Ver el debut en la madrugada, pudiendo explayarse con tiempo ante posibles compañeros de televisión acerca del campeonato de selecciones más antiguo del mundo, las glorias pasadas y los futuros goles de Luis Suárez.
Escuchar a periodistas televisivos recordar curiosidades (“Como Héctor Scarone, hay algunos jugadores que comparten el privilegio de haber sido campeones continentales, olímpicos y mundiales a la vez. En todos los casos son uruguayos”).
Recibir estoicamente el grito de gol de unos cuantos chilenos, que empataban el partido y querían festejar por Madrid, con la idea de que ahora sí podían ser campeones. Y tener confianza en que, al final, lo más probable era que no pudieran y fuésemos nosotros los que la ganáramos. Sentirse al borde del botijeo de países al estilo Juan Ricardo Facio, pero detenerse un centímetro antes.
Ver a los futboleros españoles corregir a sus compatriotas que menosprecian el fútbol de Uruguay.
Escuchar a un corresponsal de una radio bilbaína desde Buenos Aires ante el cierre de la serie de grupos: “Creo que Argentina no está nada contenta con tener que enfrentar a Uruguay”.
Explicar en Bohonal de Ibor (Extremadura, 500 habitantes) que el partido no estaba liquidado sólo porque hubieran quedado 11 contra diez y en un equipo estuvieran Messi, Higuaín y Mascherano. Lamentar que el cierre del partido llegara a las 3 AM, cuando ya no era elegante despertar a los incautos seguidores de Messi y Neymar (que se fueron a dormir convencidos de la victoria argentina) para hablar de lo colectivo en el fútbol y, de paso, desparramar un par de mitos celestes.
Detectar cuando a uno se le está yendo la moto con esto de poner el fútbol como metáfora de todo y de comentar la Copa América con gente a la que la competición la tiene sin cuidado. Disfrutar del síntoma.
Volver a Uruguay el día de la 15ª vuelta olímpica, para leer y conversar hasta morir sobre la cantidad de veces que festejamos, siendo el 8% de la población argentina y menos del 2% de la brasileña.
Ver a estos jugadores con esta camiseta. Saber que estaba todo bien si no se ganaba la final. Ganarla.
Delicias de la Copa en el Departamento 20
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