Si matemáticamente la situación es difícil, futbolísticamente no es menos mala. El proceso encabezado por Óscar Washington Tabárez vive su día menos pensado luego de la derrota del sábado ante Perú, con la que las posibilidades de llegar a Sudáfrica 2010 sufrieron su tijeretazo más severo en lo que va de la ronda clasificatoria. La combinación del gol marcado por Hernán Rengifo cuando iban 40’ del segundo tiempo y que marcó el 1 a 0 a favor de los incaicos, con la tómbola de resultados de la 15ª etapa de las Eliminatorias, dejó séptimos a los celestes.

Los números se vuelven más rojos si se cargan de subjetividades como las que surgen del repaso del trámite, en el que la selección no pudo sobreponerse a un equipo eliminado, que apenas había ganado un partido de los 14 disputados antes del sábado. Los celestes parecen estar obligados a acumular tres victorias en los tres encuentros que les quedan para evitar el faltazo a la Copa del Mundo. El maldito camino previo al Mundial vuelve a sumergir a los uruguayos entre vendedores de calculadoras, un castigo suave si se compara con el también probable de cruzarse por la calle con algún amigo o pariente “cubillista”. Es que, como suele pasar en estas circunstancias, afloran las apelaciones al hambre de gloria de los futbolistas del medio, supuestamente portadores de un amor por la camiseta que los habitualmente citados provenientes del exterior no tendrían. Una versión deportiva del “que se vayan todos”. Más bien peligrosa cuando se adapta a rubros más trascendentes que el fútbol.

Consenso

Lo discutible son las lecturas del por qué, más que los conceptos de lo que el equipo no hizo bien dentro de la cancha del Monumental de Ate. Como pocas veces, los juicios críticos con el desempeño celeste generan un consenso que envidiaría el mismísimo general Seregni. Nadie discute que el Uruguay de Lima lució mal. Tan mal como el de Asunción y el de Buenos Aires, sus peores versiones hasta el sábado pasado, con el agravante de que la tercera perla vino a sumarse ante un rival únicamente comprometido con el cumplimiento del fixture. Sí parece discutible igualar el rendimiento de anteayer con el de la mayoría de las otras 12 presentaciones del equipo en las Eliminatorias. Es ésa, en partes iguales, una conclusión equivocada y repetida en horas de equipo caído, en las que no todos se resisten a la tentación de pegar y salir corriendo.

A ver si remonta

Aunque suene raro, el desafío de remontar no tiene su mayor complejidad en la compleja jornada de miércoles, con visita colombiana al Estadio Centenario. Es cierto que entonces Tabárez deberá capear el temporal, por ejemplo, improvisando una zaga ante las suspensiones por expulsión y doble amonestación de los Diegos, Godín y Lugano, respectivamente, sin contar otras movidas de piezas opcionales pero necesarias después de lo que se vio en Perú.

Tan cierto como que contará con los retornos de los ya habilitados Martín Cáceres, Diego Pérez y Diego Forlán, tres nombres de enorme valor que quedarán a disposición de cada una de las líneas. El problema mayor parece ser el posterior, el de la escala en Quito. Si Uruguay saliera ileso el miércoles, la última doble jornada que se iniciará tras el receso empezará con una visita a Ecuador que será la más pesada en años. Porque esta vez los ecuatorianos saldrán a buscar una victoria que no necesitaban cuando los celestes arrancaron empates en los procesos previos a Corea-Japón y Alemania, tiempos en los que con un punto los locales se aseguraron dos mundiales. Raro: haciendo trampa podría decirse que termina molestando que un rival directo no ande tan bien como anduvo años atrás. Parece mentira.

Acción y reacción

En realidad -sin contar la probable necesidad de derrotar a Argentina en la última fecha, en condiciones comparables con las del juego ante Ecuador, por los problemas en los que andan metidos los vecinos de enfrente-, más molesta pensar en un equipo repitiendo en Quito los vicios de Lima. Una reacción más anímica que futbolística quizá pueda salvar el trance del miércoles, pero sin la reacción del segundo tipo será muy difícil no perder en el segundo intento. Cuesta imaginarse a Uruguay trayéndose algo con el juego del sábado, de espacios generosos a las espaldas de Malaka y el Cebolla y laterales ahogados entre Palacios y Vargas. De problemas crecientes en el manejo de la pelota, que sigue durando poco y cada vez se trata de la peor manera.

Y, también, de un manejo del banco, conservador y tardío, que retocó pero no cambió. Una crítica ineludible al responsable del proceso de selección más serio que se recuerde en años.