Juan Ramón Carrasco alguna vez estableció la diferencia entre hacer un gol y meterlo. Matías Mier, quien en el esquema del técnico capurrense, Rosario Martínez, aparece como media punta por izquierda, no metió ninguno de los goles con los que Fénix vivió otra tarde soñada ante un grande. Pero esa zurda que augura una carrera tanto o más soñada volvió a ser clave para que los albivioletas convirtieran. Cerró un tiro de esquina que casi se mete olímpico y en cuyo rebote descontó Vigneri. Y tuvo tiempo para enviar un centro frontal para que Gerardo Varela empatara en los descuentos. Con su seguridad defensiva y su fútbol respondón y amigo del juego aéreo, Fénix empató a dos a Peñarol en los descuentos. La receta que le sirvió para escaparse del ataúd del descenso hace seis meses le sirve ahora para ilusionarse con objetivos más lindos. El campeón uruguayo vigente no pudo estrenar su título con victoria. Al Torneo Apertura ya no le quedan puntajes perfectos. El asombroso final instaló una discusión que seguramente recorra calles, bares y oficinas a lo largo del lunes. ¿Leyó bien el partido Keosseian? La pregunta recoge la inquietud de algunos hinchas desconformes con los cambios que el técnico ensayó poco tras el 2-0 parcial. A siete minutos del golazo de Martinuccio, que pareció liquidar la tarde, Manolo sacó a Albín y puso a Darío Rodríguez en el lateral izquierdo. Algo después salieron los delanteros Alonso y Palacios e ingresaron los volantes Domingo y Corujo, respectivamente. Los dos últimos cambios llegaron poco después del descuento de Vigneri. Si bien con ambas variantes el equipo perdió atacantes, el trámite no le dio la razón a los vendedores ambulantes, mozos y oficinistas que le dirigen reproches al DT. Peñarol sufrió poco tras el descuento. El gol del empate llegó en tiempo adicional, luego de una pelota larga que forzó la falta cobrada por Mier. Los errores que generaron la igualdad -el foul y la mala salida de un Sosa que sufrió sostenidamente en la azotea- no son achacables a las decisiones del entrenador. Instantes antes, Peñarol jugó varios minutos en las inmediaciones del área de Fénix, demostrando una interesante capacidad de retención de balón. Entre otras cosas, gracias a que el equipo titular tenía dos jugadores en punta, pero otros dos puntas que llegaban desde atrás: Estoyanoff y Martinuccio. Cuando un esquema inicial es tan ofensivo, es difícil que cualquier decisión coyuntural no parezca defensiva de más. Peñarol tuvo momentos de presión sostenida y paciente. El Pato Sosa y Arévalo Ríos le achicaron la cancha al rival con cortes continuos y entregas precisas. La fortaleza defensiva capurrense y las cualidades del buen arquero Mejía se la sacaron de encima tras no menos de dos períodos estirados durante el primer tiempo. Pero cedieron en el segundo, porque la sociedad Aguirregaray-Estoyanoff abrió una brecha por la derecha y gestó el penal con el que Alonso puso el 1 a 0. Martinuccio, de gran tarde cuando la rotación no lo sacó de la izquierda para intercambiar punta con el Lolo, aplicó una receta ideal para abrir defensas cerradas y desniveló aun más con un remate de distancia hijo de flor de jugada individual. Como cuando en el básquet se emplea el triple para lastimar a los equipos que defienden en zona. Fénix no fue menos paciente. Demostró tranquilidad para jugar el peor partido que se le puede plantear a un equipo de sus características. Con viento en contra, su técnico alivianó el equipo sin desdibujarlo desde que sacó del banco a Vigneri y a Varela. El juego lo recompensó con un gol de cada uno, pese a que el hilo conductor de otra historia que quedará para el recuerdo albivioleta haya sido la conducción de Mier. En una tarde en la que tuvo más compañía del marcador Brun que de los más ofensivos Sellanes y Cardinali, el zurdito jugó a destajo y sirvió el plato de la casa por partida doble. Para Peñarol, lo más parecido a una patada al hígado.