La fecha que pasó del Apertura parece haber decidido la suerte del torneo. Después de los tropezones de Defensor Sporting y El Tanque, Peñarol aprovechó la ocasión, le ganó a Wanderers 2-1 y si el próximo fin de semana le gana a Juventud de Las Piedras se habrá quedado con el primer campeonato de la temporada, ése que no gana desde el lejano 1996. Ayer antes de empezar a jugar los aurinegros ya habían tenido alegrías externas, luego del empate de Defensor y el de El Tanque con Liverpool, este último consumado cuando ya los carboneros estaban jugando con los bohemios. En realidad, pareció que la falta de presión externa signó el primer tiempo del partido jugado en el Centenario, que fue realmente pobrísimo. Después de una aproximación aurinegra en el minuto inicial del partido, Wanderers tomó la manija del encuentro. Los volantes bohemios se adueñaron de la mitad de la cancha y manejaron la pelota durante un rato, generando las emociones más importantes del encuentro en su tramo inicial.

El zurdo Maximiliano Rodríguez fue el orquestador de las llegadas más claras de su equipo, un cabezazo del ecuatoriano Mercado y un remate esquinado de Sebastián Gagnebin, ambas intervenciones contenidas por el arquero. Poco después de los 20 minutos ese predominio wanderista amainó y el partido cayó en un pozo, porque si bien los del Prado no podían generar peligro en el arco rival, el juego de Peñarol era deficitario. La velocidad de Estoyanoff por la derecha y el pivoteo de Zalayeta por el centro del ataque fueron los únicos argumentos, insuficientes por otra parte, que presentaron los dirigidos por el Polilla da Silva, que jugaron muy poco durante el primer tiempo. Un cabezazo forzado de Juan Manuel Olivera sobre los 40, que salió al medio del arco y fue controlado sin problemas por el arquero bohemio Diego Pérez, fue lo más profundo del apático Peñarol del primer tiempo.

En el segundo el juego cambió. Con mejores intenciones los aurinegros salieron a ofender, Wanderers respondió y el encuentro definitivamente levantó. Pero cuando parecía que el equipo de Da Silva estaba más cerca llegó el gol de Wanderers. Corrían casi 15 minutos de la segunda parte, los bohemios tuvieron un tiro libre a favor y ejecutaron a la perfección una jugada de pizarrón que culminó con un buen remate del volante Gagnebin que se metió pegado al palo. Peñarol, golpeado, reaccionó y antes de que la sensación de triunfo bohemio pudiera instalarse llegó al empate por intermedio de Darío Rodríguez, que entró por el segundo palo con oportunismo después de un buen tiro libre ejecutado por Grossmüller. Fue el propio ex volante de Danubio quien inició la jugada del segundo gol carbonero, que llegó pocos minutos más tarde. Esta vez Grossmüller ambientó una jugada preparada que no terminó de salir, pero la bola derivó hacia afuera del área y ahí la cazó Estoyanoff, que le prendió de aire y la metió contra el palo del arquero Diego Pérez. La rápida puesta en ventaja desactivó la bomba que había querido activar el gol wanderista. Con la ventaja aparecieron los espacios y Peñarol bien pudo haber aumentado el marcador, aunque la incertidumbre quedó instalada, e incluso Bologna, cerca del final, sacó una pelota de gol con una buena estirada. Wanderers trató bien la pelota, toqueteó y quiso. Su técnico Alfredo Arias hizo cambios ofensivos e intentó tirar a su equipo para adelante, pero no pudo hacer más ante un rival que se mostró muy utilitario. Con la presencia casi nominal de Juan Manuel Olivera, y la de Zalayeta por debajo del buen nivel que mostró en la mayoría de los partidos del campeonato, el equipo del Polilla se las ingenió para sacar adelante un partido que sin dudas valió algo más que tres puntos.