En la otra vez pobre transmisión televisiva de los primeros partidos de Uruguay en los mundiales de fútbol femenino, el serio y honesto José Carlos Álvarez de Ron, nutrido de una serie de datos interesantes, pero cruzándolos con conceptos equivocados, afirmaba que “esto es fútbol, pero fútbol femenino, que es otro deporte”. Como se sabe, o tal vez se desconoce para neófitas/os e iniciadas/os, tal afirmación es errónea, dado que el fútbol es un único deporte para mujeres y hombres, y en este caso está universalmente regido por las reglas ordenadas por la FIFA. No hay decretos ni leyes propios para que la abogacía de mujeres sea otra, no hay medidas distintas para el desarrollo de corte y confección de hombres, y una presidente -apenas eso no te llevo Cristina, lo de presidenta- ejerce la administración de un Estado con la misma Constitución con que lo hace un hombre. El juego es el mismo, las reglas son las mismas, y las evoluciones físicas dentro de un campo de juego de hombres y mujeres seguramente no son las mismas, pero son muy, muy parecidas. Lo que es distinto en el desarrollo de los deportes colectivos de competencia es la evolución y el desarrollo que ese deporte o ese colectivo haya podido tener. Al mismo deporte con el que personas del sexo masculino han representado la camiseta celeste desde hace más de 100 años en competiciones de todo tipo, con éxitos también de todo tipo, llegan estas muchachas, algunas de las cuales aún no han pasado por su fiesta de 15, participando por primera vez en la historia de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) en un campeonato mundial de mujeres.

Mientras los hombres llegaron a su primera justa ecuménica en 1924, cuando la AUF no tenía aún un cuarto de siglo de vida, estas muchachas pudieron llevar la celeste a un Mundial 88 años después. Tal vez por ahí pasaban las ideas del comentarista cuando manifestaba que era otro deporte, tal vez hubiese querido expresar que en Uruguay, hombres y mujeres en fútbol están con un desfasaje tan, pero tan impresionante, que por ejemplo esta generación de quinceañeras es la primera que llega a un campeonato internacional, habiendo hecho lo que la mayoría de los hombres uruguayos hemos hecho de oficio: jugar en edad escolar, siendo que, en realidad, se sabe que los niños uruguayos casi que jugamos tirando paredes con la placenta.

Estas muchachas pudieron llegar a lo más alto de sus carreras deportivas amateur -clasificar y jugar un Mundial- porque adquirieron competencia notoria, no en inexistentes escuelitas de fútbol femenino, ni en planes piloto en colegios privados, como sugiere el maestro Tabárez en su libro con Tato López, sino pelándose las rodillas en las canchitas de baby fútbol, donde la Organización Nacional de Fútbol del Interior (ONFI) ha planteado desde hace más de un lustro la competencia de fútbol de niñas.

Tras la histórica clasificación al Mundial, Alfredo Etchandy, presidente de la gubernamental ONFI Infantil, señaló: “Hay una relación muy directa del fútbol infantil con esta gran actuación que cumplieron las chicas celestes en Bolivia; porque ONFI empezó a trabajar con el fútbol de niñas hace siete años y no en balde pasaron por nuestras filas las 20 jugadoras que concurrieron al Sudamericano, [...] Ésta es la primera generación que ha completado todo el ciclo, desde lo que se denominaba baby fútbol en el pasado, y sus jugadoras llegaron a sub 17 con otra técnica y otra preparación que el fútbol femenino uruguayo no tenía antes”.

Podemos dar vuelta la mirada que un 0-5 genera automáticamente en el astrolopitecus futbolero que tenemos dentro y mirar el partido desde otro prisma. La primera generación de mujeres que completa el ciclo que es “natural” para los varones ha llegado a un Mundial y competido contra rivales más poderosos. Veamos, la disciplina es la misma, la forma de practicarla también, y como se trata de una competencia entre dos colectivos es lógico pensar que más allá del calor, de las carencias de integración, de la experiencia y de los físicos, en la confrontación haya unas mejores que otras, y que ganen, porque son o fueran mejores, y que las otras pierdan y esa o esas derrotas no sean tomadas como una vergüenza, sino como parte de un crecimiento por el enriquecimiento que da la competencia a primer nivel.

Tantas ganas como Ghana

El segundo partido en la historia de los mundiales para Uruguay se presentaba como dificilísimo, por la calidad del rival, por las diferencias que se presumían, por el impacto del debut con derrota 4-0, por todo lo que se te ocurra, pero seguro que nuestras gurisas pensaban que ajustando aquello que no hubiese salido bien en el arranque ante las chinas, se podía soñar.

Y está bien que así lo hicieran, y está mal que alguien, seguramente muchos, pensaran que porque esas muchachas vistiesen de celeste y jugaran ante unas africanas ahí estaba la oportunidad de redimirse y ganar. Empezó parejito, lindo, con las africanas mostrando el sello del fútbol africano, velocidad, potencia y para adelante, y las nuestras buscando la firmeza y el engaño. Estaba bien, a potencia y mucho menos corriendo no íbamos a poder con ellas.

No iba mal el plan, cuando llegó el 1-0 de córner. Con la golera titular suspendida y la suplente fuera de juego, debió salir al campo la tercera arquera y no pudo tener buena defensa y adentro, el buen cabezazo de Ayieyam. Tampoco pudo cuando un cuarto de hora después las celestes buscaban pero Anabel no pudo cortar bien primero y menos pudo con el pálido rebote y 2-0. Carito Birizamberri, en larga corrida, tuvo el descuento, pero la arquera africana contuvo bien, y lo peor llegó al cierre del primer tiempo, cuando se le escapó de la mano a Ubal y 3-0 .

En el segundo tiempo hubo media hora sin goles, y tal vez de paridad forzada por las uruguayas, que trataban de neutralizar aunque ya no llegaban, pero en un minuto dos goles más y la derrota que habilita a la burla piadosa y grotesca de los que están en otra cosa.

Seguro que algunos dirán que el Mundial terminó para las uruguayas - ya no hay chance de pasar a la segunda fase- pero sin embargo el Mundial no terminó para estas celestitas, que el domingo ante Alemania volverán a soñar con competir, crecer y seguir adelante.