el período 2010-2023 y algunas de sus consecuencias. El equipo espera que el trabajo sea un aporte a la gestión y pronto solicitará reuniones con autoridades ministeriales para presentarles más información.

Las cianobacterias en la normativa de nuestro país

Al hablar sobre la calidad del agua potable, aunque parezca una obviedad, también debemos hablar de la calidad de los cursos de agua que ofician de fuente. Hace unas semanas, informamos que el Ministerio de Ambiente estudia modificar el decreto 253/79, aprobado hace más de cuatro décadas y vigente hasta el momento, que reúne los criterios para evaluar la calidad de los cuerpos de agua superficiales de nuestro país. Entre otras grandes ausencias, en esta normativa no se mencionan las cianobacterias ni las cianotoxinas. Piccini, sin dudar, plantea que el objetivo del nuevo decreto debe ser que el agua sea saludable para toda forma de vida.

“Las normas se generan en cierto momento histórico, para ciertos lugares, con ciertas preocupaciones sociales que están en discusión o que se entienden relevantes. Un ejemplo es el cólera. En el siglo XIX había un pozo de agua potable en Londres y se dieron cuenta de que todos los que se enfermaban tomaban agua de la misma canilla. Después el plomo de las cañerías fue un problema que se percibió porque había una afectación de las capacidades cognitivas de la gente. Cuando los casos tomaron estado público, se tomaron medidas de control. Hoy nadie lo discute, incluso se hizo un plan gigantesco para reducir y quitar las cañerías de plomo porque estaban generando una contaminación que tenía efectos en la salud pública”, relata Segura.

En este contexto, el investigador describe que Uruguay “siempre tuvo una calidad de agua excelente o muy buena en términos generales”. Sin embargo, durante las últimas décadas el panorama cambió. “Ha habido cambios gigantescos en los patrones de uso del suelo, de cómo nos relacionamos y lo que liberamos al ambiente en varias escalas. Lo fundamental es una agricultura industrial enorme; pasamos a millones de kilogramos de productos fitosanitarios, como les quieren decir, o agrotóxicos y fertilizantes que se liberan en el ambiente, llegan a los cursos de agua y generan problemas de eutrofización que producen las cianobacterias que son tóxicas. Antes, los ríos y los embalses no generaban este tipo de organismos y entonces OSE no tenía ese problema ni lo tenía que tratar”, subraya.

El investigador resalta que la evidencia científica en torno a las cianobacterias se viene acumulando desde hace tiempo, pero la normativa ha demorado en actualizarse y, por otro lado, hay presiones para que no se modifiquen las actividades que las generan. Sin embargo, al igual que con las cañerías de plomo, la problemática de las cianobacterias se está trasladando a la salud de la sociedad.

Kruk también pone sobre la mesa la última Norma Interna de Calidad de Agua Potable de OSE, aprobada en 2012, que es en la que se establecen “parámetros indicadores y sus valores límites admitidos para prevenir y controlar los riesgos para la salud humana, que pueden ser causados por el consumo directo o indirecto del agua”. En el texto, si bien se incluyen las cianobacterias, sólo dice que si se detectan cantidades que “afecten las características sensoriales o sean peligrosos para la salud se complementará con análisis de significado sanitario”. Kruk, entonces, señala que no se determina un valor específico para las cianobacterias ni las cianotoxinas. “OSE, dentro de parámetros adicionales, cuando ve que hay problemas con cianobacterias, suma diferentes cianotoxinas a los análisis, pero no están en la norma. OSE está haciendo un esfuerzo porque realmente está viendo que hay un problema y, a la interna, intenta ajustarse agregando controles para la protección de la salud, pero sin el apoyo formal de una normativa”, reafirma.

¿Abandono de nuestros ríos para abastecimiento humano y una sustitución por agua subterránea?

la diaria hizo un pedido de acceso a la información pública a OSE en 2022. La compañía estatal informó que existen 66 plantas potabilizadoras de fuentes de agua superficiales, siete plantas potabilizadoras de fuentes de agua subterráneas, ocho que tratan agua subterránea con ósmosis inversa y cinco que tratan agua subterránea con filtros de adsorción. Del año 2000 a la fecha, al menos seis plantas de potabilización han dejado de operar. La compañía estatal no puntualizó los motivos de esto en su respuesta. La planta de Sauce, departamento de Canelones, estuvo operativa hasta marzo de 2014; tenía un sistema de abastecimiento mixto y pasó a tomar exclusivamente agua subterránea. La planta de Pando funcionó hasta 2016 y la de Santa Lucía hasta 2018; ambas localidades pasaron a abastecerse desde el sistema metropolitano. También está el caso de Durazno, donde una planta que fue construida en una zona inundable y estuvo operativa hasta 2018 debió cerrar sus puertas, pero se construyó una nueva.

Sin embargo, es importante destacar lo que sucedió en dos plantas registradas por OSE en el pedido de acceso a la información ubicadas en Nuevo Berlín (Río Negro) y La Concordia (Soriano). Estuvieron operativas hasta 2008 y 2016; eran sistemas mixtos y también pasaron a abastecerse de agua subterránea. En este contexto, Kruk accedió a un informe en el que técnicos de OSE analizan el comportamiento de las cianobacterias en el agua bruta de Fray Bentos desde 1963 hasta 2009 (año en que se emitió el documento). Allí se indica que “de todas las usinas que toman agua bruta del río Uruguay, tres de ellas (Constitución y Belén en Salto y Nuevo Berlín en Río Negro) fueron sacadas de servicio, pasando a abastecimiento por perforaciones, debido a los cambios bruscos de calidad de agua bruta por presencia de algas”. Tanto la usina de Constitución (operativa hasta 2007) como la de Belén (hasta 2005) debieron optar por abastecerse de agua subterránea debido a la “presión algal” existente en el agua superficial, dice el informe.

Hace 16 años, la compañía estatal decía que “el cierre en 2008 de [la planta de] Nuevo Berlín, ubicada aguas arriba de Fray Bentos y Botnia, acusa que la presión de algas es también importante, a tal punto que se optó por realizar aquí también abastecimiento con agua subterránea”. En el informe describe diferentes “avistamientos de manchas flotantes” de cianobacterias a lo largo del río Uruguay y las dificultades ocasionadas por estas. Incluso menciona que las “manchas flotantes” llegaban hasta La Concordia, donde estaba ubicada una planta que dejó de operar en 2016 (siete años después del informe técnico de OSE) y esa localidad pasó a abastecerse de agua subterránea.

Segura plantea que los cursos de agua superficiales se están deteriorando. “El agua dulce, potable o potabilizable es un recurso estratégico a nivel mundial y nos estamos dando el lujo de desperdiciarlo y de cambiarlo por pocos ingresos en el corto plazo, si no contamos todo lo que son las externalidades”, agrega. Los tres científicos están de acuerdo en que el camino no es poner un bien estratégico en manos de empresas privadas, sino que es necesario brindarle agua bruta de mejor calidad a la empresa pública, para lo que se requieren políticas de ordenamiento territorial. También consideran primordial fortalecer el papel de OSE y que sus trabajadores tengan mejores condiciones para llevar adelante sus tareas. Les parece importante que la discusión no se reduzca a la “falacia” de que la problemática que viven nuestros cursos de agua se soluciona con más tecnología.

Una “tomografía” con resultados complicados

Los investigadores detectaron que la calidad del agua que recibe OSE es “cada vez más crítica”. “Los datos que estamos viendo nos muestran que en casi todos los sistemas grandes de agua superficial del país el problema está generalizado y con niveles que ya trascienden lo que es simplemente una contaminación puntual. Son niveles alarmantes”, explica Segura.

A partir de los muestreos de OSE, Segura plantea que lograron hacer una especie de “tomografía” de nuestros cursos de agua superficiales. “Es carísimo juntar toda esta información para todos estos años, para todos estos sistemas; es una información detallada, muy precisa, con conteo de células”, dice respecto de los datos que tiene OSE, a los que accedieron. “Esto es como hacerse una tomografía que nos está diciendo que tenemos nódulos peligrosos por todos lados”, enfatiza. Según señala, “OSE está realizando tomografías periódicas por todo el país”, más allá de que de algunas zonas no se tiene información suficiente. “Aun así, lo que estamos viendo ya es más que suficiente para tomar medidas”, subraya.

El grupo elaboró un mapa con base en los valores detectados en cada departamento de cianobacterias del agua fuente, es decir, antes de que reciba tratamiento por parte de OSE, para el período 2010-2023. ¿Qué nos dice el mapa? Kruk explica: “El número que le da color al mapa es el valor máximo que se observó de cianobacterias en la fuente antes de entrar al proceso de potabilización. Es el valor máximo para todo ese departamento en el período de 2011 a 2023. ¿Qué significado tiene esto? La fuente de la que se saca agua para potabilizar está eutrofizada y tiene una muy alta abundancia de cianobacterias. Esa abundancia no se da todo el tiempo alta. En el caso de Paysandú, que es el que tiene los valores más altos [se detectaron un millón de organismos por mililitro], resulta porque el agua se toma de una fuente superficial que presenta floraciones de cianobacterias”.

Kruk aclara que esa agua “no es la distribuida, es el agua que OSE tiene para potabilizar y con ella hacer todo lo posible por tratarla de la mejor manera para que llegue bien a los hogares”. “La contaminación tiene un costo para OSE, requiere tratamiento especial, por ejemplo, el uso de carbón activado. La seguridad está dada por la combinación entre la calidad del agua de la fuente y el tipo de tratamiento de potabilización, entonces, cuanto menor es la contaminación del agua de la fuente, es más fácil y más barato potabilizar. El problema es que cuando el agua de la fuente tiene valores muy altos de contaminación, como en el caso de Paysandú, es más probable que en algún momento haya algún evento imposible de procesar y el agua distribuida puede llegar a estar contaminada, no tanto como la fuente, pero cuanto mayor es la contaminación de la fuente existen más riesgos”, sostiene.

Para ayudar a dimensionar las cifras, en el documento técnico Cianobacterias planctónicas del Uruguay: manual para la identificación y medidas de gestión, publicado por el Programa Hidrológico Intergubernamental de la Oficina Regional de Ciencias para América Latina y el Caribe de la Unesco y la Facultad de Ciencias de la Udelar, se establece que el valor de referencia del primer nivel de alerta de “riesgo medio” para la salud se alcanza cuando se detecta una presencia mayor a 20.000 células por mililitro. Sin embargo, si hay presencia de gusto u olor, de especies potencialmente tóxicas o cúmulos en la superficie, el riesgo para la salud pasa a ser “muy alto”. Cuando se llega a este nivel, el informe recomienda hacer evaluaciones diarias de los resultados, la instrumentación de “medidas correctivas” y difundir información al “organismo responsable de la salud humana y a los usuarios”.

Según los datos relevados, de los 18 departamentos de los que se tenían datos (Maldonado no los aportó sin dar razones para ello), seis (30%) superaron ese umbral de 20.000 organismos por mililitro de agua. Colonia registró 20.603, seguido de Lavalleja (24.089) y Rivera (24.570). En el departamento de Durazno esos valores casi se duplicaron (alcanzaron un máximo de 36.987), en Cerro Largo ascendieron a más del cuádruple (84.651) y el caso más extremo, en el que se superó el nivel de referencia más de 5.000 veces, se ubicó en Paysandú, con un máximo de 1.121.021 organismos por mililitro de agua.

Cabe destacar que la Ursea también detectó la presencia de cianotoxinas en el agua bruta de varios departamentos y la diaria divulgó esta situación en artículos anteriores.

Por otro lado, los científicos encontraron cianobacterias en la red de distribución. “El problema está pasando a los usuarios”, alertan, y agregan que esperan poder conversar con autoridades sobre el problema.

Segura indica que la novedad es que lograron “cuantificar” la problemática. “Nosotros aportamos información a la gestión, porque no es que no se estén buscando formas de solucionar esto; obvio que se están buscando, pero claramente no han sido eficaces y necesitamos tomar otro tipo de medidas”, plantea. “Necesitamos soluciones que sean dirigidas a preservar las fuentes, porque le seguimos poniendo curitas a un cáncer que está generalizado. ¿Qué hacemos nosotros desde nuestro lugar? Sistematizar información, tratar de entenderla, hacer la tomografía. En la tomografía vemos que la situación es crítica; además las tomografías que venimos haciendo muestran que el paciente no está evolucionando favorablemente, sino que se mantiene e incluso, en algunos casos, se agrava la situación”, lamenta.

Segura finaliza: “Necesitamos saber como sociedad que tenemos que desistir de tener agua potable o tenemos que tomar medidas que sean más contundentes respecto del problema que estamos enfrentando. Sabemos por dónde hay que ir, hay ejemplos en el mundo. En Europa hace 20 años están disminuyendo la carga de fósforo y contaminantes que llegan a los sistemas acuáticos y están volviendo a un estado como el que teníamos nosotros hace 40 años. Lo que estamos aportando ahora es información de calidad gracias a OSE, que tiene todos estos monitoreos que nos permiten ver que seguimos con el problema, que está generalizado y que las medidas que tenemos que tomar tienen que ser profundas. Aun así, la decisión la tiene que tomar la sociedad en conjunto”.