Fernando Harry Álvez Mosquera. Es el nombre completo del responsable de que Liverpool tenga que seguir remando para conseguir esa hermosa estrellita que visten en sus casacas los campeones. Aquella tarde de junio de 1995, la última fecha del Apertura, no se olvida fácilmente en la cuchilla de Belvedere. Liverpool, Peñarol y Defensor Sporting llegaban con chances de campeón. El ex arquero y ex jerarca de la intendencia canaria por el Foro Batllista, que por aquel entonces defendía los colores de River Plate, salió en el último minuto del partido frente a los mirasoles a cortar con los puños un centro intrascendente cuando Peñarol perdía 1-0 y los negros de la cuchilla habían dado vuelta su cotejo frente a Defensor de la mano del Pato Castro. Pablo Bengoechea la mandó guardar al palo previsible y se quitó la camiseta para festejar. Pablo no había escuchado el segundo gol del Pato Castro y por esa amarilla quedaba afuera de la final que se jugó una noche fría en el Centenario. El Tony Pacheco lo sustituiría en aquella final y pondría el primer gol para que Peñarol ganara aquel Apertura.

Diecisiete años después, con el mismo Tony enfrentando a los negros, Liverpool llegaba en una situación alentadora, siendo líder del Clausura y recibiendo a un irregular pero lírico Wanderers. Riquísimo.

El primer tiempo tuvo al bohemio comandando las mejores acciones hacia donde se encontraba Juan Castillo, de gran torneo. Al toque tuvo que intervenir el arquero de la selección para que, a la salida de un córner, el zaguero Sergio Rodríguez no concretara el primero. El negriazul apenas llegó en la primera etapa y con escaso riesgo con un tiro de Rodales. Ya habían avisado Blanco y Lago en dos ocasiones cuando Pacheco le puso un pase-globo-puñal a JR Curbelo, quien la controló con el muslo derecho y definió por encima de Castillo con la pierna izquierda. La primera parte siguió siendo controlada por los bohemios sin sobresaltos, y para complicar el panorama negriazul, el paragua Torres se iba expulsado por doble amarilla desafiando a nuestro monopólico relator televisivo y su “inexorable ley del ex”. De ser inexorable, esa ley no podría ser evitada, entonces el player paraguayo debería cumplirla desde el vestuario. Lógica de quinto año, Rodri. Frutilla para vos.

El segundo tiempo fue más intenso. Ninguno de los equipos especuló y eso le imprimió un ritmo más que atractivo al match. Se alternaron llegadas bohemias del Chapa Blanco, Maxi Rodríguez y Pacheco con las negriazules a base de pelotas quietas, con Macchi y Vera obligando. Hasta que Pablo Pereira, el zaguero negriazul, cabeceó una bocha a la salida de un córner mientras Martín Rodríguez se colgaba del aire al salir de la cueva. El negro de la cuchilla ponía el 1-1 a menos de 15 minutos para el final y quería más.

Lo tuvo para ganar el local cuando Carlitos Núñez eludió a su defensor y colocó un pase exquisito para Flavio Scarone, que no pudo definir bien. Wanderers, que parecía haber sentido el impacto del empate, no inquietaba, hasta que en una preciosa combinación sentenció el partido. Del Tony para Maxi por la izquierda, para que luego el Chapa Blanco habilitara a Juan Ramón Curbelo, que definió con cara interna por el único hueco que un atento Castillo le había dejado. 2-1 a favor de los del Prado.

Liverpool sigue con las chances intactas a pesar de haber perdido puntos en casa. De todas formas, sabe que para ser campeón tiene que pelear y mucho. Diecisiete años después, Liverpool sigue de pie buscando esa estrellita para su casaca. La imagino amarilla. Veremos.