Otro parto, otra victoria sufrida. Liverpool empezó holgado y terminó acorralado, pero ganó 2-1 ante un Cerro que alternó baches con buenos momentos. Los negriazules fueron más parejos y sortearon la presión posterior a su única derrota en el certamen. Salvaron el examen merecida pero ajustadamente. La lupa que los siguió durante todo el partidazo de Belvedere ahora agranda unos números que no le envidian nada a los del equipo económico. Se destacan 18 puntos en el Clausura, cuatro más que Defensor y cinco más que Peñarol, que deben un partido. Pero los negriazules priorizan la anual, donde suman 37 y mantienen un sexto lugar desde el que acechan a un grupo de rivales a los que en el Apertura ni veían, de tan lejanos. Bien clarito: durante el primer torneo corto apenas hicieron un punto más que los que ya suman en un Clausura al que le faltan ocho fechas.

Liverpool casi siempre gana, pero casi siempre sufre. Es que no le sobra plantel y, quizá, su jugador más importante sea el arquero. La calidad de Castillo garantiza tres o cuatro grandes atajadas por tarde. Aparecen en esos momentos en los que su defensa demuestra una vulnerabilidad extraña para un líder probado por casi medio torneo. Ayer brilló a los 72 minutos, cuando se mandó dos consecutivas. Ya había tenido otra notable a los 50 y una comparable al cierre del primer tiempo.

En él comienza una columna vertebral que pasa por Macchi y llega hasta Viruta Vera. Lo del Ruso fue enorme. Cuesta creer cómo cubre una porción tan ancha, propia de un equipo que juega con tres volantes en línea. Siempre llega y, además, recicla. Fue el que puso a Vera rumbo al segundo gol y a nosotros rumbo al tercer reconocimiento. El delantero constituye el restante pilar del equipo. Lo insinúa la tabla de goleadores y lo corrobora su actitud: se lo ve tan despierto para peinar y para jugar por bajo como para definir.

Si la defensa del líder a veces falla, vale decir que el ataque anda bien. Tiene un promedio de dos goles por fecha y, además de las virtudes del goleador, destacan la velocidad de Núñez y el juego cerebral de Figueredo. El Tofi protagonizó uno de los cambios que hizo el DT tras el tropiezo de la semana pasada y, desde el comienzo, hizo lo que venía haciendo desde el banco. Su gol marcó un merecido 1-0 a los 38, cuatro minutos antes de que Vera pusiera el segundo.

Quizá Cerro no mereciera irse al descanso dos tantos abajo. Pero fueron al menos gruesos los errores acumulados por su línea final ante la presión alta de Liverpool. Rolero fue tan importante como Castillo, un espejo en el que el joven arquero albiceleste puede mirarse tranquilo. Otra vez demostró que le sobran condiciones. Si recibió un gol más, fue porque lo exigieron algo más que a su colega. Arquero no es mago.

La propuesta albiceleste se basó en buenos creativos pero careció de peso en el área. Se extrañaron las definiciones finas de Mastriani, que desperdició un cabezazo más que propicio cuando aún iban 0-0. Me hubiera gustado ver a Falleti o a Asconeguy hasta el final, luego del descuento del ingresado Medina y de la expulsión de Aguirre, por la que Liverpool jugó casi diez minutos con diez futbolistas. Pero salieron antes y no pudieron sumarse a los buenos aportes de Varela y Camacho, dos suplentes de lujo que evidencian que los de Parga tienen potencial para estar más arriba. A Liverpool, la comparación lo fortalece. Su plantel es parecido al de varios de los rivales a los que supera. Pero desempata un trabajo que le permite rendir al máximo.