Así como los autos tienen un dispositivo para cambiar su modo de funcionamiento de nafta a gas o la tan recordada pero nunca entendida palanquita PAL/NTSC en la videocasetera, había que cambiar el modo de ver fútbol para presenciar el Rampla Juniors-Nacional del sábado de tardecita.

Todavía estaban los ecos de la insoportable actuación de Luisito Suárez 24 horas antes. Habíamos presenciado, los menores de 30 tal vez, la mejor actuación de una selección uruguaya. Ahí, ao vivo. Era raro mirar en el mismo escenario, un día después, algo tan distinto pero que -en esencia- era la misma cosa. Un dilema dialéctico hegeliano. El mismo dilema que afrontan los que se quejan que la lengua española debería contener dos vocablos para describir lo que venden en Mc Donald's a diferencia de lo expendido en los democráticos carritos.

Del partido poco, che. Poquito, poquito. En el primer tiempo apenas un par de tiros libres ejecutados por el Chino Peralta sacudieron la modorra pero encontraron un seguro Lucero Álvarez en el arco. Rampla Juniors en el primer tiempo pareció haber firmado algo similar al Pacto Ribbentrop-Mólotov, aquel que aseguró la no agresión circunstancial entre el Tercer Reich y la añorada URSS.

El picapiedra no pasaba la mitad de la cancha. Apenas el inoxidable Richard Núñez y el argentino Guevara intentaron algo allá por los 23 minutos, pero no pudieron definir de manera eficaz. Nacional mostraba muy poco juego, no aparecía casi ningún circuito de fútbol fluido. Hasta que sobre el final de ese primer tiempo, Peralta mandó una bocha de 40 metros para que desborde Matías Cabrera, quien levantó un centro rastrero que Medina no pudo conectar pero que en el segundo palo esperaba Abero para empujarla al fondo del arco. Nacional se ponía 1-0 arriba, despejando los fantasmas de la semana anterior. Demasiado premio para un amargo primer tiempo, pero pareció un castigo al avaro planteo del equipo cerrense, tal vez empujado por los cuatro días de entrenamiento con el nuevo cuerpo técnico. Demasiada asimetría en lo previo. Con eso Nacional se iba arriba en el primer tiempo con esos “goles que cambian la charla del vestuario”, concepto nunca antes volcado en el periodismo deportivo criollo. El “gol psicológico” es su otro nombre, si de lugares comunes se trata.

El segundo tiempo fue mucho más interesante gracias al planteo del equipo rojiverde. Igual no te creas que daba para entusiasmarse mucho pero al menos no permitía el cabeceo somnoliento del espectador. Los ingresos del colombiano Danilo Moreno Asprilla y el eterno Ismael Espiga sustituyendo a los laterales volantes, le dieron otra fisonomía a Rampla Juniors. En Nacional el ingreso de Gonzalo Bueno, el gurí de 20 años, le dio mucha movilidad al ataque albo.

Y fue el mismo Bueno que a los 7 minutos del segundo tiempo metió un enganche bárbaro a la entrada del área que no pudo definir bien. Ya mostraba la hilacha el gurí. Y a partir de los 10 minutos del complemento, Rampla Juniors tuvo sus 15 minutos de fama. El equipo picapiedra “estaba en partido” utilizando la expresión basquetbolera. De la mano del colombiano Moreno, un negro atlético de 22 años nacido en Medellín, Rampla Juniors apretaba. El del apellido que es un eufemismo para su color de piel, enloqueció a un flojísimo Diego Placente con enganches criminales que le valieron la segunda amarilla por un patadón y la automática suspensión para el clásico de la semana próxima. La más clara no sólo del partido, sino del mundo entero en este fin de semana, la tuvo Ismael Espiga allá por los 20 minutos. Una jugada de otro partido que comenzó con un taco de Guevara, que continuó con un slalom asesino de Marcel Novick dejando a tres tricolores como poste, para luego dejar solo a Espiga a la entrada del área chica con un Popi Muñoz volcado al otro palo. Era empujarla, pero el calvo delantero pateó como para meter una conversión de Rugby.

Cuentan que el pelado volvió llorando al vestuario. Parecía que ahí se moría el partido, y más cuando unos minutos después Gonzalo Bueno aprovechó una desinteligencia defensiva para poner el segundo gol, casi de chiripa, en una pelota que guapeó el Cacique Medina en el área y le quedó a pedir de boca al juvenil. 2-0 y a pensar en el clásico. Esa semana linda “que la gente te lo hace saber”.