No creo que hayan sido más de diez o 15 minutos, pero alcanzaron para matizar la pobre imagen que Nacional brindó de enero en adelante. También para que el Morro anotara el primer gol del partido, al que se le sumaría otro convertido por Porta en el segundo tiempo. Los tricolores derrotaron a un desconocido Liverpool 2-0 pero, fundamentalmente, tuvieron momentos de cierta tendencia al juego que se les exige. Suficientes para ofrecer un espectáculo contrastante con los anteriores, en los que la escasez de creatividad hizo del Nacional 2011 el menos carrasquista de los equipos de Carrasco que he visto.

Una clave: el rendimiento de Viudez. Cuando fue delantero por la derecha se aburrió de abrir puertas. Con berretines de ajedrecista, el técnico Favaro no confirmó la formación de Liverpool sino hasta después de conocer la ubicación que le daría Carrasco. Le jugó su mejor carta defensiva, el rendidor Juan Álvez. Pero si estaría inspirado Tabaré que ni el Ñol pudo con él. De entrada, se le fue en la jugada que terminó con pase-gol para el 1-0. Más adelante, forzó un planchazo válido por un penal que Falce omitió pitar. Cosa rara en el defensa de los de la Cuchilla, de los más limpios y seguros que tiene el fútbol uruguayo.

La inspiración de Viudez fue el antídoto perfecto contra los ansiosos pelotazos repetidos en los últimos partidos de Nacional. El ex violeta se volvió un nexo rápido entre el medio y el ataque y generó una cantidad de jugadas bajas y veloces. Pastillas para la memoria de un equipo que últimamente se presentaba estirado y desconectado.

Más que los méritos de Liverpool, las lagunas de Nacional le quitaron brillo al puntero. JR lo hizo alternar con Charquero, que inicialmente se presentó como delantero por izquierda. Por esa punta, Tabaré bajó su rendimiento. Su caída fue la del partido, porque a un Nacional menos incisivo se le sumó la incapacidad que los de la Cuchilla estiraron durante los 90 minutos.

Es extraño que un equipo con la riqueza del negriazul ande tan bajo en la cancha y en la tabla. Tras su tempranera eliminación de la Libertadores, algunos pensamos que estaba ante el escenario ideal para hacer un gran Clausura gracias a las posibilidades de un plantel armado para la doble actividad. Pero ahora nos preguntamos si no será que esa misma eliminación internacional le quitó motivación para encarar el fútbol de entrecasa.

Anteayer tuvo importantes errores defensivos y una llamativa liviandad ofensiva. ¿Los desaciertos del fondo no estarán ligados al pragmatismo propio de Favaro? El DT suele alternar sistemas e, incluso, apostar a la polifuncionalidad de no menos de cuatro o cinco jugadores que muchas veces cambian de puesto en medio de un mismo partido. Lo que no quiere decir que rindan igual en todos.

Adelante, Figueroa y Alfaro no fueron ni la cuarta parte de la dupla que supieron ser. Para colmo, el armador Figueredo se excedió en el traslado y Felipe casi no jugó. En el medio, el enorme y solitario Píriz le torció el brazo al doble cinco Acosta-Pozzi, ése que sería Macchi y uno más si no fuera porque Carlitos está lesionado y tiene para un rato de inactividad. Recién con los ingresos de Maureen Franco y del juvenil Carlos Núñez, Liverpool tuvo otro apego por la pelota. Pero a esa altura era tarde. En medio de una cancha inundada, el banco de Nacional respondió cuando la inspiración de los titulares parecía acabada: Gallardo fue tan profundo como ordenado y Porta bajó la cortina. La dosis de carrasquismo no será la esperada, pero el sábado posiblemente haya sido la más elevada en unos cuantos partidos.