Con seis goles concentrados en el segundo tiempo, Nacional dio vuelta abruptamente un partido que durante el primer tiempo se pareció a un problema (se fue perdiendo al descanso) y redobló su apuesta por una remontada en la tabla. El mismo River Plate que salió abollado del Parque Central se había ido al descanso en ventaja. Entre ese escenario y el 6 a 1 final la diferencia fue abismal. Tras el toque y el dominio darsenero del mediocampo llegaron la presión y la precisión en velocidad de un Nacional que se estudió todas las leyes de la verticalidad carrasquista. Esas que pueden ser letales cuando el Morro y Cauteruccio andan enchufados.

Es una cualidad de doble filo. Lastima a extraños pero también a propios. La impotencia del equipo que empezó perdiendo se vincula al afán de llegar rápido. Si los zagueros rivales marcan tan bien como lo hicieron los del primer River, y no hay paciencia o recursos para pinchar la pelota y pensar, la pretendida dinámica muta en apuro. Si al problema se le suma un viento a favor capaz de acelerar la pelota más pesada, la repetición de avances malogrados parecerá no tener fin.

Fue la película del primer tiempo. Efímeros avances tricolores y largos pasajes de prolija tenencia darsenera. A Nacional la cancha le quedaba corta en cada intento. A River, el ancho y el largo le calzaban justo. La marca y el juego de Rizotto, el talento de Zambrana, el buen pie de Marques y la explosión de Lugo y de Puppo prevalecieron durante un largo rato. Cuando habían pasado 11 minutos del gol con el que Puppo abrió la cuenta, a los darseneros se les presentó una excelente oportunidad de marcar otro. Biscayzacú malogró un mano a mano ante Muñoz, que hasta el momento había jugado su peor partido en meses. Con el diario del lunes impreso y en la mano, al desacierto del Grillo le cabe un comentario que vive en las redacciones desde que existe el periodismo deportivo: goles errados son goles en contra.

El cambio fue radical. Al ratito de estar a punto de morir, Nacional salió a matar. Volvió al segundo tiempo decidido a ganar la pulseada del medio otrora tan adversa. A la novedosa presión le sumó un cambio efectivo. Peralta pasó a la posición de puntero zurdo en la que Mirabaje sigue perdido, y la rompió. El ex Racing arrancó por la derecha pero al rato regresó al lugar en el que Carrasco se empeña en colocarlo. Su baja producción vuelve caprichosa la insistencia del técnico, que más atrás podría sacarle otro jugo.

El gol de Cauteruccio a los 50 minutos fue oportunísimo porque trajo la igualdad cuando la reacción recién se gestaba. La cancha se le hizo cuesta arriba al equipo de Del Capellán, que se desplomó con los minutos. Sus mejores virtudes se borraron del césped. Nacional lo ahogó con Cauteruccio abierto por la derecha, el Morro pechando por el medio y Peralta lanzando por la otra banda. Cabrera repitió el buen juego de la fecha anterior y Núñez asumió que ser volante no es igual a ser lateral. Aquella defensa que se sobró en el primer período hizo agua por aire y por tierra. El segundo tiempo del arquero Laforia se empeñó en ser peor que el primero de Muñoz: el Morro capitalizó dos de sus errores para anotar el segundo y el tercero. La tarde repitió habilitaciones de Peralta en jugadas de gol, como cuando Cauteruccio hizo el tanto más carrasquista de la corta era Carrasco. Una sucesión de toques más preocupados por encontrar al mejor posicionado para convertir que a la mismísima red gestaron el cuarto.

El ex picapiedra Perujo -que entró para ser lateral zurdo- definió de tiro libre en ocasión del quinto, como si el Parque Central quedara a orillas de la bahía. Núñez hizo el sexto cuando entre River y un colador ya no había diferencias. Nacional empezó con nubarrones y terminó con sol. Como la tarde.