En la ciudad de Sauce, en plena tarde, nos recibió la semana pasada un grupo de apicultores de la zona y de otras dos localidades canarias, Juanicó y Las Brujas. Sus relatos demostraban el desconsuelo con que alguien pierde su cosecha y además parte de las herramientas de trabajo, puesto que al haber sido intoxicada la colmena, deben vaciarla por completo para que no queden sustancias que afecten a las nuevas poblaciones. Parte de esas mortandades se apreciaban en el predio de Demar Cabrera, un productor hortícola y apícola que vive a seis kilómetros de Sauce y tiene un total de 150 colmenas, de las cuales 100 fueron contaminadas. El hombre levantaba con ambas manos abejas que ya no eran sino cadáveres y un poco bromeando, un poco en serio, decía que los yuyos venían con mayor fuerza porque la tierra empezaba a abonarse. La Asociación de Pequeños y Medianos Productores de Villa Nueva del Sauce nuclea a 16 apicultores que tienen, en total, cerca de 1.300 colmenas en la zona de Sauce, Toledo y Canelón Chico. Estela Santos, licenciada en Biología, entomóloga con formación en abejas y apicultura, asesora al grupo. En forma sucinta reseñó la situación: “Se tiene registro de 524 colmenas afectadas por agrotóxicos. Más de la mitad ya murieron y las demás son recuperables. Capaz que 10%, tal vez 8% de las colmenas que aún se mantienen vivas podrían llegar a subsistir la intoxicación”. Comparó los números: 524 en 1.300 “es un número importante”, dijo, y catalogó como “muy violenta la intoxicación de este año”. Describió que “las mortandades empezaron a partir de setiembre, asociadas a [las curas de] los durazneros”. “Continuó con alguna mortandad asociada a manzanos y viñedos y los últimos casos se están viendo desde hace 20 días, asociadas a citrus”, comentó.

Javier Charle, su madre María Pérez y su hermana Gladys son productores hortícolas de Juanicó y complementan sus ingresos con apiarios. Al ser consultado sobre la cantidad de colmenas, Javier dijo: “Tenía 180, al día de hoy no sé si me quedan 30”. Para dimensionar la problemática, agregó: “Las pérdidas ascienden a 25.000 o 30.000 dólares fácil. Para recuperar eso se necesita mucho dinero”, “y tiempo”, “y trabajo”, acotaron su madre y su hermana con pesar.

En otra escala, Carmelo Murúa, apicultor de la zona de Sauce, contó que perdió 30 colmenas; en voz alta calculó que el valor de cada una se estima en 90 dólares, por lo que perdió 2.700 dólares, sin contar la producción que hubiera tenido: un promedio de 20 kilos de miel por colmena, además del polen, propóleo, cera y otros derivados.

Dan Araújo se presentó como “apicultor nuevo” y resumió: “Tengo dos años en el rubro, todavía no pude cosechar, este año iba a ser el boom”; perdió cinco colmenas que eran buena parte de su capital.

La culpa no es de la hormiga

José Machado y Patricia Muñoz son apicultores en la zona de Las Brujas. “Hace seis años estamos teniendo grandes pérdidas de colmenas, el año pasado fue el peor, perdimos 120 de 300. Constatamos que los fruticultores de la zona están echando productos prohibidos, por estar en una zona de fruticultores parecería que la abeja no podría estar. O sea, yo como productor rural no puedo tener abejas en cualquier lugar, porque parecería que hay áreas de exclusión”.

Los apicultores contaron que en el caso de Canelones la interferencia no es con los monocultivos. “Sé lo que es la hormiga y lo que se pierde, pero creo que no justifica ninguna medida hacer una cosa así. En las forestales, que son miles de hectáreas, controlan la hormiga con cuadrillas y acá estamos hablando de productores de cuatro, cinco, seis hectáreas y lo usan indiscriminadamente”, afirmó Charle. Muñoz advirtió: “Acá lo que está enfrentado no es productores chicos con productores chicos, sino el modelo de producción que vamos a elegir para nuestro país”.

Charle se refería al fipronil, insecticida que en julio de 2009, luego de dos veranos de gran mortandad de abejas, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) accedió a limitar su uso agrícola “para el control de hormigas en formulación de cebo granulado y para el uso curasemilla en arroz”. Sin embargo, los apicultores afirman que continúa usándose por aspersión, en medio de “cócteles” de agroquímicos.

“Hablás con los vecinos y dicen que no echan nada, pero el fipronil apareció el año pasado y éste también”, sostuvo Machado.

A diferencia de otros insecticidas, el problema del fipronil y también del metil paration, es que no mata en el instante a la abeja, sino que le permite llevar el veneno a la colmena, con lo que termina intoxicando a toda la población y producción de ésta.

Análisis

Cuando los apicultores constatan una mortandad de colmenas hacen la denuncia ante la Dirección General de Servicios Agrícolas (DGSA) del MGAP, pero los productores reunidos en Sauce sostuvieron que los funcionarios concurren entre diez y 15 días después, porque el ministerio “tiene dos o tres inspectores para todo el país”, y esa demora puede ser decisiva.

Días atrás productores de la Asociación de Villa Nueva del Sauce recibieron los resultados de diez muestras de abejas enviadas a analizar a la DGSA: todas dieron negativo a fipronil. Una posibilidad es que no fuera fipronil, el tema es que cuando se hace la denuncia ante la DGSA el damnificado debe declarar qué producto pudo haber causado la mortandad, y los análisis se limitan a buscar ese único agroquímico. “Se ve pasar las atomizadoras con algo que no sabemos qué es, pero vemos la repercusión en las colmenas”, atestiguaron y deslizaron: “Estaría bueno que se implementara una investigación más seria”.

Consultado por la diaria, Inocencio Bertoni, responsable de la DGSA, anunció que el MGAP sacará un informe oficial sobre el tema la semana próxima, y se excusó de dar declaraciones hasta entonces.

Otros análisis

En el suroeste de San José se intoxicaron más de 2.300 colmenas. Ariel Martínez, productor de esa zona, comentó que los inspectores de la DGSA concurrieron de inmediato. Pero allí la causa de la mortandad fue metil paration microencapsulado. Las muestras de abejas fueron enviadas al Polo Agroalimentario y Agroindustrial de la Universidad de la República en Paysandú, que fue donde se detectó la causa de la mortandad. Allí funciona un laboratorio de alta tecnología, inaugurado este año, en el que se hizo una espectrometría de masas en tándem acoplada a cromatografía líquida, explicó Horacio Heinzen, responsable del área. Ese equipo permite rastrear residuos de pesticida a niveles muy bajos, del orden del nanogramo; pero además tiene la virtud de hacer análisis multirresiduales, esto es, buscar decenas de compuestos en un solo acto. Esto abre nuevos horizontes para apicultores, que en muchos casos debían enviar sus abejas a laboratorios del exterior del país.

Soluciones

Martínez afirmó que hasta el momento se ha denunciado la mortandad de 4.000 colmenas de Juanicó, Paso del Bote, Cerrillos, Sauce, San José y Colonia. El apicultor integra el Grupo Asesor Fitosanitarios -Abejas (GAFA), formado en 2011 para mitigar el impacto de agroquímicos en la producción apícola, en el que participan organismos estatales y organizaciones como la Cámara Nacional de Fertilizantes.

Ayer hubo una reunión en la Dirección General de la Granja (Digegra) para ver las posibles soluciones al conflicto y evitar que la mortandad se reitere en zafras venideras. Martínez comentó que algunas de esas posibles soluciones pasan por pactar horarios de aplicación, repeler insectos, evitar la fumigación en el momento de floración, y georreferenciar los apiarios, para que los aplicadores avisen a los apiculores previo a la fumigación, para que retiren las colmenas. También se buscará qué productos son menos nocivos para las abejas.

Los productores esperan algún tipo de subsidio o de préstamo sin intereses para reponer las pérdidas y cuestionan que la parte analítica no esté disponible para analizar una producción que en 2011 reportó 42 millones de dólares por exportación. la diaria intentó comunicarse con autoridades de Digegra, pero fue imposible obtener algún tipo de declaración.