Ni el pasado ha muerto ni está el mañana, ni el ayer escrito.

Antonio Machado

Por un lado, Cerro Largo, con trayectoria, vicecampeón del torneo pasado, motivando a sus jóvenes valores con la vidriera del fútbol profesional, afianzando la cancha y la estrategia con experimentados jugadores. Por otro lado, Soriano, el equipo de Mercedes, dirigido por el más laureado de los entrenadores vigentes, Hugo Sasén, que ilusiona a su gente. Valor agregado tiene la sequía de campeonatos, que al principio de todo genera infinitas dudas, pero al transformarse en resultados positivos va inflando el entusiasmo y la pasión. Los que peinan canas ya vieron varios, los que apenas son padres vivieron dos o tres títulos, los más gurises apenas sospechan que se trata de fútbol del pasado y tal vez hayan escuchado algún cuento emocionado del abuelo. El fútbol del interior es así, como la vida misma, tan desalmado y tan mágico. A veces te abandona, en otras te invita a bailar. La puerta de una final está abierta y es una oportunidad única. El futuro está ahí nomás, y la copa plateada brilla. No habrá millones de dólares, pero son infinitas las razones para ganarla; y el mandato es el honor. Se van borrando los diseños del sueño, se esfuman los desvelos de la noche anterior, aparecen los contornos, la pelota está en el centro, pitó el árbitro, comenzó el partido.

No había especulaciones por parte de Soriano, se sabía de antemano: volvería Washington González a la defensa. Esta vez fue como al principio del torneo, de lateral derecho. A diferencia del partido anterior, Cerro Largo se paró con tres fijos en el fondo. Inamovibles, ordenados, firmes. Sospechando del buen juego mercedario, el técnico arachán pobló la mitad de la cancha. Lo cierto es que Soriano no se sintió cómodo, no toco con claridad, no explotó su velocidad por las bandas, no metió un pase profundo certero. Y gran parte del mérito es de Cerro Largo, que cortó constantemente los circuitos futbolísticos del locatario.

En el fútbol, como en el ajedrez, los primeros minutos son de estudio. Vista la estrategia, el estudio y la disposición, las pelotas quietas iban a jugar un papel importante. A los cuatro minutos, córner para Soriano y cabezazo de Rial que se va alto, apenas afuera. Al instante la respuesta: ataca Cerro Largo de contra por izquierda, Diego Silva se quita la marca con movimiento rápido y saca latigazo rasante, abajo, que ataja bien Moreira. Comprobado lo dicho: apostar por las pelotas quietas. A tal punto, que cada vez que uno de los equipos tenía una falta o un saque de esquina a favor, lograba meter al rival en su área al menos dos o tres veces más, producto de una seguidilla de centros, despejes, segundas pelotas, y vuelta a centrar. Desde el lateral o desde la mitad de la cancha, no importaba. A los 10’ minutos, y luego de un despeje a medias de la defensa melense, Washinton González aprieta el balón con su empeine derecho a 20 metros del arco y da en el travesaño. ¡Uuuhhh!

Llegamos al minuto 25 y la final se pinchó. Todos (¡todos!) esperábamos que la cosa cambiara luego del entretiempo. Charla técnica, motivación, corregir errores, afinar virtudes, algo debía forjar el clic del partido. Pero nada, che. No sabíamos si era la pelota o el gordito de la publicidad de Redbull, pero tenía alas. Lo positivo: de tanto ver la guinda volar, las más de 4.000 almas que concurrieron al estadio pudimos apreciar la hermosa luna llena que germinaba detrás del tanque de OSE. Lindo para un romance, pero no para fútbol.

El cúmulo de tiempo va fabricando acontecimientos evidentes: faltas por cansancio, amarillas por destiempo, imprecisiones por nervios, patadas sin sentido. Sasén manda cambios, pero siempre posicionales: delanteros por delanteros. Lo mismo hace el director técnico arachán. En definitiva: la táctica tuvo más peso que la estrategia.

A los 22 minutos lo insólito. Pelota dividida en la raya central, contra la banda que da a la tribuna principal, y encontronazo fuerte. Patadón de Silva a González que el juez no ve porque estaba lejos. Protestas varias mientras la sanidad mercedaria restablece a González aerosol mediante. El juego continúa con el jugador fuera de la cancha. Nadie lo autoriza a volver, entra por su cuenta, ¡quita el balón y el árbitro lo ve! Lo que mata es la ansiedad. Amarilla más amarilla, y a las duchas. Soriano con diez, y quedaban 20 minutos más los adicionales.

Digamos que se abrió el partido, pero apenitas. Cerro Largo se animó un poquitito nada más, ya había entrado el Milico Luna y presagiábamos que mandarían algún delantero más. Pero se quedó quieto, y los enroques fueron siempre peón por peón. Es más, Soriano mostró mejores intenciones con uno menos. Sin corduras, a lo valiente. Se lograron juntar Salvador con Cano pretendiendo algo, Cabrera y su velocidad presionando arriba. En una de ésas, Daniel Vázquez logra tener la más clara del partido: despeje hacia atrás del lateral Ruben González y le sirve al delantero mercedario un mano a mano con el arquero Villanueva, que ya sabemos quién ganó. De lo contrario el cero hubiera sido menos gordo. Se fue el partido con los tricolores intentando, y los franjeados atesorando el punto. Saben de su poderío en el Ubilla, y a eso apostaron.

Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado. Friedrich Nietzche.