Un joven amigo de esos que da la vida por intermedio de los hijos me sorprende con el nick  o estado de su canal de chat. Dice: “Institucionalización de los procesos de las selecciones y la formación de sus futbolistas”.

Juan, que aún juega al fútbol, que se prepara académicamente para ser el cronista del mañana, que domina estos asuntos de las redes sociales y sabe del peso de estos disparadores, no es consciente de que me ha provocado a escribir con esa acción tan ordinaria y cotidiana como poner “Escucho a la Triple Nelson” o “Vuelvo dentro de un rato”. Me demuestra, como la manzana de Newton, que con una acción tan simple como precedida de enormes complejidades, la de alzar una copa, se ha logrado una invalorable demostración para las generaciones que ya están prontas para tomar el mando del presente: el trabajo, el orden y los proyectos -con los pies en la tierra o como sueños con cola para que no coleen- pagan.

Fue hace cinco años, no diez como le pregunté, en ocasión del primer número de la diaria, el del 20 de marzo de 2006, cuando decidimos que Tabárez se expresara. No era que viniera de leer un libro de Ray Bradbuy, tampoco había estado descargando información de Volver al futuro ni nada que se le parezca.

Antes, algunos entrenadores contestaban con firmeza y cierto desdén que ellos no estaban para hacer futurología. Naturalmente, sabía que el Maestro Óscar Washington Tabárez no se iba a molestar ni mucho menos cuando le propusiera hablar de futuro, en realidad de unos añitos, de una década después, del 20 de marzo de 2016, que debe caer algo así como... Le pregunté cómo pensaba que iba a estar el fútbol uruguayo dentro de diez años, que no es otra cosa que el plazo inicial para desarrollar su plan de relanzamiento de las selecciones uruguayas.

“Yo lo imagino con la misma dependencia económica de los centros organizados más poderosos económicamente que están en Europa, pero también me lo imagino,  porque confío en que lo que intentamos pueda tener éxito no sólo en el lapso en que me toque actuar a mí sino para el que venga, con una adaptación más racional para este estado de situación. Hay que hacer algo para, por lo menos, compensar efectos de esa dependencia. Creo que además es lo que se hace en otros lados y les ha dado resultado”.

El desarrollo de su idea es continuo. “Hay que tener la humildad suficiente como para aceptar que no hemos hecho las cosas de manera programada, secuenciada, y que ha habido grandes cambios sociales en estas dos o tres últimas décadas. Las sociedades urbanas son diferentes, el ocio que tienen o el tiempo de ocio de los niños es menor cuando tienen obligaciones y los que tienen más tiempo quizás no lo dediquen al fútbol o a los deportes y sí a cosas que no son formativas.  Antes, desde tres o cuatro décadas atrás se podía dar naturalmente la formación de futbolistas, pero en este estado de cosas tiene que ser planificada, programada y secuenciada. Estoy convencido de eso y nosotros ahora comenzamos como un modesto aporte y tratamos de ser ambiciosos pero no utópicos. Creo que en la medida en que las cosas que proponemos se vayan afirmando, tenemos que intensificar estos aspectos de trabajar a largo plazo, tener visiones mediatas de las cosas; ésa es la idea”.

Esa idea es la que interpreto que ha marcado a Juan y a su pueblo, de alguna manera alineados en el mundo de los sueños o en el de los queyala con tufo a caudillito a los que ahora se les puede demostrar que claro que se puede alzar la copa, pero no tiene que ser a las patadas ni diciendo que los otros son cagones, ni tirando el centro a la olla, ni al pelotazo. Se puede ganar como se ganó, con un esquema inteligente, bien pensado y, fundamentalmente, con el esfuerzo, el aporte y la concentración plena de los jugadores escogidos para salir a defender la ilusión de esos miles de hogares, estadios y bares llenos, que empujan pero no juegan.

Creo que nadie va a pensar que los uruguayos les podemos ganar a cualquiera y cuando queramos, pero estas últimas presentaciones del fútbol celeste son una demostración de que con convicción y concentración, pero además con el juego más adecuado a las características del fútbol uruguayo contemporáneo, se puede dar batalla, ganar aun sin ganar en el marcador, ganar en la convicción de que es posible, con ideas, con cabeza y con seriedad. Se puede tener la confirmación y no la sensación de que ahora y no en los 60, 70, 80 o cuando quieran, se puede ir a ver un partido confiando. Para ello es preciso planificación, trabajo y sueños.

En un país donde hace 100 años el rector de la Universidad tomó firme posición a favor de ese novel deporte en el que un montón de muchachos, copiando a los gringos que bajaban de los barcos, corrían atrás de una pelota, no debería llamar la atención que la academia, la organización, la racionalidad, el sistema, la creación y la recreación tomen forma de estructura futbolística. Sin embargo, la aparición de un tan simple como complejo proyecto de desarrollo del fútbol a través de la selección nacional sorprendió hace ya cinco años cuando Tabárez lo dio a conocer públicamente en la Asociación Uruguaya de Fútbol, haciendo oficial un compendio de ideas y acciones que venía manejando desde su reasunción como entrenador principal de las selecciones nacionales, en marzo de aquel año.

La Copa está en casa y no es casualidad.