El caso de Private es particular. Surgió como un lugar de encuentro para gays, pero con los años se ha transformado en el cine porno por excelencia del centro capitalino. Además, es uno de los que cuentan con un sex shop y un videoclub al frente. Mauricio Pintos, de 42 años, trabaja hace 14 en el cine y charló con la diaria sobre estas salas de poca difusión en el país.

Variedad

En la zona del centro de Montevideo está ubicada la mayoría de los cines XXX, con la excepción de Triple Sex, que está en Acevedo Díaz entre La Paz y Ferrer Serra, detrás del shopping Tres Cruces. Además de Private, conviven en pocas cuadras Biógrafo I, en Colonia entre Paraguay y Rondeau; a media cuadra el Grand Ritz, con más de 25 años de actividad, y Multisex, en Paraguay entre Colonia y 18. El cine Atlas cerró y en la actualidad hay una casa de Motociclo (Uruguay entre Rondeau y Cuareim). Los encargados de los locales mencionados anteriormente se negaron a hablar con la diaria.

La cita era a las 10.30 en Convención 1290, entre San José y Soriano, donde se ubica Private. Puerta y rejas herméticamente cerradas. Mucha gente transitando las calles céntricas, pero poco movimiento en uno de los cines porno con mayor cantidad de visitas. De mañana es el momento menos atractivo para los gustadores del cine condicionado. El prime time es de noche, sobre todo los fines de semana. Mauricio estaba reunido con los dueños del cine planificando alguna renovación para el local. Luces en modo on, proyectores encendidos y comenzó la entrevista. Private abrió sus puertas en 1996. Con el paso del tiempo han cambiado el funcionamiento y el perfil del lugar: “Antes era distinto. Nosotros trabajamos con mucho público gay; vamos a empezar por ahí. Parejas de swingers. Antes no había tantos boliches gay como ahora, cuando nosotros arrancamos a trabajar era sólo éste el público. Agarraban como base los pocos cines porno que había, era el lugar de encuentro de ellos. Antes era más tabú. Incluso para entrar al cine miraban para todos lados, se re perseguían. Ahora es mucho más natural. Trabajábamos mejor porque no teníamos competencia, no había tanto boliche gay, estaba Caín, Espejismos, que hace años cerró, y no recuerdo qué otro”, relata Mauricio.

El cine cuenta con tres salas, cada una con un baño disponible. Una de ellas tiene 60 butacas, otra 40 y la tercera tiene pequeños bancos enfrentados con un televisor led grande. “Es como una sala de estar”, relata el encargado del lugar. “Después tenemos las cabinas individuales, que son seis. La gente viene, paga su cabina, en este momento sale 190 pesos, elige la película y la ven pero en forma privada. La Intendencia de Montevideo (IM), así estén mirando la película, no permite que haya dos personas en la misma cabina, que en un principio fue hecha para eso. El precio en las salas es único, sale 150 pesos, y se diferencia de las otras, que están en el subsuelo. Tienen un televisor, elegís la película que te guste entre variados títulos que tenés ahí, y permanecés el tiempo que dure la película. Después podés tener acceso al cine sin costo”, explica.

“Tu shopping erótico”

Private cuenta con un sex shop y un videoclub que están abiertos de lunes a sábado de 10.00 a 22.00. Gerardo está en el local desde 2003 y ha vivido el cambio de actitud de los uruguayos a la hora de ingresar al lugar: “Nosotros primero estábamos arriba del cine. Se entraba por una puerta del costado, como si fuese de una casa. Todo muy reservado. Entrabas, cerrabas la puerta, pasabas otra puerta, subías una escalera. Ha cambiado muchísimo. Cuando nos mudamos aquí (Convención 1319) teníamos vidrios negros, ahora ya hay transparentes, vitrinas, se va normalizando un poco”. El videoclub cuenta con 5.000 títulos para alquilar. Gerardo, al igual que Mauricio, cree que la difusión de la pornografía en internet ha disminuido el alquiler de películas. “Tenemos muchos socios que siguen concurriendo, pero son los de siempre, gente mayor que todavía no ha incursionado mucho en internet. Además, Gerardo hace una diferenciación entre el público que va al videoclub y el que llega para adquirir productos en el sex shop: “Para el videoclub el público es más bien adulto, 40 años, hasta adulto mayor, de 80. En lo que respecta al sex shop, el público cambia totalmente, es más bien gente de 40 para abajo, hasta los 18, y la verdad que últimamente noté el cambio, hay muchísimas más mujeres; solas, acompañadas, con su pareja. Hoy en día hay más público femenino que masculino”. El sex shop cuenta con vitrinas repletas de productos que van desde los 500 a los 6.000 pesos, a excepción de algunos accesorios que son más baratos. “Lo que más llevan es lo clásico. Un consolador, un vibrador. Lo que se vende mucho también son los geles. Todas las cosas que incluyan a la pareja son las cosas que se venden más”.

Dentro de las salas no está permitido tener relaciones sexuales, y Mauricio cuenta que si bien alguna vez ha pasado, es la IM la que no les da esa habilitación. Con respecto a si los que concurren al local pueden masturbarse, Mauricio cuenta lo siguiente: “Estos cines están hechos para eso, vos venís a ver una película condicionada y evidentemente, o venís a verla o algo venís a hacer, y sí, hay gente que se tienta. No se puede según la IM, pero es un hecho que ocurre. En las cabinas individuales también. Vos cerrás la puerta, ves la película y también. Las cabinas tienen los glory hole, que son agujeros en la pared para tener relaciones por ahí, están conectadas una cabina con otra por ese sistema de agujeros y tienen una puertita, si no querés que te molesten la dejás cerrada. Es para mirar también, si vos querés ver gente la abrís y por ahí pueden tener relaciones. El tema es que la IM no nos permite que pase eso. Ni siquiera que estén de a dos en las cabinas”, repite.

Un lugar de encuentro

Para poder abrir el local es preciso conseguir el permiso en la División Espectáculos Públicos de la IM, así como el del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU). Los menores de 18 años no pueden ingresar. “Siempre tratamos de tener la mejor higiene y que el cliente esté conforme, que no haya problemas. Respetar siempre lo que la comuna nos pide, que los carteles de Salida estén funcionando, que no haya nada roto. No tenemos nada que esconder, es un cine para adultos, nada más. No vendemos prostitución ni hay mujeres ni hombres trabajando. No se puede, no lo permitimos y no es la clase de ambiente que piden los clientes. Quieren eso; un lugar de encuentro para ellos. Como si fuera un lugar de relax”, describe.

El cine abre sus puertas de domingo a miércoles de 10.00 a 3.00 y jueves, viernes y sábado de 10.00 a 5.00. Con el pago de una entrada se puede salir del lugar y volver a ingresar a cualquier hora del día. “Todos los jueves tenemos estrenos semanales. Cambiamos las películas en las tres salas. Tenemos dos salas gay, una hetero y pasamos tres películas en cada una. Es cine continuado, la gente viene, entra y sale a cualquier hora. Tenemos un bar también adentro. En el pub vienen y consumen algo. Hay horarios, como en todo boliche donde hay picos de gente, en que no hay casi nadie. Consumen acá y después se van a la sala. Nosotros marcamos una tendencia que es la del respeto mutuo. Puede haber una persona que toma de más o algo, la invitamos a retirarse y cuando se sienta mejor que vuelva. Nunca tuvimos drama, tampoco es como un baile, que la gente se agita mucho. Es cerveza lo que más se consume, o whisky, refrescos. De día es raro que venga alguien a consumir”, asegura.

Con los años ha cambiado la edad de los concurrentes. En los primeros tiempos eran mayoritariamente personas que pasaban la línea de los 35 años. “Ahora varía mucho, de repente ves gurises de 20 años, jovencitos, o gente de 40, 50, 60, mucha gente mayor también”.

El trabajador del cine no se cansa de repetir que la cabeza de los uruguayos, en cierta medida, ha cambiado. Por lo menos en algunos temas como la concepción del sexo, los cines XXX, ir a esos locales a conocer a otras personas. Entre mate, proyectores y películas porno, llega el primer cliente de la jornada. Se dirige hacia una de las salas y se pierde en la oscuridad. Mientras, Mauricio ceba mate y elude ante el pedido de alguna anécdota: “Hay muchas. No te puedo contar ninguna”.