Ustedes lo saben. Es complicado encarar un partido así, en el cual la irracional postura de los viejos galerudos del fútbol -que lo son de la vida- parece determinar que es fácil y obligatorio dar vuelta en el linajudo estadio Centenario un 0-1 de una llave eliminatoria ante un equipo peruano, que no sólo es nuevo, de Cuzco, sino que además ¡se llama Real Garcilaso! Qué triste que aún perdure ese prejuicio de rancia alcurnia futbolera -el que inmediatamente adjunta el diminutivo "peruanitos"- que determina que por llamarse Nacional o ser uruguayo debe cumplir con el objetivo de ganar.

La realidad es otra. Con media hora de protagonismo, por tener la pelota sin poder doblegar a la defensa incaica, Nacional demoró en entregar la esperada imagen de que sería dominador pleno y absoluto. Apenas eso, tener la pelota, pero sólo eso, porque el Garcilaso se dejaba.

El primer tiempo paso así, te lo juro. ¿Ganas? Muchas. ¿Fuerza? Bastante, aunque con muchas resbaladas. ¿Fútbol? Nada. Y lo más doloroso: ¿expectativas?, dedito para abajo. ¿Me entendés? Del tipo “jugando así no podemos”.

El argumento de Real Garcilaso, de dos líneas de cuatro bastante pegaditas y bien desplegadas, para anular el ancho del campo, fue suficiente. Nacional hizo el deber de tener la pelota, de cuidarla, de ponerla en campo rival, de intentar ir por fuera… pero nunca pudo generar nada. Vicente fue posiblemente el mejor, dibujando con su zurda por la derecha, pero nunca hubo un ejercicio de profundidad.

Iban 10 minutos del segundo tiempo. El Vasco Arruabarrena ya estaba pronto para romper el vidrio de emergencia. Tenía el martillito ahí, el que sirve para abrir la única salida, cuando de un centro de tiro libre de Vicente apareció la peinada de Arismendi primero y, casi en la línea, la cabecita de Gonzalo Bueno. Y se sabe, en las viejas mansiones de aquellos ricachones del fútbol aún resuena: dos cabezazos en el área son gol, y Gonzalo miró al línea y salió festejando, pidiendo calma a sus hinchas.

El Vasco dijo "rompelo igual" y utilizó la salida de emergencia colocando al Chino Recoba y al Loco Abreu. Fue el mejor momento de Nacional, que presionaba con profundidad y amenazando con el martillo de la zurda de Recoba.

Nacional se hizo punzante y agresivo, desprolijo pero fuerte; Garcilaso seguía defendiendo como podía, pero extremadamente timorato en ataque o algo que se le parecía. Sin embargo, el ritmo fue decayendo como si en la penumbra del partido apenas se pudiesen vislumbrar los penales. ¿Qué necesidad, me querés decir? Venimos de siete electrocardiogramas de fuerza con el básquetbol, y ahora esto.

Hasta que llegó el postrero tiro libre que el arquero argentino de los peruanos sacó, y más nada. Vieja, alcanzame la coramina, que se vienen los penales.

Y después la nada, el síndrome Sosita sacando la pelota a la estratósfera en Udine apareció en el Chino, en Arismendi, y nada, chau, qué le vamos a hacer, hay que seguir. No somos nada.

Afuera

Los penales definieron la serie. Ramos pateó el primero de los peruanos y convirtió, pero Recoba no pudo corresponder con la expectativa y la sacó de la Ámsterdam. El paraguayo Víctor Ferreira puso el segundo de rebote en Bava, después que pegó en el palo y en su espalda. Fue el Hueso Romero quien anotó el primero de Nacional, con un buen remate, pero el experimentado Vildoso no cedió y la mandó a guardar. El Mama Arismendi se puso a llorar desconsoladamente tras tirar por arriba del travesaño su penal, y Gamarra, ya con ventaja de dos erradas, hizo el milagro. El triunfo fue de los peruanos 4-1. Real Garcilaso sigue; Nacional, no. Se esfumó la copa para los uruguayos.