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“Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”.

Eduardo Galeano. Tomado de su libro El fútbol a sol y sombra.

Abrió la puerta con una sonrisa en la cara. Detrás de ella, una valija grande entorpecía el paso. Juliana está a punto de viajar a España a visitar a su hermano, el jugador del Real Deportivo Mallorca, desde 2007, Gonzalo Chori Castro (ex Nacional). “Hace unas semanas que se casó en España y lo voy a visitar”, dice sonriente. Para Juliana Gonzalo es y ha sido un referente; comparten una gran pasión: el fútbol.

“Los dos andábamos siempre con una pelota de arriba para abajo. En vez de tener una muñeca, de regalo pedía una pelota. Siempre jugaba con él en el campito con los amigos y, a pesar de ser mucho más grandes que yo, nos mezclábamos. Por suerte nuestros padres nos apoyaron siempre y nos siguen a todos lados”, contó Juliana, y precisó: “No hablamos casi de fútbol cuando nos vemos. Lo valoro como jugador. Me encanta cómo juega. Es muy veloz. En el fútbol local hay muy pocos jugadores que se destaquen por la velocidad como lo hizo él”.

Su madre, Patricia, se sienta en la mesa de enfrente. Ceba mate y escucha la charla atentamente. Sólo acota algunos detalles para que Juliana no se olvide, en su relato, de algunos hechos del pasado. Entonces, con esa ayudamemoria, la goleadora resume: “Comencé a jugar en el club Porongos cuando tenía cinco años, pero a poco de empezar no me dejaron jugar más. Durante dos años no pude. Mis padres pusieron un abogado para que me tomaran otra vez y recién cuando cumplí los seis años volví a las canchas, y seguí en ese club hasta los 13 años. Después jugué en INAU, donde anoté 15 goles. Al año me llamó el director técnico de la selección sub 20, Juan José Duarte, para que formara parte del plantel”, contó Juliana.

Y a partir de ese momento todo cambió. Representar a la selección uruguaya ha sido una marca imborrable en su carrera futbolística. “Por suerte pude estar en todas las selecciones que han existido desde mis 14 años. Pasé por la selección mayor en un Panamericano [N. de R.: se jugó en 2006 en Río de Janeiro, Brasil]; fue una muy buena experiencia. No podía creer, representar tan chica a Uruguay en la selección mayor. El equipo que más recuerdo como grupo es el que fue a Mar del Plata cuando clasificamos al Panamericano. Había una unión muy linda y, además, el cuerpo técnico era bueno”, recordó la goleadora.

Entre números y sueños

Juliana es una delantera con mucha velocidad, precisión y buena técnica en el pase. En 2007 vistió la camiseta de River Plate, el eterno rival de Rampla Juniors en los últimos campeonatos de fútbol femenino, y anotó 24 veces. En 2008 jugó para Sportivo Artigas de Sauce después de una discutidísima salitda de la trinitaria del elenco darsenero y marcó 29 goles. Avanzado el año, cuando se anunciaba su viaje de estudios y fútbol a Estados Unidos se fichó en Rampla Juniors, club en el que hizo 17 goles. Juliana convirtió dos veces en la final frente a sus ex compañeras de River Plate y puso a festejar a toda la Villa del Cerro, porque con ese resultado el equipo rojiverde obtuvo el título de campeón uruguayo. En 2009 la trinitaria siguió jugando en Rampla Juniors, donde marcó 35 veces en 13 partidos durante el Torneo Apertura, dejando un récord de goles, ya que anotó, en promedio, la casi inalcanzable cifra de un gol cada 39 minutos. Llegó a convertir 53 goles en 32 partidos, récord absoluto. En la tabla de goleadoras la siguió Alejandra Laborda, del mismo cuadro, con 34, según cifras de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).

Pero el fútbol no es todo en la vida cotidiana de Juliana. “Acabo de terminar sexto año de medicina. Pasé con 9. También practico en un cuadro de varones en Trinidad, Flores, que se llama Santa Bárbara. El Santa Bárbara es uno de los equipos participantes en el torneo de la Liga de Flores, afiliada a la Organización del Fútbol del Interior (OFI). Soy la única mujer en el equipo. Entonces vivía en Trinidad, donde estudiaba de lunes a sábados, y los fines de semana me venía a jugar a Montevideo con Rampla. Tengo un preparador físico que me entrena y a veces me mezclo con el equipo. Jugando con ellos en Santa Bárbara agarré un buen ritmo de juego, porque el fútbol de mujeres es mucho más lento”, contó.

Lo que vendrá

¿Qué desea para su futuro? ¿Cómo se imagina dentro de unos años? Juliana se toma su tiempo para contestar. Se ríe. Busca en su cabeza las palabras para describir lo que siente al respecto. “Ahora capaz que me sale una beca para estudiar educación física en Estados Unidos. Sería en en Lindbergh [Missouri], que es una ciudad muy linda. Ahí se hace el campeonato de universidades y tenés la chance de acceder a la Liga Profesional. Ya estoy mandando muchos papeles para la admisión. Un amigo de Flores se fijó en internet y me pasó el dato. Tengo claro que el fútbol no va a ser la carrera de toda mi vida y sé que el estudio es lo que me va a dar de comer”, sostuvo Juliana, y se puso seria.

Goleadora

Patricia, su madre, seguía cebando mate. La familia Castro esperaba para almorzar. Juliana se reconoció un poco nerviosa por el viaje de doce horas que le esperaba, un rato después de la entrevista, rumbo a Europa. “No sé qué voy a hacer durante tanto tiempo”, dijo. “Seguro que te pasan películas y tenés música disponible para escuchar”, le dije. “¿Vos decís?”, contestó, y ya estaba sonriendo otra vez. Su familia sigue ahí presente, escuchando.

Pero ¿cómo se siente Juliana después de haber recibido la noticia de ser goleadora? “Orgullosa por marcar el récord del fútbol femenino, que va a quedar para la historia. Mi familia está muy orgullosa de que me vaya bien. Mis amigas de Flores, por ejemplo, me propusieron que las entrenara, ya que la mayoría de los padres no las apoyan por el tema de la discriminación, porque supuestamente el fútbol es para hombres, pero es un deporte como cualquiera, como lo son el handball y el vóleibol, no hay diferencia”, acotó Juliana, que también es entrenadora de baby fútbol, egresada del curso que dicta la OFI.

El concepto de discriminación parece ineludible en cualquier charla con una jugadora de fútbol femenino. No sólo por la segregación sufrida por no ser aceptada en un cuadro en el que juegan hombres, sino por el silencio que opera en los medios masivos de comunicación respecto del campeonato uruguayo de fútbol femenino y de la actuación de las selecciones uruguayas femeninas. No se trata de otra disciplina. Es fútbol, “en un país futbolero”, como les gusta decir a algunos.

Juliana reconoce algunas características de la precarización del ejercicio del deporte para una jugadora de fútbol, como la suspensión de partidos cuando no se presenta la guardia policial en la cancha. También rescata muchas anécdotas felices. “Una de ellas es la experiencia cuando clasificamos al Panamericano en 2006. Fue inolvidable, a pesar de que nunca nos reconocieron nada. Me di cuenta de la diferencia que hay entre los hombres y las mujeres. Pero nosotras estábamos re contentas y felices porque nos llevó mucho trabajo y mucha preparación. Recién ahora se está fomentando un poco el fútbol femenino”, remató la goleadora.

Juliana cometió la osadía de haber convertido 53 goles que, a su vez, se transformaron en 53 festejos, 53 gritos. Y lo hizo por descarada, parafraseando a Eduardo Galeano. Esta vez, con la cara limpia, con una sonrisa en el rostro. Esta vez, mujer.