Hay hechos o acontecimientos que a uno, sin haberlos vivido, le parecen naturales, normales. Por ejemplo, uno imagina que Óscar Moglia debía de ser un gran tirador, que viajar en tranvía debía de ser de lo más tranquilo, que los choferes de la ONDA no debían de tener buena ídem cuando te ponían el GM exactamente a cinco centímetros de tu paragolpe trasero. Hay otros que te llaman la atención a pesar de que desde hace años convivís con ellos y entonces te sorprendés: “¿Pero cómo  que el gordo y la rubia no son novios si cada vez que los veo están juntos y casi derritiéndose en suspiros?”. No, no, ni un beso, nada.

Algo de eso es lo que se siente cuando le dicen que el sábado Artigas fue campeón del Interior al vencer en la tercera final a Tacuarembó 1 a 0. Gerardo Monge, zaguero, referente y capitán de la selección de Artigas, ya había avisado a la afición artiguense que se preparara para festejar que en Rivera serían campeones, y tal cual.

¿Cómo que Artigas nunca en la vida había sido campeón del Interior? No, nunca.

La película termina con los créditos a Monge, el autor del gol, y, obviamente, ahora sí, el beso apasionado con la gloria.