Días atrás se incorporó la comunicadora Karen Todoroff al noticiero de TNU, y, junto a Ana Inés Martínez, de Subrayado, son las únicas presentadoras de noticias en los segmentos deportivos de los informativos uruguayos. Más allá de estos cambios cosméticos en cuanto a espacios vinculados al deporte y ocupados por comunicadoras, la línea editorial en dicha materia suele desarrollarse a partir del comentario de periodistas ligados al fútbol.
Por fuera de los espacios de noticias y el singular maridaje entre las modelos y los segmentos vinculados al automovilismo o el turf, el rol de la mujer en los programas deportivos suele ser lateral y queda relegada a tareas de secretaria, tales como decir las vías de comunicación, anunciar publicidades no tradicionales y realizar sorteos. Años atrás, su rol podía incluir regar la polémica con grappamiel y salir de escena; incluso en Estadio 1, que desde hace varias temporadas cuenta con la periodista Silvia Pérez en su staff, la única mujer que integró la mesa del programa que lleva 43 temporadas. La voz de Pérez tiende a ser de los discursos más sobrios y evita crucificar futbolistas cuando no alcanzan un rendimiento acorde a sus expectativas; incluso durante las épocas más tensas en las que Sánchez Padilla explotaba su histrionismo por medio de gritos, pausas chejovianas y discusiones altisonantes con sus panelistas.
La participación de Pérez en el debate es una situación singular para la televisión uruguaya, que tiende a prescindir del análisis de las comunicadoras sobre el acontecer deportivo en espacios que manejan lógicas de club de Tobi. Es tan inusual que durante algunas semanas hubo una experiencia de panelistas rotativas en La hora de los deportes: por entonces invitaron a comunicadoras para alternar el rol de columnistas como un acontecimiento excepcional, y con una nómina de convocadas que iba de Patricia Wolf a la periodista Analía Díaz, de Las voces del fútbol. Durante aquel experimento fue notable el cambio actitudinal de algunas convocadas, que viraron su lenguaje corporal hacia lo masculino, así como la gravedad del discurso, camuflándose con la estética de estos programas. Parecieron mimetizarse con la misma preocupación que los doctores del panel, como queriendo participar en un juego visto hasta el infinito y protagonizado por hombres instalados en la tercera edad que polemizan de forma grandilocuente hasta arribar al absurdo.
En algunas ocasiones las comunicadoras revelan otra expresividad, generalmente cuando salen del corsé de la polémica y realizan notas de actualidad o que están vinculadas con el desarrollo de disciplinas deportivas. Es el caso de Patricia Pujol en Campo de juego, programa en el que repara en historias vinculadas al deporte que van desde la experiencia de un jockey hasta la venta de pasajes para el Mundial de Brasil. De esa forma apela al ingenio y lo didáctico para evitar los lugares comunes que frecuentan las notas de color durante los programas deportivos, que consisten en recoger las primeras impresiones de hinchas con testimonios recién horneados y a eso llamarle encuesta. Pujol comunica con la calidez y sobriedad necesarias para entrar y salir de las situaciones más coloquiales que plantean los conductores del envío (Diego Franco y Martín Tabárez) y luego volver a centrar la atención en su informe. La sensibilidad y curiosidad que revela Pujol en el tratamiento de los temas deja la sensación de cuán interesante sería extender esa mirada al transcurso del programa centrado en entrevistas a personalidades ligadas al fútbol y el espectáculo.
Cosa de hombres
Los productos de Tenfield no se caracterizan por incluir comunicadoras delante de cámaras, aun menos en su buque insignia Pasión, ni como en las transmisiones de fútbol. En el caso de la televisación de partidos de básquet cuenta con Daiana Abracinskas, quien brinda las estadísticas del juego y protagonizó algunas discusiones con Alberto Sonsol y Diego Jokas. Las diferencias entre la comunicadora y los relatores dieron lugar a informes en los programas de archivo, así como también a entrevistas a Abracinskas en las cuáles aludió a estas polémicas y las dificultades que padece para desarrollar su trabajo: “Éste es un ambiente súper machista, sobre todo de los colegas. De los profesionales del deporte, jugadores, técnicos, siempre recibí respeto”, dijo a Sábado Show en ese momento.
Por encima de aquellos momentos tensos rankea el bullying de Gustavo Antonini hacia sus compañeras de TNT (TV Libre), que en un caso derivó en la renuncia al aire de Paula Echevarría, quien expresó que no le gustaba trabajar con “gente machista que no me permite crecer y que me falta el respeto delante y detrás de cámaras reiteradamente”. El destrato al aire implicó llamarla “atorranta”, “yegua” y preguntarle si se iba de “gira o yira”, entre otras agresiones padecidas en el transcurso de sus seis años de trabajo en el programa.
Más allá de estos exabruptos, los roles de conducción y análisis parecen vedados para las comunicadoras, sin que existan argumentos ligados a la calificación de las profesionales; de hecho, los animadores o polemistas de los segmentos deportivos no necesariamente exhiben un conocimiento profundo sobre el desarrollo de la disciplina. Por momentos da la sensación de que, a falta de una cocina, mandan a las comunicadoras a ocuparse de las tareas menos visibles, o de que, parafraseando aquella canción de John Lennon, la mujer suele ser el negro de los programas deportivos.