Escuchá, la gente todavía estaba aprontando el mate, preparando una picadita o destapando una checha -para el caso vale la desprolija imagen de un tetrabrick Santa Teresa-, y ¿podés creer que Peñarol ya iba ganando? A los 58 segundos, de pelota corrida a toque y toque en abanico de derecha a izquierda buscando el mejor último pase, que fue el que al final encontró Mier, que con zurdita habilitó al justitito habilitado Juan Manuel Olivera, de profesión goleador, que lo que hizo fue amartillar la derecha y mandarla al fondo de las redes cuando el segundero aún no había completado su primera vuelta.
Casi de inmediato el Tomba tuvo el empate, pero en esos minutos fue apenas eso y los aurinegros se acomodaron a un equipo muy vertical pero con cierta ingenuidad y egoísmo. Peñarol planteó el juego con un equipo cortito con sus líneas muy apretadas y fácilmente desplegables, que tenía en su contra que se amontonaba en la mitad de la cancha que defendía, y a favor que las veces que consiguió la pelota limpia pudo ejecutar rápidos y buenos contragolpes. Fue a los 21 minutos cuando otra conexión Mier-Olivera estuvo a punto de darle el segundo, pero la definición de Juan Manuel no fue lo precisa que pedía la ocasión.
Tengo para contarte una exquisitez de Mier apenas por arriba del travesaño y una zurcida del jovencito surgido en Fénix que sacó terrible chumbazo, pero de un saque lateral la pelota derivó en el mercedario Fabricio Núñez, que calesiteó y metió un centro pasado para que Ramírez, increíblemente solo, anotara el empate cuando iba media hora de juego. Ahí se cambió el trolley del partido porque los mendocinos atacaron mucho y bien, pero una nueva conexión de Mier, de excelente juego, con Olivera hizo que el grandote volviera a sacar la lengua tras anotar en palomita el 2-1.
El segundo tiempo comenzó con nuevo intento de empuje de los locales, que incorporaron al Chino Navarro entre los de arriba. La cosa se fue poniendo espesa y ya en el cuarto de hora estaba insoportable: todos ataques de los mendocinos con buenos chumbazos de afuera del área o abriendo el juego por derecha con la dupla de orientales Carlos Sánchez-Fabricio Núñez, y de los manyas nada. No podían salir y te terminaba dando rabia porque el partido estaba lindísimo para ganarlo.
Una larga, larguísima carrera con tropezones de Martinuccio y una definición perfecta por arribita de Torrico de Luis Aguiar culminó en el tercer gol de los carboneros. Precioso contragolpe tan lindo como el gol. Si dio sensación de que ése era el resultado que se ajustaba a lo que había sido la competencia entre esos dos colectivos, el impasse de nueve minutos por apagón y la entrada de Albín y Torres ayudaron a que se fuera cerrando el partido con la victoria aurinegra.
El triunfo no sólo fue bueno para empezar a sumar y emparejar todo el grupo, sino que dejó una buena sensación del potencial que puede tener este equipo cuando ajusta propuesta táctica adecuada con buenas prestaciones de sus futbolistas.