A los 19 minutos Uruguay ya anotaba el segundo gol. Saltaba a la vista una diferencia clara entre las posibilidades celestes y las panameñas. El partido de despedida de la selección olímpica se desactivó rápido. El equipo de Tabárez no le pasó por arriba a su rival, pero en general controló un juego en el que los centroamericanos lucieron demasiado livianos pese a algunos interesantes aportes individuales. Hubo avances respecto del encuentro ante Chile del miércoles 11, aunque es probable que el adversario haya sido inferior.

La defensa no brilló, pero tampoco pasó las de Maldonado. Se la vio más segura, gracias a un muy buen partido de Rolín y a cierta superación de Coates. El jugador del Liverpool inglés mejoró por arriba y por abajo, pero aún está lejos de la exuberancia que se volvió un hábito cuando saltó al plantel principal de Nacional. Esta vez, la mayor grieta pareció estar en el costado derecho, donde Arias sufrió ante los encares panameños. Al Cachila le queda el consuelo de haberse destacado en el juego aéreo ofensivo.

El ataque quizá pueda dar más, pero muestra señales interesantes. Además, cumplió temprano. Cavani abrió la cuenta a los 3 minutos y Gastón Ramírez la cerró al poco rato. Con un gran despliegue físico, el primer anotador esta vez superó a su coterráneo Suárez, que no jugó mal ni mucho menos. Pero cualquier rendimiento queda chiquito ante su más inmediato antecesor, el de los tres goles contra los chilenos. Ayer, Lucho tuvo una clara cuando promediaba el segundo tiempo. La pelota se le fue ancha tras un muy buen control posterior a un error defensivo. Buena parte de las posibilidades nacieron en Calzada y pasaron por Ramírez. El volante se instala como la buena noticia del proceso olímpico, por lo que rinde en la marca y por lo que aporta en la creación: fue el habilitador en los dos goles. Al fraybentino, mientras tanto, se lo aprecia crecido. Al jugador corredor y de traslado que conocimos en Peñarol ahora lo acompaña una mayor precisión en el toque corto. Virtudes de un jugador más fino en la elaboración. De los de arriba, Urretaviscaya fue el menos incisivo. Acertó en las conexiones pero se extrañaron aquellas corridas que supieron posicionarlo como un heredero de los punteros de otrora. Lodeiro puntuó más alto tras su ingreso desde el banco, que también empujó a Aguirregaray, el Torito Rodríguez, Viudez y Abel Hernández. De los futbolistas de campo, sólo quedó afuera Polenta.

Con el correr del partido, Tabárez repitió la apuesta realizada ante Chile. Quedó con tres en el fondo y liberó a Albín, que nuevamente evidenció cuán bien le hace el cambio de sistema. Sus diagonales representan una porción respetable de lo que el equipo elabora. Están en la lista de argumentos para sostener una duda: ¿el 3-4-1-2 es sólo un plan B o puede convertirse en la primera opción? También es cierto que tiene sus contraindicaciones. A veces genera espacios que pueden costar. En un momento, Panamá los aprovechó. Como casi todo lo que propuso, lo hizo gracias al gran talento del volante ofensivo Nelson Barahona. Apilador y pasador, muchas veces encontró eco en el buen volante Alberto Quintero. Pero el resto pesó poco, con la excepción del arquero Luis Mejía y del zaguero Harold Cummings, que con sus cierres evitó la goleada que muchos avizoramos cuando Uruguay hizo el segundo.

La tempranera diferencia conspiró contra la chispa del partido. Otro tanto hizo la escasa concurrencia de público posiblemente forzada por un domingo gris y frío. Montevideano pero londinense.