La tarde de ayer en la capital era realmente primaveral, como pocas lo han sido desde el equinoccio. Aunque invitaba para disfrutarla al sol, a pocos metros de la rambla de Ciudad Vieja había una cita pendiente: cerca de 25 personas se absorbieron en los mundos que transcurrían allí dentro y no salieron del recinto hasta la nochecita. Valió la pena. Se trató del encuentro de colectividades “Conociendo y profundizando nuestras historias” que organizó Mundo Afro en el marco de un convenio con el Ministerio de Educación y Cultura (MEC).

Asistieron representantes de la Comunidad Israelita del Uruguay, del Consejo de la Nación Charrúa (Conacha), del Consejo Causa Armenia del Uruguay de Mundo Afro y del grupo Shoá, memoria y legado del Holocausto. Fue una primera reunión con el objetivo de conocer las historias de cada colectividad y a partir de allí coordinar acciones en conjunto.

Multicultural

Había personas de todas las edades, colores y estilos. Sin embargo, predominaban las similitudes, el rescate que cada uno hacía de sus colectivos y la coincidencia de nudos en el presente.

Sahi Abend, director de Juventud de la Comunidad Israelita del Uruguay, hizo una sintética reseña de la historia judía, su peregrinaje por el globo y las diferentes interacciones que surgieron en cada lugar, incluso en Uruguay. Los judíos llegaron a estas tierras en el siglo XV porque en 1492 fueron expulsados de España y Portugal, donde se habían asentado muchos de ellos; Abend habló de la oleada mayoritaria, arribada a fines del siglo XIX y principios del XX, mientras aquí se daba una “revolución laica” que fue favorable para la inserción de la comunidad, que instaló sinagogas e incluso un cementerio judío. Ya situado en el presente, el expositor comentó que en Uruguay hay ocho movimientos de judíos jóvenes. En la actualidad enfrentan un desafío que ya es parte de su historia: el equilibrio entre la continuidad de las tradiciones y la integración de las nuevas formas de vida de las realidades en las que están insertos.

Las traducciones de términos a su verdadera lengua fue una constante en el discurso de Abend y una de las principales coincidencias con la exposición del Conacha. Los descendientes de charrúas hicieron una exposición colectiva, aunque el hilo orador lo llevó Martín Delgado, uno de los jóvenes. Reseñó la historia y la cultura surgida hace 7.800 años, según dijo. Identificó los territorios donde estuvieron asentados; habló de la organización social, económica y política, de la espiritualidad y sus rastros en el presente.

Delgado mencionó también la negación de la cultura actual; precisó que, a diferencia de los judíos, acá no se ha podido mantener los cerritos de indios, que “no tienen ningún tipo de protección y están siendo tumbados para agrandar las plantaciones de arroz”. Luego habló de la invasión europea, historió los cuatro siglos de resistencia y la matanza de Salsipuedes, el genocidio de los charrúas ordenado por Fructuoso Rivera, a quien identificó como “un mestizo que actuó en representación de las clases más aristocráticas”. El derribe de figuras uruguayas también llegó a José Pedro Varela por la homologación de la educación, la pérdida de la diversidad cultural y la exclusión del habla charrúa de las aulas uruguayas.

El Censo 2011 proporcionó datos alentadores para la colectividad: 5% de la población dijo tener ascendencia indígena, mientras que una década atrás sólo 0,8% se había identificado como tal. “Estamos al rescate”, dijeron los oradores, aunque se definieron “como hormigas” en un país en el que “a nadie le interesan los pueblos originarios”; dijeron sentir “la incredulidad y el desprecio”.

Evelyn Einhorn y Karen Sass expusieron por el grupo Shoá, cuya actividad comenzó en 2008 con una muestra en el Subte de Montevideo. Desde 2010 se centran en dar charlas a grupos de tercer año de liceos públicos y privados. Comentaron que hacen una defensa de los derechos humanos a partir del aprendizaje del Holocausto, y que parten de esa experiencia para conversar sobre situaciones de discriminación planteadas por los estudiantes.

Viken Boyadjian y Cristina Nerguizian, del Consejo Causa Armenia del Uruguay, reseñaron el genocidio armenio por parte del Imperio Otomano, hoy Turquía, cuyo plan sistemático se desarrolló entre 1915 y 1923, y asesinó a un millón de personas. Habló de “la limpieza étnica de la zona”, de la expulsión de los armenios de su territorio y de la usurpación de sus bienes. Ambos oradores eran la tercera generación de armenios nacidos en territorio uruguayo, que padecen también el desuso de su lengua materna.

Dijeron que Uruguay fue el primer país en reconocer el genocidio armenio, en 1965, pero mencionaron los países que aún no lo han hecho, entre ellos, Turquía, Estados Unidos e Israel. En ese punto, Abend señaló: “Yo como judío siento vergüenza de que Israel no lo reconozca” y comentó que son varias las organizaciones que, como él, se separan de la posición del Estado. Boyadjian rescató justamente ese elemento para valorar que “la sociedad civil puede hacer cosas que el Estado no puede”, y llamó a trabajar en conjunto: “Es una causa de los derechos humanos, de la humanidad”, dijo y recordó que Hitler se amparó en la frase “¿quién se acuerda hoy de los armenios?”. Concluyeron: “La única forma de combatir esto es juntándonos y trabajar juntos”.

Más tarde hablaría, en nombre de Mundo Afro, Ernesto Rodríguez, coordinador territorial del MEC. El vocero adelantó a la diaria que reseñaría cómo llegaron los afrodescendientes a estas tierras y los procesos culturales como las cofradías, las salas de nación y las comparsas. Resaltaría el impacto de la discriminación racial: “Por qué 75% de las mujeres negras trabajan de domésticas y 48% de los jóvenes afrodescendientes no terminan la educación secundaria porque tienen que salir a trabajar”.