Es mediodía. El sol entra a pleno por las ventanas del hotel Intercontinental. Afuera, el centro porteño arde, pero adentro es todo tranquilidad a pesar de la cantidad de periodistas que invaden la planta baja. En el hall, Diego Lugano no larga el termo y el mate por nada del mundo. De mañana, en la merienda, de tardecita, a la hora de las visitas, en la charla técnica... Lo lleva hasta a las prácticas. “Es el encierro, si no me vuelvo loco”, se ríe. “El problema es después, de noche, para dormir”, agrega. El alguna vez pichón de Paolo Montero lo sucedió y hoy es capitán y referente del equipo. Cuando le recordás que decían que le pesaba el brazalete de capitán, vuelve a sonreír. “Las críticas son parte de la cosa”, responde. Se lo nota sereno, convencido, como disfrutando del momento.

-¿Cómo vivís las horas previas a tu primera final con Uruguay?

-Son momentos especiales. Mucho tiempo laburando para llegar a este lugar, para que el mundo valore nuestro fútbol. Pero llegamos acá de una forma y por una razón, así que no hay que cambiar nada, ni en lo futbolístico ni en lo extrafutbolístico. Tenemos que seguir con la misma mentalidad sabiendo que el domingo nos jugamos mucho.

-¿Cómo se hace para que lo emotivo no termine siendo contraproducente en una instancia como ésta?

-Lo conversamos mucho entre nosotros. Sentimos demasiado la camiseta, lo que representa para nuestra gente, y eso a veces es contraproducente. Entonces cuando sentimos que nos pasamos de revoluciones nos reunimos y lo hablamos en el grupo. Bajamos la pelota. Esto es fútbol y no podés jugar emocionado. Por suerte somos varios con experiencia y tratamos de controlar ese tema.

-¿Cómo vivís el vínculo con la gente, que le tiene un cariño particular a esta selección?

-Nos lo ganamos con trabajo. La gente desea que a esta selección le vaya bien; creo que ése es el mayor mérito que hemos tenido. Y nosotros disfrutamos mucho del cariño de la gente. Nos parte el corazón cuando alguien te dice que está más orgulloso que nunca de ser uruguayo. Por eso es tan importante lo que te decía antes, lo de mantener la tranquilidad, porque si uno traslada a la cancha lo que siente cuando recibe todo ese cariño, se complica.

-El otro día, el periodista argentino Chavo Fuchs decía que los jugadores argentinos, llegando al hotel, parecían los Rolling Stones. Da la sensación de que ustedes tienen un vínculo mucho más terrenal con los hinchas.

-Siempre fue así durante estos años. Es lo menos que podemos hacer sabiendo lo que significa la selección para el país, lo que sufre, festeja, se identifica la gente con la selección. Nosotros tenemos que estar a la altura de todo eso y tener por ellos el respeto y el cariño que merecen.

-Están a un paso de hacer historia…

-Sin duda. Estar en esta instancia es una oportunidad enorme de hacer historia. Hasta ahora la estamos aprovechando y el domingo tenemos la última parada. Es un momento especial, una oportunidad que muy pocos vamos a tener y con la que muchos soñarían. Así que hay que aprovecharla e intentar quedarnos con la gloria.

-¿Preferías a Paraguay o a Venezuela?

-El fútbol sudamericano está muy fuerte, es muy competitivo, por algo cinco sudamericanos pasaron de fase en el último Mundial. Tocó Paraguay en la final, pero fuera quien fuera es muy difícil, porque por algo llegó a esta instancia.

-Se dijo de vos desde que te pesaba el brazalete hasta que estás lento para marcar, ¿cómo llevás ese nivel de críticas?

-Hay que tener las cosas claras. Tenés que estar preparado para las críticas. Por ahí se habla más del técnico y del capitán de la selección que del propio presidente de la República. Tenés que estar dispuesto a recibir críticas y elogios, pero nunca perder de vista que son eso. Y que representás a un país, un pueblo, una identidad. Eso está por encima de cualquier crítica y de cualquier elogio. Para nosotros significa mucho estar acá; eso no tiene precio.