Aunque en el camino pasó por zonas de turbulencia, Nacional llegó ayer al final de temporada con éxito pleno. El estilo que define su actuación no fue plenamente el esperado, el de la contundencia ofensiva y el lucimiento en el despliegue colectivo que pregona su director técnico, Juan Ramón Carrasco, pero éste, igualmente, se erige, en la hora del cierre de balance como el conductor del equipo que impuso superioridad, que fue efectivo y que no falló en las etapas finales del torneo cuando sólo quedaron Peñarol y Defensor Sporting como rivales. Los aurinegros fueron postergados primero y los violetas resistieron pero no les dio la fuerza para forzar una finalísima de dos o tres partidos.

“No les dio la fuerza”, se dice: aunque colectivamente el equipo peleó hasta la instancia que pudo ser de media semifinal, el balance de calidades futbolísticas en la comparación individual le daba saldo negativo y eso se reflejó ayer. La dupla Repetto-Bondela nutrió de fuerza colectiva a la formación pero no le podía dar lo que había perdido en abundancia entre Apertura y Clausura, y esas carencias se notan a la hora de los hornos, cuando se vienen las más difíciles.

La final fue un partido de tono menor salvo, nada menos, en la emoción latente que estaba presente y en las ganas del “¡ganar ahora!” que puso el tricolor.

Defensor se presentó con pequeñas sorpresas: un planteo de 4-4-2 mucho más neto que en otras oportunidades. Dos líneas de cuatro muy marcadas con Aleman, otras veces enlace solo o acompañado por el paraguayo Aranda, esta vez integrado a un intento de ganar superioridad en la zona clave del mediocampo, con esos cuatro contra el trío del contenido tararirense Facundo Píriz y los desdobles de dos valores que terminan la temporada asentados, talentosos y cumplidores, Matías Cabrera y Mauricio Pereyra.

Ese esquema elegido por Defensor tenía un déficit probable -y algo de eso se vio en la cancha-: ponía dos barreras colectivas fuertes, pero no los escollos más numerosos con coberturas sucesivas más adecuados ante un rival que busca herir, preferentemente, por la vía de sumar habilidades y espíritu atacante aunque no siempre lo concretado esté a la altura de lo ambicionado.

En los hechos ni el Paragua, ni Sebastián Suárez ni Aleman lograron convertirse, aunque sea en forma pasajera, en atacantes acompañantes y alternados de Nacho Risso y del peleador Texeira. Al no ocurrir eso, la defensa tricolor mandó todo el partido, incluso cuando, en el segundo tiempo, llegaron los tres cambios de ataque, que naufragaron tanto por el nerviosismo propio como por la convicción de los liderados por Lembo y Coates.

El gol de Nacional no fue un accidente. En un tiro libre frontal es ley de juego que la pelota pueda rebotar en la barrera y entrar dejando inerme al golero. Eso sucedió una vez más tras el tiro potente de Viudez contra su ex equipo.

Después de eso Nacional apareció aplomado y suficiente. Igual pasó situaciones riesgosas, como un gran tiro de Aranda en carrera y de frente al arco atajado por Muñoz o cuando Porta perdió una pelota, una más entre tantas en el primer tiempo, y el juego derivó hacia Aleman, quien tiró fuerte y afuera, o cuando Texeira invadió por la derecha y resolvió con un tiro paralelo a la línea de meta que pasó frente al arco sin que algún compañero estuviera en posición de aprovecharlo.

Ya en el segundo tiempo, Nacional encontró espacios para imponer una superioridad por momentos clara y las respuestas defensoristas se tornaron espaciadas y nerviosas, apuradas e imprecisas.

Los mejores momentos tricolores estuvieron entre los cinco y los 25 minutos del segundo tiempo en ese período, cuando entró Gallardo -entre aplausos y coros- para aportar su capacidad de pase y combinación uniéndose a Cabrera, Pereyra, Viudez y el botija López. Pero no llegó el gol de la tranquilidad y lo que pudo ser una exhibición de lujo terminó en un triunfo por mínima que no permitía excesos y apuntaba al pragmático “ganémoslo así, igual somos campeones”.

Y lo fueron porque los números lo avalaron ayer y en el resto del torneo por meses transcurrido. En la recta final no falló el equipo de Juan Ramón. Cosa rara: más eficiente que espectacular, más utilitario que idealista. El festejo, eso sí, fue como siempre, a todo dar.

Nacional es el campeón y en la próxima temporada internacional será, por derecho propio, nuevamente, animador de la Copa Sudamericana este año y de la Copa Libertadores en el primer semestre de 2012 desde la fase de grupos. Y hay un trofeo más en las vitrinas, casi una costumbre.