“Hasta 1976 Nacional tenía más clásicos ganados, luego nací yo y cagué todo”. Con esa reflexión se inicia la entrevista a Andrés Reyes, integrante de 13 a 0 de El Espectador, quien representa esa melancolía barnizada de humor que suelen exhibir muchos hinchas tricolores nacidos y criados durante el temporal acaecido entre fines de los 70 y buena parte de las siguientes dos décadas. El mismo que comprendió muy pronto que no cumpliría su sueño de integrar la delantera tricolor. “Técnicamente era bueno, pero tenía poca predisposición al esfuerzo físico, hubiese sido un 9 a lo [Carlos] Cuqui Juárez, clavado en el centro del área, aunque podría triunfar en el fútbol guatemalteco, casi con 40 años”. Acerca del origen del libro, Reyes señala: “Pretendía contar una historia más que ser riguroso con los 111 años. Me interesaba narrar lo que viví, del 81 hasta estos tiempos, por eso los últimos 30 años ocupan la mitad del libro y la restante consiste en un relato sobre el resto de la historia”.
El sueño del pibe
Para un comunicador que gusta del fútbol, escribir un libro sobre el equipo del cual es hincha implica algo así como cumplir su “sueño del pibe”, al quedar ligado para siempre a la historia del cuadro de sus amores. Reyes considera que Historia de Nacional es una forma de aportar a la rica tradición del club. Entre las mayores virtudes que posee dicha obra figura cierto aterrizaje conceptual sobre la identidad tricolor. Sin ir muy lejos, durante las primeras páginas del libro figura una dedicatoria especial a todos los futbolistas que “salieron a jugar bien aun en los peores momentos”.
Este homenaje implica un guiño hacia la identidad nacionalófila, tan emparentada con el fútbol estético. De hecho, Reyes recuerda ese instante en el que por primera vez sintió que su destino estaría unido para siempre a la causa tricolor: “Fue durante la Liguilla de 1987 jugando contra Wanderers. Veo una doble pared entre Juan Ramón Carrasco y [José Luis] Pintos Saldanha que me hizo sentir que Nacional era lo más grande que había. Un sentimiento que se desvaneció minutos después cuando cobran penal para Wanderers y nos clava Claudio Di Pascua. Nos gusta que el equipo juegue bien, desarrollar un fútbol en el que no prevalece ganar a cualquier costo, importan los medios para alcanzar la victoria. Hay técnicos exitosos en la estadística pero se tuvieron que ir, como [Miguel] Puppo, que ganó dos campeonatos y se tuvo que ir. Gregorio Pérez no hubiese durado ni dos partidos en Nacional. También la actitud ante la derrota es otro elemento que hace a la identidad del equipo. A todos nos gusta ganar, el tema es lo que pasa cuando perdés. La actitud del hincha y los jugadores ante la derrota es diferente a lo que ocurre con Peñarol. Como dicen algunos periodistas, ‘la gente de Peñarol no está psicológicamente preparada para perder’, por eso los de Nacional disfrutamos más con el triunfo. Peñarol prefiere ver perder a Nacional antes que ganar. Claro que me gusta cuando pierde Peñarol, sobre todo por unas cuantas figuras mediáticas que disfruto ver cómo se molestan, pero ser hincha de Nacional implica que cada victoria importante de nuestro equipo te haga sentir que todo lo que pasaste en algún momento valió la pena, no fue en vano. Perdimos la Copa de Oro de los Grandes, pero al final del camino le ganaste un clásico 3-2 de atrás y en diez minutos”. En tren de comparaciones entre “bolsos” y “manyas”, Reyes también encuentra diferencias en el manejo institucional de ambos clubes. “Otra característica identitaria es la forma democrática de gestionar el club, desde su formación marcada por dos facciones que acordaron integrarse. Un equipo donde no prevalecía tanto el presidente, salvo por Miguel Restuccia, que es uno de los hombres más importantes que tuvo la historia de Nacional. Quizás el menos nacionalófilo de los presidentes en ese sentido, pero necesario para la época, dado que Peñarol tenía la figura de Washington Cataldi. [José Pedro] Damiani nunca hubiese sido presidente de Nacional, porque sus socios jamás permitirían que alguien absorba todo el poder. Alarcón quiso traer a Carrasco, lo sometió a votación y JR finalmente no vino. Según el periodista Franklin Morales, Nacional es una institución y Peñarol un club de fútbol con once tipos que juegan a la pelota. Es decir, Peñarol institución significa una cancha de básquet que generalmente no se usa, excepto para espectáculos como Casi ángeles o Holiday on Ice. La sede es una cosa sin vida, no tienen estadio propio, mientras que Nacional siempre se preocupó por los aspectos sociales, lo que se refleja en su caudal de socios. Eso te revela cómo ambas parcialidades visualizan institucionalmente al equipo. Nacional siempre tuvo una actitud más universalista, de no quedarse solamente en el club de fútbol. Está bueno sentirte parte de algo más. Por eso el hincha disfruta de su estadio, ahora están por fijar un protocolo para asistir al Parque Central, que establece determinadas condiciones que mejoran la seguridad del espectáculo. Eso me parece más ‘Cultura Nacional’ que cualquier otra cosa. Son factores que colaboran a quitarle dramatismo al fútbol, volver a la esencia del deporte”.
Historia de una pasión
La figura del polémico Juan Ramón Carrasco es destacada en el libro como un símbolo del Nacional de los 80, aunque reconoce que sobre JR “pesa lo actuado con la selección y su personalidad, te cae simpático o te parece un imbécil”. “A mí me cae simpático, pero entiendo que a otros no, especialmente a varios periodistas que tienen ascendencia sobre la opinión pública. Carrasco tuvo seis pasajes por el club y fue campeón solamente una vez, pero él no jugaba solo y cuando salió campeón hay testimonio de una revista de la época, que cuenta que ganamos ese torneo gracias a él. En el 97 Carrasco hizo bien en hacer el gol frente a Defensor Sporting y la dirigencia estuvo mal por traer al técnico Roberto Fleitas para echar a [Miguel] Puppo. Incluso sabiendo que iba a ‘perchar’ a Carrasco, que estaba en un gran momento, mucho mejor que durante otros pasajes. Me encantaría verlo como técnico de Nacional, algún día lo será”.
A diferencia de otros libros sobre el equipo tricolor que prefieren no profundizar sobre el último quinquenio de campeonatos uruguayos obtenidos por Peñarol, Historia de Nacional incluye un repaso bastante detallado acerca de aquel momento. Desde su lugar de hincha, Reyes lo recuerda como “una sucesión de hechos bochornosos: la dirigencia de Nacional se dejó estar después de los buenos resultados del 92 y Peñarol acordó con Paco Casal para traer una cantidad de jugadores, muchos con nivel de selección. En el 96 teníamos buen plantel, mejor equipo y Peñarol gana una final con un gol en contra. Además en el 95 y 96 parecía imposible perder, fueron de los equipos más estéticos que tuvo Nacional en la última época; sin embargo, ganar algún clásico importante se vivía como un milagro. Fue un momento en el que al [Luis] Lucho Romero se le abrió el panorama, tiraba cualquier cosa y entraba. En el arco estaba [Carlos] Nicola, pobre, tenía mala suerte en los clásicos, técnicamente estaba por encima del resto, hacía la de Dios, la de Jehová, pero en los clásicos todas terminaban adentro”.
Reyes parece tener cierta obsesión con los arqueros que desfilaron por el pórtico tricolor. “Mi primera referencia de un clásico es en aquella Liguilla del 81 que va ganando Nacional y mi vieja me dice ‘ya no podemos perder’. Cada vez que ella decía eso perdíamos o nos empataban. En ese clásico hace el gol Ruben Paz y tengo el recuerdo de Rodolfo Rodríguez gateando atrás de la pelota. Igual con Rodolfo es totalmente diferente; ves el partido contra el Nottingham Forest y todas las que salvó, ganó campeonatos internacionales, por algo es el jugador con más presencias en la selección uruguaya. Pero vas a la historia de los clásicos de esa época y ves que Morena la agarraba en el área y era gol. Todo lo contrario nos pasaba con [Leonardo] Romay, que sin tener mayores virtudes técnicas tuvo mejor suerte, le rebotaba la pelota en una pierna y pegaba en el palo. Entonces llevate a Nicola, que es un gran ser humano, y dame a Romay. Ahí me sale el hincha irracional que llevo dentro, y te digo que el buen golero anda bien en los clásicos. Rodrigo Muñoz es de lo mejor que vi. Del arquero quiero que salga con decisión y que las que vayan afuera no las mande para adentro. Una vez publicado el libro me di cuenta de que estuve muy duro con Jimmy Bebote Schmidt, a quien califiqué como nuestro peor golero de todos los tiempos”.
Los olvidados que dicen presente
Durante Historia de Nacional aparece destacada una cantidad de futbolistas tricolores que padecieron los magros resultados de los 90, entre los que se destaca el inefable Fabián O’ Neill, que estaba en el lugar justo pero en el momento menos indicado. Reyes recuerda los inicios del isabelino: “Al principio era puntero, después empezó a crecer de todos lados y se fue retrasando en la cancha. Era un jugador que me encantaba, me dio lástima cuando vino en 2003, tuvo problemas con la dirigencia y se fue”.
Claro que por fuera de esos apellidos ilustres que conforman la gloriosa historia del equipo parquense, también hay lugar para un “Catálogo de seres imaginarios” integrado por ex jugadores tricolores que pasaron por el club sin mayor fortuna: “Fue lo primero que escribí, temía olvidarme de alguno. Un Bruno Coitinho por ejemplo, lo arranqué antes de tener la menor idea de que iba a escribir un libro sobre Nacional”.
Camino a destacar cuál es el jugador que simboliza este último tramo de la épica tricolor, tan rica en materia de victorias locales, Reyes eligió al mediocampista Óscar Javier Morales, que meses atrás se retiró de Nacional en el marco de una polémica con la dirigencia alba. Esta decisión, que relegaba del destaque a otras figuras tricolores, como Marco Vanzini, Alejandro Lembo y Sebastián Abreu, la fundamenta recordando que “hasta hace un tiempo era el ídolo, cuando bajó su nivel todos le achacaron las culpas por los malos resultados. Jugó ocho temporadas, salió campeón seis veces, un tipo correcto, sin mucho gol, pero que anotó durante un clásico”.
Sobre el final de la entrevista invitamos a Reyes a jugar con la imaginación y retomar aquel leit motiv de la película Volver al futuro, donde los protagonistas retornan al pasado para cambiar algo del presente. En este caso le proponemos viajar en el tiempo hacia un episodio de la historia tricolor. Reyes afirma: “Volvería al Campeonato Uruguayo de 1986. La dirigencia de aquel momento cometió uno de los mayores errores de todas las épocas al aceptar jugar una final con Peñarol cuando no correspondía, dado que el campeón por puntos era Nacional. Por un tema económico ninguno de los dos se había presentado a la primera fecha del Campeonato Uruguayo, entonces pactaron que si al final del torneo quedaban a menos de tres puntos de diferencia debían disputar una final entre ambos. Ellos perdieron los puntos con Huracán Buceo y Nacional tuvo fecha libre, entonces los dirigentes dieron por asumido que Peñarol iba a ganar ese partido. En el libro me pregunto: ¿si Defensor quedaba en el medio estábamos obligados a jugar un triangular? Encima de todo eso el arreglo implicaba jugar un alargue si había empate y después penales. Eso te demuestra cómo se manejaba el fútbol en ese momento, con Nacional y Peñarol haciendo cualquiera, mientras los otros equipos acompañaban. De hecho, si revisás la estadística de la AUF o de los organismos internacionales, Nacional fue el campeón de esa temporada, ya que obtuvo más puntos. Volvería a ese momento y le diría: encará [Mario] Garbarino”.