Inicialmente, no menos de dos factores conspiraron contra el objetivo tricolor. Se mezclaron la timidez de Nacional y la prolijidad de El Tanque. El resultado fue un primer tiempo lento, tirando a aburrido, pero sumamente positivo para los verdinegros. Repitieron su habitual orden, con dos líneas de cuatro que se sobraron ante el juego anunciado de su oponente. En el lateral derecho, Traversa resolvió las incursiones de Diego Rodríguez. Las pocas veces que la pelota llegó al área, Federico Velázquez mandó por aire y por tierra. El lateral Juan Manuel Morales y los volantes Munhoz y Novo llevaron el balón a la cancha del vecino. Este último desplegó cualidades de puntero zurdo. El riverense, elegancia para aguantar, escapar a zancada limpia y resolver con pase certero tras levantar la cabeza. Más arriba, Gaitán fue delantero pero también armador. Callorda, por su parte, el poste que empieza a ganarse un reconocimiento por su habilidad para jugar de frente y de nuca. Dichos méritos no alcanzaron para que El Tanque superara con claridad a Nacional. Los tricolores plantearon algo similar. Reincidieron en su intención de jugar por bajo, de ser prolijos. Ocurre que, lo que para el corto plantel de El Tanque Sisley es un logro, para el mucho más rico de Nacional es poco. Por más que la pelota camine por bajo, el saldo termina por ser deficitario si Pereyra y Mirabaje tienen que frenar al recibir los varios buenos pases de Palau porque no encuentran dónde apoyarse. Lo mismo si Porta o el Morro juegan horas entre los zagueros sin generar riesgo real sobre el arco ajeno. O si el Oreja Rodríguez o Perujo dejan la vida en el lateral pero no mandan una habilitación limpia. Peor, si de ese ida y vuelta lentón y estirado a lo largo de 45 minutos, surge una victoria parcial ajena: Calzada bajó a Callorda innecesariamente y El Tanque se fue a descansar con ventaja, gracias a un gol de penal de Morales. El juego entregó imágenes más realistas en el complemento. La mezcla de un grande en apuros con algunos tardíos aciertos futbolísticos llevó el trámite a la media cancha de la Colombes. La búsqueda de la mejor combinación ofensiva que aún no resolvió Luis González, arrojó buenas respuestas con los cambios del complemento. Debutó Gallardo, que sin brillar consiguió afinar el fútbol al entrar por Mirabaje. Peralta también saltó desde el banco y ocupó la calle del medio, desde donde lanzó con la precisión que le fuera tan común hace casi una década. Su ingreso sacó del campo a Calzada, porque entonces Nacional ya había robado la pelota. Con Palau alcanzaba. El Morro jugó para hacer el gol de la diferencia que nunca llegó. Sólo pudo hacer el de la igualdad. El Tanque montó un dispositivo pro empate: salieron Novo y Munhoz e ingresaron los más marcadores Cereijo y Luis Pérez. Gabriel Álvez tuvo minutos, pero los años le impidieron ser más que un delantero perdido entre defensas adversarios. Sólo Julio Gutiérrez alimentó alguna expectativa de armado. Ya era el tiempo de Góngora y de sus vuelos estéticos y efectivos. El arquero fue un boxeador que jugó no menos de media hora contra las cuerdas, pero que se mantuvo de pie ante los peores golpes. Si no fuera porque el empate tuvo un dejo mentiroso, quedaría bien hablar de sus poemas más que de sus versos.