Luciendo una peculiar camiseta celeste en homenaje al centenario de la enseña tradicional de la selección, los de Carreño durante buena parte del encuentro cuestionaron la imposición carbonera, aunque tuvieron poca pegada en ofensiva y quizá por eso al pasar raya se quedaron sin puntos luego de su segunda visita de la temporada al estadio Centenario.

Casi sobre el final del partido, exhausto, el Tony Pacheco dejó la cancha bajo una salva de aplausos mientras ingresaba en su lugar el zaguero Alejandro González. Con un jugador menos Peñarol se dedicó a aguantar el resultado en el último tramo de un juego que durante muchos minutos le fue esquivo. Fue inmediatamente después del gol inicial de Guillermo Rodríguez, sobre los 15 minutos, que vino lo mejor de Wanderers.

Después de un comienzo dubitativo, ya un gol abajo el conjunto bohemio se largó a jugar y lastimó. Los volantes albinegros -ayer de celeste- le hicieron la vida amarga a la dupla Pato-Arévalo y pusieron en jaque en varias ocasiones a la zaga aurinegra. Después de un par de conatos de empate finalmente la igualdad llegó por intermedio del ex aurinegro Ronald Ramírez, que metió un golazo al aprovechar una mala salida carbonera desde el fondo. En la cancha los libretos de los dos eran claros. Wanderers jugaba e inquietaba con la elaboración de sus volantes y Peñarol, siempre pasando por el filtro clarificador de Pacheco, buscaba la velocidad por afuera de Martinuccio desbordando por la izquierda y del Lolo Estoyanoff tratando de hacer lo mismo por la derecha. En esa lucha fue más eficiente el equipo del Prado, que bien pudo irse al descanso en ventaja.

Más de lo mismo se vio en el comienzo de la segunda etapa. Keosseian, inquieto por ver que sus players agarraban poco la bola, mandó a la cancha al escurridizo colombiano Mejía, quien luego cumpliría con su cometido de tener la pelota con sus veloces slaloms, aunque sin buena culminación. El partido estaba abierto cuando llegó el segundo aurinegro. Otra pelota quieta bien pateada por Pacheco encontró la cabeza de Martinuccio, quien, descuidado por la pasiva zaga bohemia, mandó la bola a la red y calmó la ansiedad de los miles de hinchas aurinegros que poblaron las tribunas del Centenario.

Con la puesta en ventaja se abrió otro partido. Wanderers intentó seguir yendo al frente, pero comenzó a tener una manifiesta incapacidad para generar peligro en el arco rival. La cosa se agudizó cuando faltando 15 minutos el Pato Sosa, con una violenta entrada que le valió la expulsión, sacó de la cancha al zurdo Maximiliano Rodríguez, titiritero del fútbol bohemio. Peñarol, refugiado atrás, empezó a aprovechar los espacios y tuvo algunas ocasiones de liquidar el partido. El argentino Martinuccio, una vez más de buen partido, sacudió el palo con un violento remate de zurda y el gambeteador Mejía -firme candidato a ganar el premio Carlitos Tévez al jugador más feo del campeonato- dispuso de una chance pero se entreveró en el momento del toque final. Así, el 2-1 alargó la incertidumbre, aunque ese sentimiento tampoco fue tan fuerte, porque un buen rato antes del final se veía que los muchachos de Carreño ya habían dado lo mejor de sí. Después del último pitazo de la noche Peñarol volvió a celebrar tras pasar una dura prueba. No convenció, la pasó mal durante un rato, pero este aurinegro de la segunda mitad del año volvió a mostrar una de sus características más valiosas: la de sumar de a tres aun sin jugar bien.