La punta del Apertura quedó en manos de uno solo. En el duelo que enfrentaba a Liverpool y Danubio, que llegaron al domingo compartiendo el liderazgo, los dirigidos por Favaro celebraron un 1 a 0 que los benefició con la exclusividad del primer puesto que sostienen con puntaje perfecto. Lógicamente, la perfección de los números no se correspondió con el rendimiento del equipo, que tuvo padecimientos esperables ante un visitante pesado y con aspiraciones. Un buen segundo tiempo negriazul cambió la flecha del partido, para que la perfección también se apoderara del domingo de los hinchas del equipo que manda en el torneo.

La película del partido honró la gastada frase que señala que los equipos se arman de atrás hacia adelante. Si en medio de la paridad Liverpool terminó sacando una diferencia, fue porque antes tuvo respuestas individuales que le ahorraron una desventaja que durante el primer período pasó cerca de su arco.

Allí estuvo el dueño de las respuestas que lo mantuvieron en pie. Una vez más, Matías Castro demostró tener las condiciones que no muchos de sus colegas tienen. Ifrán, que se especializa en exigir arqueros, puede certificar la sentencia. No pudo con él ni a los 14 ni a los 17 minutos, cuando metió un cabezazo bajo desde la boca del arco y sacó una media vuelta que buscó el ángulo superior izquierdo, respectivamente. Tampoco pudo cuando Danubio ya corría la liebre y un mano a mano murió en el arquero, a los 25 minutos del segundo tiempo.

La oposición Ifrán-Castro resume lo mejor del encuentro. El golero fue la figura del ganador poniéndole una cerradura al arco que obsesionó al mejor Danubio de la tarde, que tuvo su mejor rendimiento en el delantero que ante otro arquero hubiera gritado por lo menos uno. Su actitud contrastó con la de Ricard, que participó poco en el juego. Pese a ello, el equipo de Giordano dominó el primer capítulo. Su juego fue más fluido que el de Liverpool, al que le llevó 45 minutos conseguir la mejor conexión con sus delanteros.

La nueva flecha coincidió con la reanudación, que llegó con un cambio de los que cambian. Ignacio Medina pasó a ocupar la posición de carrilero por izquierda que durante la parte inicial había ocupado Montero, porque ayer Favaro honró el pragmatismo táctico con el que suele manejar el equipo y dejó de lado la línea de cuatro para retomar la de tres. El ex Peñarol abrió la calle de la zurda, en la que se escribió la fundamentación de una victoria insospechada minutos antes.

Riquero marcó el 1 a 0 a los 61 minutos y, pese a que Danubio se alivianó en procura del empate, el complemento fue más rico en aproximaciones locatarias que en visitantes. Alfaro insistió como antes, pero comió mejor y tuvo buena compañía y sucesión en los ingresados Figueroa y Córdoba. Dicha prevalencia podría achacárseles a los espacios que fue dejando el perdedor, si no fuera porque el rasgo se empezó a insinuar antes del gol. El nuevo Liverpool también contó con una seguridad defensiva mayor que la del primer tiempo transcurrido entre los casi de Ifrán. Así se hizo más fácil contrarrestar los tres delanteros con los que quedó Danubio cuando Giordano sacó al volante Nicolás Díaz para colocar a Pastorini. También, el esquema ultraofensivo que el DT plasmó al sacar a Amarilla y poner al volante Andrés Silva: pasó a jugar con línea de tres y no menos de cuatro hombres en ataque, porque Grossmüller terminó el partido adelantadísimo. En su vuelta a casa, Maravilla aportó el tranco fino que lo caracteriza y algunos de sus toques pero no desequilibró. La jugada personal que terminó en una falta que le cometieron a él y en un peligroso tiro libre cuando apenas iban 7 minutos fue la promesa de los brillos que finalmente no llegaron.

Cuando las caras largas dominaban la cola que esperaba la salida del 546 de las cinco de la tarde, el barrio descargó un festejo acumulado. Liverpool se siente viviendo un momento que se tardó más de la cuenta. Sueña con definir de una buena vez un campeonato, con terminar de pegar el estirón que viene esperando con paciencia de pescador.