Salió como tromba a campeonar. Matute agarró la batuta y empezó a buscar en corto, con Lodeiro que, subido a un taxi, le puso mucho vértigo a cada trepada. Fénix apenas tuvo tiempo de tomar aire para ir al piso y faulear. Entonces empezaron a llover centros sobre Irazún, que a grito pelado imploraba a sus compañeros a mantener el orden. El alerta meteorológica decía que habría gol inminente, pero los disparos en busca de arco todavía encontraron alguna pierna que llegó justo a trabar.

Los corazones se paralizaron a los 15 minutos, cuando la encontró Regueiro dentro del área y sacó un zurdazo que tras un rebote encontró de camino la providencial mano derecha de Irazún, que desvió a córner con tremendos reflejos. Fénix apenas si logró cruzar la media cancha en ese rato. Y de nuevo el 10 tricolor, haciendo gala de su clase diferencial, dejó de cara al gol al Morro García con un toque corto, pero otra vez Irazún, con los pies esta vez, salvó a los suyos. En seguida una contra por izquierda de Mier derivó en centro para Cardinali, que sin marca dentro del área chica le metió un canillazo que paró en el talud.

El desahogo que significó esa jugada sirvió para emparejar, con perdón de la palabra. Porque jugada media hora de partido Nacional soltó un poco la rienda y Fénix aprovechó para darle aire a su zaga, pero con escaso criterio y nulo juego colectivo, claro está. Nacional siguió aplicado al libreto de fútbol de toque rápido, pero la más clara hasta el final del período la tuvo Regueiro, con un tiro libre que se estrelló en el horizontal. Las incursiones de Fénix sobre campo tricolor, algo así como adentrarse en la dimensión desconocida, contó muchas veces con la pasividad de Nacional. Entonces Mier, el más incisivo albivioleta, se animó a la aventura y en una de ésas generó un córner. Tres jugadores de Fénix pasaron sin tocar la pelota, que cruzó frente a la línea y salió por el segundo palo tras mala definición.

Tá tardando mucho

Más allá de los puntuales sofocones que le hizo pasar Fénix a Nacional, el empate siempre pareció una ilusión, un espejismo. Entonces el bolso saltó al complemento para poner las cosas en su lugar. Aprovechó el ancho de la cancha para hacer correr la pelota y, de paso, mandar cada vez más atrás a los diez tipos con que Fénix defendió (casi) todo el partido. Si hasta Lembo subió en busca del gol, que sobre los siete minutos dejó solo a Lodeiro con un hermoso taco. La jugada no prosperó, pero la cosa estaba ahí, al caer.

Y como con centros, desbordes y encares el gol no apareció, fue desde fuera del área, con un derechazo esquinado de Álvaro González, que llegó el gol del campeonato. Justo, previsible y necesario; el primero contra el último; el vigente campeón contra el vigente campeón... de la B. Lo que sobró de partido se pareció más a una práctica que a una final. Encima Quiroga se hizo echar tontamente y mató la ínfima ilusión que guardaban Liverpool y Defensor.

Si es que cabía esperar otra cosa. Porque Nacional arrancó el campeonato con la mochila de favorito, con un plantel que vale lo que varios clubes del medio juntos. Quizá con la contra de aquellos tres puntos de castigo, que de alguna manera sirvieron para alimentar la rebeldía de un equipo que venía de ser campeón y que debió ponerle cara a la obligación de volver a serlo. Salió a matar en cada partido, combinando un equipo de jóvenes promesas con talento de experientes. Nunca empató y perdió dos de corrido, cuando los del Prado supieron ganarle. Antes y después arrasó, con baile clásico incluido y con festejo una fecha antes del final. El bolso cumplió: Nacional campeón.