Le tocó ser pionero al Centro de Salud Ciudad Vieja (situado frente al hospital Maciel), integrante de la Red de Atención Primaria de la Administración de Servicios de Salud del Estado (RAP-ASSE). La iniciativa surgió del trabajo conjunto desarrollado durante cerca de un año por integrantes del Ministerio de Salud Pública (MSP), RAP-ASSE, el colectivo Ovejas Negras, el departamento de Medicina Familiar y Comunitaria de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Se hizo una ceremonia sencilla y amena en la sala de espera de la policlínica, donde representantes de las diversas partes destacaron el rico proceso por el cual referentes de diferentes instituciones se pusieron “a discutir desde lo más complejo hasta lo más sencillo”, graficó Valeria Rubino, de Ovejas Negras. Seguidamente remarcó: “No estamos inaugurando un centro especializado, estamos inaugurando un trabajo de todo un año en un centro de salud”. Mencionó la incorporación de funcionarios de limpieza, administración, enfermería, médicos, residentes de medicina familiar y comunitaria, y destacó que el equipo se fue nutriendo de información para lograr “transformar en cambios de actitud mínimos que para nosotros y nosotras son muy importantes”: “No sentir que cuando entramos a una consulta se supone que somos algo que no somos, poder decir la verdad, hablar en confianza de lo que nos pasa, de nuestra sexualidad o de otros problemas que tenemos”.

Se considera un centro de salud libre de homofobia aquel cuyo equipo de salud “considera las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género sin preconceptos y sin discriminación, buscando romper las barreras de acceso al sistema sanitario”.

Las instituciones y organizaciones involucradas en la iniciativa elaboraron además un material audiovisual didáctico titulado “¿Cuál es la diferencia?”. Éste funcionará como material disparador en ámbitos de formación permanente de equipos de salud. Si bien son representaciones, los casos reproducen con claridad las barreras a las que se enfrenta el paciente cuando el médico no maneja un abanico amplio de orientaciones sexuales, cuando parte del supuesto de que le gustan las personas de distinto sexo, o que es un varón o una mujer porque así lo dice la cédula. Esa actitud del profesional no le permite al paciente plantearle su realidad, sus dudas, sus temores, y el abordaje termina siendo inadecuado.

El proceso puede generar también insumos para la educación de futuros médicos. Pablo Areán, integrante del departamento de Medicina Familiar y Comunitaria, explicó que el trabajo en equipo les ha permitido recopilar información nacional y regional que evidenció “una necesidad muy grande de las diferentes partes de la Facultad de Medicina de obtener ese conocimiento”. Al respecto, anunció que si bien se ha dado “sobre la marcha y espontáneamente”, se inició un proceso de formación de personas en la facultad “desde la perspectiva de la sexualidad en general y desde la diversidad sexual específicamente”.

Lucha regional

Concurrieron a la actividad Sergio Maulen, integrante de la oficina del UNFPA en Argentina, y George Liendo, de la organización peruana de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos, quienes dialogaron con la diaria.

Liendo opinó que el centro inaugurado “es una iniciativa interesante porque permite generar procesos de réplica y ejemplos en la región”. Ambos plantearon que el objetivo no es tener centros específicos, “sino centros de acceso a salud pública para la población en general”. Maulen lo definió como “una puerta de entrada amigable para que la gente se sienta segura de empezar a circular por el hospital y empezar a atenderse en el servicio que necesite”, e indicó que esto ha empezado a generarse en Argentina a partir de un trabajo conjunto del UNFPA, hospitales y organizaciones sociales.

En cuanto a la vulneración de derechos, Liendo comentó que en Perú “cuando a una persona gay, lesbiana o transexual le dolía la cabeza, primero tenía que ir a un centro de referencia de infecciones de transmisión sexual y VIH para detectar si tenía alguna infección, y después de eso le daban la pastilla para el dolor de cabeza”.

Maulen entiende que el principal problema es que las personas temen al maltrato y la discriminación y que la burla y el desprecio llevan a que no se acerquen a los centros de salud, que abandonen los tratamientos o que lo hagan recién cuando avanzaron las enfermedades.