En el primer renglón de la lista de las sorpresas positivas del Apertura, se lee el nombre del equipo de Tato Ortiz. Cerro es una de las buenas noticias del torneo, que lo tiene a un punto del líder Peñarol. Ayer defendió su capital con un merecido pero trabajoso triunfo por 2 a 1 ante Liverpool, al que recién quebró a falta de 11 minutos para un final festejadísimo por los casi 2.000 cerrenses presentes en el Tróccoli. Mastriani fue el padre de las alegrías, con dos golazos que aportaron una cuota de Blem para que la victoria brillara un poquito más.

El primero llegó cuando el equipo atravesaba por su mejor momento, que se extendió durante cerca de media hora. Fueron 30 minutos con bastante profundidad y sorpresa, dos ingredientes básicos en la propuesta albiceleste. Íntimamente ligados a los logros que se acumulan con el paso de las fechas. La verticalidad se apoya en salidas rápidas de dos laterales ofensivos, como Ravecca y Camacho. El primero, que hasta esta temporada jugaba como delantero, cuando domina su apuro busca conexiones hacia el área o fútbol corto con los volantes ofensivos. El segundo, en cambio, es menos vertiginoso y saca interesantes remates. Los tres media puntas constituyen una escala obligada para un fútbol, que con frecuencia, muere en búsquedas en diagonal, para que Mastriani haga el resto. Recomiendo que vean cómo, cuando se cumplían 22 minutos, el anotador y Omar Pérez construyeron la pared que puso al delantero rumbo al 1 a 0.

Al principio, Liverpool repitió un problema grande: combinó una corta tenencia de la pelota con una liviandad alarmante. En ese contexto, fue de otro partido el golazo con el que Royón empató. Como casi en todos sus goles, contó con asalto al área por la banda derecha y zapatazo a la carrera. Disimuló la ineficacia de Alfaro y Lalinde, que jugaron el primer tiempo perdidos entre zagueros dominantes.

Al planteo de Demarco le cabe una crítica que vestiré de pregunta: ¿por qué no planteó un segundo tiempo más osado? Es que el empate llegó poco antes del descanso e incomodó a Cerro. Pero Liverpool, aunque menos agobiado y más amigo de la pelota, eligió contragolpear y modificarse en función de los cambios ajenos o de la última desventaja. En cambio, Tato Ortiz llenó la cancha de jugadores con perfil ofensivo: terminó con Varela y Machado como puntas, Mastriani y Alonso más atrasados y Queiro parado al lado de OJ. Y por más que su equipo dominó sin tener el vértigo del comienzo, Mastriani demostró que el Ñol Álvez es humano y le robó la pelota que desempató la tarde.