Eran las semifinales de sub 15 de OFI. En Paysandú la blanquita eliminaba a Durazno, mientras que en Minas Florida de visita sacaba de carrera a los locales. Tomás Pérez convierte el tercer gol para Florida, liquida el partido. Paralelamente clasifica a su equipo a la final y pone en evidencia el escaso poder de algunos de los chicos de Lavalleja de manejar la frustración. En este caso perder un partido de fútbol, ante un equipo superior. Patadón del capitán Delgado a Pérez. Quien quizás debería ser el referente se va expulsado, ejemplificando a sus compañeros de manera precisa, cómo no aceptar la superioridad del rival. Tras esa incidencia, Diego Rodríguez y Santiago Martirena levantaron cual bolsa de harina al dolorido Pérez, en las narices del juez de línea. Deberían haber sido expulsados. El técnico minuano había retirado del campo a Matías Machado, en un acto de sanación que el jugador no pudo interpretar. Estaba muy nervioso e iba a ser expulsado. Se fue y se sentó en una maceta al costado de la cancha. Nadie lo pudo convencer de retirarse tras el alambrado. Luego sería partícipe principal junto a otros jugadores lavallejinos de la golpiza a sus colegas floridenses.

Martín Martínez pita el final y casi a la vez intenta sujetar desde atrás a Diego Rodríguez que se le escapa, para demostrar todo su odio a un niño floridense. Santiago Martirena, que debería haber sido expulsado antes, le aplica una voladora al golero visitante. Están tan duchos en estas grescas que algunos se sacan las camisetas para impedir ser identificados. Aunque parezca mentira nadie puede parar esa locura. Entran hasta los suplentes. Más patadas voladoras. Corridas por acá, otros cuatro corriendo a otro por allá, es la vergüenza mayor. Son niños, nacidos en su mayoría en 1998, que entienden, creyeron, que ésa es la manera de demostrar a su gente que entregan todo por una causa. Internalizaron que ganar un juego es el fin mayor de sus vidas.

Es domingo temprano, repaso las fotografías y veo odio en esos ojos. Sí, es muy triste. ¿Cómo no voy a preguntarme qué estamos haciendo los mayores para que esto no sea moneda corriente? ¿Qué no hemos hecho para que un niño tenga el ganar un partido de fútbol como su máxima expectativa, por la cual es capaz de odiar y de intentar lastimar a un semejante.

Siguen los interrogantes…