Impresionante el marco de público y el clima que se vivía en el gigante estadio Azteca. Los chiquilines salieron a la cancha de ese mítico estadio quizás sin darse cuenta de que ese día iba a ser histórico, fuere cual fuere el resultado, porque estaban pisando un terreno lleno de gloria, iban a enfrentar al local y a jugar contra 105.000 personas. Seis veces ya se habían medido estos equipos en la etapa de preparación previa al Mundial, con tres victorias para la celeste, una para el Tri y dos empates.

Ambos equipos salieron a jugar la final con cambios en sus alineaciones titulares: en el local no estaba Julio Gómez, el pibe que le dio la clasificación a la final -vendado y todo- ante Alemania, en la hora no fue de la partida por precaución, debido al golpe que sufrió en la cabeza. En Uruguay Fabián Coito mandó a la cancha como titular a Guillermo Méndez por Santiago Charamoni y se produjo la vuelta a la titularidad de Jimbo Varela, quien no estuvo ante Brasil por haber recibido su segunda amonestación ante Uzbekistán. El pibe con nombre rockero ingresó por Heber Ratti.

El podio

Por el tercer y cuarto puesto jugaron un partidazo Brasil y Alemania, con victoria y podio para los alemanes. Terminó 4-3 a favor de los germanos y de esa manera los minitanques pudieron colgarse la medalla de bronce.

Comenzó el encuentro y la primera fue un tiro libre de Emiliano Velásquez de atrás de la mitad de la cancha que picó bien alto y se fue por encima del vértice del arco mexicano. No era una jugada elaborada ni mucho menos, pero fue un ¡uh! para los pibes celestes. Me gustó el arranque dl Guille Méndez. El de zapatos fucsias se pegó una linda apilada con posterior pase en profundidad a Elbio Álvarez, quien no pudo llegar a tomar la bocha. Si iba a un poquito más suave el pase era linda para Uruguay. El número 10, Guille, después quiso meter una bandideada y hacerse del balón pero con la manito: el juez lo vio de toque y lo amonestó.

Pasados los 20 minutos se vio una fea imagen televisiva. El chico de Liverpool, Rodrigo Aguirre, fue a pelear una pelota al área de México y chocó su cabeza con la del golero mexicano, que salió con toda a defender esa pelota aérea. Ya a los 25 se venía el primer cambio en Uruguay, porque Rodrigo tuvo que salir, por él ingresó Juan San Martín.

No daba respiro por momentos el match, y tremenda contra salió desde campo uruguayo por parte de Moreira, que se la pasó a Méndez, éste a Álvarez, quien pegó de derecha y pasó cerca del arco de México. ¡Uf, era clarita la contra! Estuvimos cerca del 1-0. La réplica fue otra jugada peligrosa, pero de México, por suerte la pelota se fue al costado del palo derecho del segurísimo Cubero.

Se nos vinieron. Y también se vino el gol. Briseño, después de recibir un pase-cabezazo al medio del área celeste la mandó adentro. El capitán ponía el 1-0. Una lástima. Y encima, ¡el palo!, ¿por qué? Terrible zurdazo de Elbio Álvarez fue a parar al caño izquierdo de Richard Sánchez en la jugada posterior. Estaba divino para clavar el empate rápidamente. Y el que estaba clarito era Elbio Álvarez. Tenía que entrar. El final de la primera parte dio para que México tuviera una clarita por parte de Fierro, quien puso la bola a colocar en el ángulo izquierdo de Cubero: pasó cerca y se fue afuera. 1-0 abajo y a remarla para el segundo tiempo.

Y conocí el estadio Azteca

El segundo tiempo arrancó como terminó el primero, con México confiado y tirado arriba y Uruguay esperando un poquito pa' ver qué pasa. Ahora ya con menos tiempo pero con todo para empatar, más bien teniendo la sensación de que el resultado no era justo. Pero México utilizó el nerviosismo de los pibes de Coito para sacar ventaja: por momentos Uruguay quedaba muy expuesto en el fondo, es que más allá de no querer transmitirle una presión ni una obligación por ganar, andá a decirle a los chicos que ya cumplieron con llegar a la final.

Y Uruguay fue al frente nomás. Con todo los chiquilines, y no sabés como ligaron los mejicanos, otro palo los salvó. Ahora San Martín remató y la pelota dio en el caño. Crecían los chicos. Igualmente, México no se quedaba atrás. Se veía que el empate podía llegar tranquilamente para los nuestros, pero, ojo, cuando atacaba el local generaba peligro. Quedaba el gusto amargo de haber tenido sólo una distracción en el fondo, por eso ganaba México.

Y a la larga hay que decir que es un gran equipo el local, y ya con Uruguay mandado al ataque llegó el segundo: la contra furiosa la terminó Giovani Casillas y le dio al Tri la séptima victoria consecutiva y el campeonato mundial. Sólo resta decirle a este equipo uruguayo que verlos estuvo tremendo. ¿Frustración? Ni ahí. El camino es la recompensa, ellos son campeones también.