“No pudimos” fue la frase más repetida entre viernes de noche y sábado al mediodía. Desde la sala de prensa atravesaba el pasillo y repicaba en la cantina, detrás de la vista panorámica a nivel de cancha que posibilita la pared de blindex. “No pudimos”, reflejaban las caras del público uruguayo contra la red verde que cubre el balcón del segundo piso; y también unos escalones más arriba, en la tribuna del tercero y en su corredor lateral.

Uruguay había conseguido estar en dos finales, pero en ambas el resultado fue adverso. Masculino y femenino arañaron el oro y descubrieron la plata. Nunca es fácil asimilar derrotas, menos en una final, y cuesta más aun desintoxicarse del hecho. Luego de las lágrimas, del mirar vacío, de apretar el puño con impotencia, de saludar al campeón como máxima señal de honor, y del abrazo apretado que significa ser local y tener a los afectos cerca (muy cerca), luego de todo eso y más, la razón le empieza a dar empujes al sentimiento y busca poner las cosas en su sitio: medalla de plata, orgullo nacional. Hay madera.

La primera de las dos finales uruguayas fue a última hora del viernes: rama masculina de pelota goma, frente a la dupla argentina. Ambos llegaban invictos y como ganadores de sus grupos. Argentina casi no había dado chance a sus rivales en el camino al último partido. Uruguay tuvo que remarla más, incluso en su serie, peleando cada punto como si fuera el último. Se sabía que el bronce era chileno, tras la victoria de Esteban Romero y Manuel Domínguez a España 15-10 y 15-13; Uruguay y Argentina iban por lo máximo.

Sin duda, uno de los mejores jugadores del torneo fue el argentino Facundo Andreassen. Un zaguero completo, que cubrió prácticamente todos los huecos del fondo del trinquete y que en cada devolución le puso al balín un sinfín de efectos que complicaban la respuesta. Por algo el relator del torneo lo bautizó “el rey del efecto”. Para no desentonar con su desempeño en la final con los uruguayos, desplegó su repertorio, bien acompañado por el delantero Juan Pecker. La dupla uruguaya Santiago Viña-Ignacio Unzurrunzaga buscó quebrar por todas las formas a su rival, pero fue muy difícil. Cada reacción local era aguada por notables puntos de destreza y precisión argentinos. El final fue 2-0 para ellos: 15-8 el primer set y 15-7 el segundo. Plata para Uruguay, que también integraron los suplentes Juan Manuel Echeverría y Matías Rodríguez, y dirigido por Carlos Buzzo.

En la final de mujeres, el sábado al mediodía, la sensación fue distinta. Primeras y segundas en su grupo, argentinas y uruguayas llegaron al partido clave luego de vencer en semifinales 2-1 en sets a Francia y España, respectivamente. El hecho de que hubiera un antecedente entre ambas en el debut del torneo, de suma paridad (que podría haber ganado Uruguay, que tuvo varios match point), invitaba a soñar.

Las locales jugaron con Melanie García y Camila Naviliat, las visitantes, con Melina Spahn e Irina Podversich. El primero de los chicos fue argentino 15-8. Spahn, muy precisa en los saques; la rusa, una muralla en el fondo. En el segundo chico, el trámite cambió. Uruguay estaba más sereno y las chicas empezaron a demostrar sus cualidades. Luego de ir abajo 7-4, la dupla García-Naviliat remontó y de ahí en más fue tanto a tanto, paralizante, hasta el 12-12. “No pudimos”. El tanteador final mostró un paralizante 15-13, que significaba el oro argentino 2-0 en sets. “¡Uruguay nomá!”, gritó alguien, y todos cayeron en la cuenta de que la plata valía mucho. La otra integrante de la selección uruguaya fue Macarena Morel, de 13 años, y el entrenador fue Carlos Buzzo. El podio lo completaron las españolas Amaia Irazustabarrena y Rebeca Contin, tras vencer 2-1 a Francia.

Definiciones y medallas

La disciplina que se definió primero fue el xare. Sólo tres países disputaron en esta categoría, en lo que fue prácticamente un triangular con derecho a final. Francia fue el mejor del grupo y derrotó sin mayores problemas a Cuba y Argentina, 2-0 en ambas ocasiones. Los cubanos fueron los finalistas luego de ganarles en un reñido partido, y en tercer set, a los argentinos. Raqueta con piola en mano y pelota picando, los franceses Mathieu Bordenave y Bixente Etchebest demostraron ser los mejores. 15-6 y 15-7 fueron los tanteadores de la final con los cubanos Enrique Comas e Iván Torre. El bronce fue argentino.

El resto de las finales se jugaron entre la mañana y la tarde del sábado. En la categoría mano parejas, partido antesala de la definición de las chiquilinas uruguayas en pelota goma, el oro lo disputaron Francia y España, referentes en la disciplina. Los galos Christopher Mainhaguiet y François Laffitte ganaron en parciales de 15-6 y 15-4 a los españoles Koldo Murgiondo y Oier Gurutzealde, y de esta manera se colgaron la presea dorada al cuello. La plata fue para España y el bronce para los mexicanos Carlos Beltrán y Cristian Hernández, quienes superaron a Argentina (dupla Comas-Mikkan) 15-8 y 15-2.

La segunda etapa del último día de competencia fue para las definiciones en mano individual y pelota de cuero. En esta última modalidad Uruguay contaba con chances de ganar una medalla en la disputa por el tercer puesto contra España, tras haber perdido la semifinal con Francia 15-9 y 15-14. Gran participación del equipo oriental en paleta de cuero, con la particularidad de que también estuvo integrado por quien definió pelota de goma, Santi Viña. La búsqueda del bronce para Uruguay la protagonizaron Andrés Pintos y Felipe Spignolo, que no pudieron con el poderío español de Ibai Baron y Guillermo Pérez Echarte. Los parciales y la medalla fueron para los europeos 15-12 y 15-11.

La final fue entre Francia y Cuba. Baptiste Hourcourigaray y Valentín Cambos ganaron sin apremios el primer chico 15-5. En el segundo, el cubano Torreblanca encontró a su compañero Armando Chapi Medina y podrían haber ganado el set y forzar el tercero y definitorio. Estaban 14-10, pero no pudieron hacer el tanto que necesitaban. Francia metió cinco tantos seguidos y así se llevó otra medalla dorada.

La modalidad mano tuvo una gran final. Por un lado, el hasta ese momento campeón mundial sub 22 y absoluto, el mexicano Saúl Giménez, que llegaba con un contundente certamen, habiendo ganado sin mayores sobresaltos todos los partidos anteriores. Por otro, el francés Peio Larralde, que venía en un notorio ascenso en el torneo. Quizá en las modalidades que se juegan en parejas no se note tanto el metraje de la cancha y la velocidad con que hay que cubrir los espacios, pero cuando se juega en forma individual, el fondo con cristal requiere más que un pique corto para estar allí y para volver a la primera línea, si es que se pone la pelota en el frontis. Eso buscó todo el tiempo el francés Larralde con su saque, fuerte y largo. Cimentó a manazos limpios el primer set, aun cuando Cabello llegaba a todas. Terminó siendo 15-9 para Francia, que también se quedó con el segundo, 15-11, y el oro. Cabello obtuvo la plata y España el bronce.

El Centro Pelotaris de Mercedes nació el 5 de marzo de 1879. Muchísimas generaciones pasaron, dejando un cúmulo deportivo y social patrimonio de la disciplina. Referente histórico de la paleta en Uruguay, el club logró hacer realidad el sueño de todos: organizar un Mundial en su cancha. El eco de aquellos chillidos de los championes frenando, escuchados desde la vieja cantina, que ilusionaron un “¿y si hacemos un Mundial?”, sigue rebotando. Que nadie se prive de desearlo. Hay lugar para los sueños nobles.