Uno se pone a pensar qué es lo interesante para sentarse a ver un partido de gurises de 16 años y antes de que la polémica comience, con el reloj marcando 49 segundos, ya está gritando un gol. Bueno, ta, gritando, lo que se dice gritando, no. Pero el puñito, la satisfacción de ver esa casaca siempre estará presente. Un centro lejano peinado por el Kevin de los uruguayos habilitó a Marcio Benítez, que además de tener nombre para actuar en la Globo, definió de manera notable cruzando el remate controlado para que el balón bese el palo y se meta. Había que ganar y en menos de un minuto se estaba logrando el objetivo. A los 7 minutos la defensa paraguaya comenzó a mostrar sus carencias. Una pelota jugada por la defensa guaraní para que el golero la reventara alejando el peligro, se transformó en una falta técnica de esas que sorprenden. El golerito la tomó con las manos tras no poder dominarla, generando un tiro libre indirecto dentro del área chica que terminó con el segundo gol celeste. Kevin Méndez definió como indica el manual y la tiró fuerte por el hueco que dejó la barrera al desesperarse por salir de la línea del arco. 2-0 y quedaba más.

Un hermoso contraataque celeste le arrimó la bocha a Franco Acosta, que al ingresar al área, con ángulo un tanto sesgado, sacó un latigazo sin dudar que se metió en el segundo palo de un golero que salía a atorar. Muy lindo gol, de esos que te hacen pensar que lo importante a la edad de estos chiquilines es eso. Como el de hace unos días frente a Argentina, que tuvo toques, posesión, paciencia; todo. Eso es lo que hay que alentar. El partido dejaba que la polémica volviera porque lo electrizante del comienzo había pasado. 3-0 arriba y se podía pensar en otras cosas sin ser interrumpido por las jugadas celestes. Atreviditos, los botijas.

Pero no todo fue tranquilidad. Y esto es fútbol también, sólo que los vaivenes emocionales y técnicos parecen darse más que en otras categorías. Paraguay logró transformar en figura a Thiago Cardozo, el golerito celeste. En una sola ganó el guaraní, colgando una bola en el ángulo tras un tiro libre hermoso. El resto fueron todas para el gran golero uruguayo. Notable. Algún gol albirrojo hubiera puesto mucho color al final, pero el partido se extinguió con el 3-1.

Se obtuvieron los tres puntos y la posibilidad de poder encarar los dos partidos que falta con muchas chances de que el ciclo Tabárez, de la mano de Coito, permita que una generación más de adolescentes que apenas tienen edad de bajar un polinomio por Ruffini clasifique a un evento mundial. Sigue en el recuerdo ese gol contra Argentina. Poner el foco en esas perlas, a esta edad, puede ser un camino interesante.