Dean desarrolló el concepto “Democracia económica en Uruguay: una utopía real”, definiendo utopía real como la búsqueda de alternativas a formas de organización económica que generan efectos nocivos y la proposición de estrategias transformadoras concretas para implementar en la sociedad. Para ello, se considera la viabilidad económica y política de las alternativas y se discuten las posibilidades de concreción. El concepto reconoce un contexto marcado por acontecimientos como el ascenso de gobiernos de izquierda en la región y Uruguay, y la instrumentación de políticas que desaceleraron los niveles de desigualdad en la región. Pero los límites de estas políticas para producir avances lleva a pensar en alternativas, apuntó Dean.
La idea de democracia económica refiere a una economía basada en empresas controladas por sus trabajadores. Son autónomas, no estatales, pero objeto de una fuerte intervención pública para corregir fallas de mercado y así manejar políticas macroeconómicas y corregir la distribución. Pese a ser una alternativa, sigue existiendo la función de un mercado como elemento de coordinación de las actividades económicas. Planteó que desde varias perspectivas es deseable una organización económica de este tipo. Desde la equidad, una economía organizada con base en una cooperativa de trabajadores implica una mayor desconcentración de la propiedad de capital productivo, dado que los trabajadores son dueños del capital de la empresa. La distribución de ingresos laborales implicaría una mejora en la distribución a la interna de la empresa, ya que la desigualdad salarial es menor que en las empresas capitalistas convencionales. Se constata más democracia en las empresas cooperativas, mientras que las capitalistas, por su estructura jerárquica, no dan espacio para una vida democrática interna.
Pero, además, la democracia no sólo es importante para la cooperativa sino para la economía en general, porque "importantes niveles de concentración de la riqueza y los ingresos generan capacidades de incidencia política asimétricas entre las personas y afectan la calidad de la vida democrática a nivel político de la sociedad”, destacó el investigador. Asimismo, este tipo de organización es deseable en la medida en que también favorece a nivel individual, en términos de realización personal de los trabajadores. En general, el diseño del procedimiento de trabajo afecta la vida de los trabajadores, siendo importante que participen de ese diseño.
Un mito menos
Dean presentó datos del sector cooperativo local correspondientes al período 1997-2010, según los cuales la cantidad de cooperativas de trabajadores creció de 150, aproximadamente, a 220. Luego explicó que, gracias a la literatura empírica de los últimos años, quedó sin evidencia gran parte de las predicciones negativas acerca de los emprendimientos cooperativos y su desempeño en las tomas de decisión sobre empleo, inversión, motivaciones y presuntos problemas con las empresas capitalistas. Pero esas unidades siguen siendo pocas, una fracción del total, nota característica de las economías de mercado capitalistas.
Con relación a la estructura sectorial de las empresas, hay un cambio en la composición: mientras que al inicio del período estudiado la preponderancia estaba en los sectores transporte y manufacturas, hacia su final ganan espacio la enseñanza, la construcción y el comercio, en tanto que la industria conserva su lugar y el transporte baja su participación. Respecto de las tasas de nacimiento y mortalidad, se aprecia un crecimiento neto mayor de cooperativas que de empresas convencionales, siendo similares las tasas de mortalidad.
En cuanto a empleo y remuneraciones, el empleo aumentó más en las cooperativas, y ejemplo de ello se verificó en la crisis de 2002, cuando cayó en la economía en general y no en las cooperativas. Pero mientras las remuneraciones cayeron en toda la economía, en las cooperativas cayeron más, significando que, para mantener el nivel de empleo, los cooperativistas sacrificaron más en la remuneración que los trabajadores en general, analizó Dean.
En el marco del trabajo se realizaron encuestas a cooperativas y empresas convencionales en torno a las tasas de inversión calculadas sobre valor agregado bruto, sobre capital de la empresa y sobre la inversión por trabajador. Aquéllas exhiben niveles menores de capital por trabajador y de producción por trabajador. Según Dean, las cooperativas cuyo salario promedio supera los 12.000 pesos tienen un capital por trabajador de 400.000 pesos. “Es un problema. Los bajos niveles de capital por trabajador indican bajos ingresos, algo a tener en cuenta”.
En el mismo sentido, las cooperativas adquieren menos bienes de capital que las otras compañías y presentan más dificultades de acceso a créditos, de lo que cabe preguntarse si sus bajos niveles de inversión se deben a problemas internos o a discriminación del sector financiero. En el aspecto etario, las cooperativas exhiben una estructura más envejecida. A su vez, la tasa de inversión varía según las edades de los trabajadores. En las cooperativas, más de 40% supera los 50 años y la inversión es de 5%, con lo cual los años de permanencia en ellas son menos por la proximidad del retiro, induciendo bajos niveles de inversión.
Los salarios son más bajos en las cooperativas y sucede lo mismo con los empleos calificados, como las gerencias, implicando una traba para retenerlos.
Acerca del personal ocupado en cooperativas contra el empleo total, la participación es creciente y pasó en el período de 0,4% a 0,6%, estimándose que para 2030 será de 0,9% de mantenerse la tendencia.
En cuanto a la promoción sectorial, Dean ponderó la relación de los objetivos con el tipo de cooperativa: desde la conformada como instrumento de inclusión social de sectores vulnerables hasta las constituidas como vías de salida o modelo de organización económica alternativa. Aquellas ligadas a la inclusión no harían hincapié en el sector de actividad, ni la edad o la calificación de sus trabajadores.
Las orientadas hacia una alternativa de organización económica preferirían las edades jóvenes o intermedias, promoverían la inversión y la calificación, radicarían en sectores más dinámicos y aplicarían criterios específicos en algunos. Si las cooperativas tienen más problemas en los sectores intensivos en capital, debería promoverse su instalación en sectores que no lo requieran, recomendó Dean, ejemplificando con el taxi.
No es lo mismo
El decano Arim, a su turno, expuso sobre la equidad, celebrando que, progresivamente, los discursos académico y político fueron dándole al tema un lugar importante. Precisó que en las décadas anteriores el debate se centraba en la generación de conocimiento y herramientas para abordar la privación y la extrema pobreza. En la literatura académica, la equidad comenzó a analizarse en cuanto limitante para el crecimiento económico y factor normativo deseable, aunque también en términos de factor de eficiencia.
El académico destacó que Uruguay ha diseñado una agenda encaminada al objetivo de la equidad: la reforma tributaria, una de cuyas dimensiones fue la distribución; los cambios en la matriz de las políticas sociales, en particular el plan de equidad; y la instrumentación de los mecanismos tripartitos en el marco de las relaciones laborales.
Después comentó el registro de indicios de mejora en los niveles de distribución de ingresos, ponderando que, al menos, se detuvieron las tendencias a la desigualdad, y dijo que la tendencia moderada hacia la caída de la pobreza desde 2007 se explica por la incorporación de esos nuevos dispositivos de política social.
Un elemento a tener en cuenta es la capacidad de acceso de los diferentes sectores al mercado de créditos, ya que una persona con resto patrimonial tiene más incidencia en su capacidad de acceder a nuevos activos. Recordó que algunos segmentos sociales deben acudir a empresas colaterales (financieras) que operan en un mercado de crédito más desfavorable, que exige intereses más altos y supone riesgos más grandes ante situaciones adversas.
La visualización de nuevos avances en la agenda de equidad se vincula a una situación de crecimiento sostenido. “El crecimiento (económico) importa porque mejora pero, al mismo tiempo, implica un contexto donde adquiere relevancia la instalación de políticas que hacen a la distribución del ingreso”, resumió Arim.
Asimismo, para impulsar cualquier proceso de diversificación de la matriz productiva es indispensable desarrollar el nivel educativo. Se pueden instrumentar medidas para la diversificación de ciertos sectores con contenido tecnológico más alto en términos de valor agregado y se puede tener éxito aun si el contexto no verifica una aumento de la oferta de trabajo calificado. Pero los resultados finales en términos de equidad pueden ser muy distintos, apuntó. “Es un Uruguay con crecimiento pero desigual: la diversificación de la estructura productiva no conlleva niveles de equidad”, reconoció.