Seguramente por la onda mundial de cracks que se lesionan, por la necesidad de generar una noticia casi a partir de la nada, por las dos cosas juntas o porque capaz que realmente dio para asustar, la primera salida a la cancha de Uruguay en piso sudafricano, ayer de mañana en Kimberley, en la práctica inicial después de haber tenido que abortar por imposibilidad absoluta la del sábado de tarde –el equipo todavía estaba volando- marcó una situación de alerta por un choque entre Walter Gargano y Diego Forlán que dejó dolorido a este último e hizo que algunos portales titularan con la posible lesión del jugador del Atlético de Madrid. No pasó nada. Lo aclaró Tabarez, lo aclararon los involucrados en la jugada y lo aclaró la realidad cuando se pudo ver a Forlán entrenando por la tarde y sin problema.

No voy en tren, voy en avión

La preparación venía de vuelo, casi todo bien. Bien ejecutado y bien planificado, pero justo en el viaje hacia el lugar de la competencia se complicó la cosa debido al retraso notorio con que arribó a Carrasco el avión fletado por la Asociación Uruguaya de Fútbol para llevar a los celestes. El cambio de planes, con una diferencia de nueve horas, fue demasiado pesado, no sólo por la espera con incertidumbre creciente, sino porque obligó a que se cambiara la planificación inicial, que preveía un entrenamiento el sábado de tarde, lo que comprimió los dos de ayer. A eso se sumó el disgusto por la espera, por la llegada tarde y por otros daños colaterales, como el desvío del equipaje, por ejemplo.

Lo cierto es que ayer en los dos entrenamientos se ejercitó básicamente lo mismo trabajando en espacios reducidos sin hacer fútbol con equipos en ningún momento, pero buscando recrear situaciones que seguramente serán ensayadas en los próximos partidos. Ir con agresividad y ocupando todos los lugares para quitarle la pelota a Francia es una estrategia muy probable, de la que se tendrán que encargar los futbolistas que estén por donde aparezca el juego rival. También es una situación tan previsible como esperable que, una vez que los nuestros se hagan de la esquiva pelota, la puedan mantener aun en situaciones de extrema presión. Por eso los ejercicios apuntaban a una cosa y la otra.

El paseo dominguero

Por la tarde llegar al GWK, el estadio que Uruguay usará como cancha de entrenamiento, era una fiesta. Para cumplir con la exigencia de la FIFA de que cada una de las 32 selecciones hagan íntegramente por lo menos una práctica, sin restricciones de público, haciéndole una guiñada casi de amor a los locales, los celestes hicieron su primer entrenamiento largo en suelo sudafricano casi con galas de partido oficial. Muchas personas llegaron al lindo estadio, muy bien empastado, haciendo sonar sus vuuzelas, esa incómoda cornetita que te deja medio loco, y agitando banderas de Uruguay que, en tamaño chiquito, como para saludar a un presidente que visita otro país, se entregaban en la puerta. Mucho color y algo de aquel reclame -de Coca-Cola, creo- en el que aparecen unos cuantos africanos agitando por Uruguay.

En la cancha los jugadores arrancaron con el clásico e insustituible monito, pero con reglas específicas y llevado a cabo como ejercicio. Después fueron repitiendo variaciones de situaciones en espacios reducidos, cuyo campo de acción más amplio fue el delimitado entre la línea del área grande y la de la mitad de la cancha, pero ahí ya lo hicieron interactuando entre los tres grupos de siete jugadores. Eran 21. Faltaban dos de los goleros, que trabajaron en un entrenamiento específico para su puesto, con Celso Otero. De los tres goleros había siempre dos que estaban con el técnico alterno y entrenador de arqueros, mientras que el otro se ponía un chalequito y correteaba envenenado junto a sus compañeros para tratar de recuperar la pelota o mantenerla.

Nombres, quiero nombres

Sólo para justificar nuestra presencia en Kimberley, porque el dato es absolutamente insignificante, casi nada informativo y muy poco útil para cualquier tipo de conclusiones que se quiera sacar, brindaremos la nómina de los usuarios de chalequitos ayer en el GWK Stadium, y además para justificar aun más nuestro viaje a Sudáfrica, los colores de tales elementos, que, a saber, fueron naranjas, verdes y grises. Entre los primeros estaban Edinson Cavan, Egidio Arévalo Ríos, Mauricio Victorino, Jorge Fucile, Juan Castillo o Martín Silva, Walter Gargano y Nicolas Lodeiro. Entre los verdes, que al principio a mí me pareció que podían ser atacantes porque de una vi a Forlán y Luis Suárez, estaban Palito Pereira, Álvaro Fernández, el Ruso Pérez, el Pelado Cáceres y Diego Godín. Por último, en el grupo de los grises –así como me comí que los verdes eran delanteros al principio, creí que éstos serían defensas al divisar a Diego Lugano y Andrés Scotti- se divisaban Sebastián Abreu, Maxi Pereira, Nacho González, Eguren y Seba Fernández.

Es evidente que hay líneas de decodificación en estos grupos de trabajo que fundamentalmente apuntan a funciones y sociedades, cuando actúan específicamente en alguna situación de campo y con formaciones que seguramente los juntan.

Doblete

Hoy volverá a haber entrenamiento en doble jornada. Tanto en la mañana como en la tarde la intervención externa de los medios de prensa estará limitada a los 15 minutos iniciales. La idea es trabajar con tranquilidad y, ahora sí, seguramente ir delineando con precisión el equipo y la acción estratégica para el partido inicial del viernes ante los franceses.

Ayer en la conferencia de prensa posterior al entrenamiento vespertino -las conferencias son en el Protea Kimberley, el hotel exclusivamente celeste-, cuando comparecieron los futbolistas involucrados en la maniobra del día, Diego Forlán y Walter Mota Gargano, algunos inquisidores quisieron sacar algunos datos de cómo formaría la mediacancha. El elegido para pregunta y repregunta del caso fue el sanducero volante del Nápoles, quien la única prenda que entregó fue que estaban pugnando sanamente en puestos de mediacancha. Se puede suponer, entonces, que estaría entre él y Egidio Arévalo Ríos, pero eso habrá que verlo.