Es seguro que me estoy poniendo viejo, y atrevido también, pero en el mal sentido del atrevimiento, porque al principio me parecía demasiado arriesgado ingresar con el equipo de reserva para tener que golear a Tahití. ¿Qué necesidad?, pensé, pero no se lo dije a nadie, sólo a ustedes ahora, que cuando me están leyendo ya saben de memoria que Uruguay ganó 8-0 con cuatro de la Joya Hernández, dos de Suárez, uno de Nico Lodeiro y otro del Ruso Pérez, y que el Mota Gargano fue la gran figura invisible en los créditos del utilitarismo que sólo ve los números de los goles.

Las semifinales tendrán un nuevo Brasil-Uruguay y un España-Italia, y la seguridad de una final intercontinental y el partido por el tercer puesto igual.

No es por andar haciendo promesas sobre el bidet, pero juro que nunca había visto algo así. Fue al comienzo mismo. Como movía Uruguay, los que primero quedaron en posición de futbolito, fijos en la cancha permitiendo apreciar cualquier estrategia táctica, eran los oceánicos, que increíblemente paraban delante de su debutante arquero Gilbert Meriel dos líneas de 5, que asemejaban las formaciones militarizadas que pretenden cortar el paso a una manifestación. A la manifestación oriental le costó atravesar aquella formación, pero a los dos minutos hubo un córner y ahí no costó nada. Centro de Lodeiro, cabezazo en el primer escalón de Scotti y la Joya Hernández que la mandaba a guardar. ¿Hay que andar gastando caracteres para afirmar la estupidez de que dos cabezazos en el área son gol?

De ahí en más los tahitianos fueron un poquitititito más osados y quedaron parados con un 9 (5+4 a un metro)-1, y no fue una papa, sino más bien neutralizar, y no nos salió gran cosa, y sin jugar por fuera no hubo mucho. Hasta que otra vez quedó corriendo rumbo al arco la Joya, que con una jopeada quedó de cara al gol y anotó el segundo cuando iban 22; y al ratito otra bocha larga, esta vez para el Ruso, que peinó la pelota y la hizo dar contra el palo, rebote y Pérez adentro: 3-0 antes de la media hora.

Mucho más allá de la incomodidad, que no dificultad, de la tenencia de pelota por parte de los orientales, el juego se fue haciendo difícil de disfrutar, esquinando con el tedio. Otra vez el play maker del equipo, que llamativamente no fue Lodeiro ni mucho menos un ajeno Gastón Ramírez, sino el Mota Gargano, que generó las asistencias de gol, le dio el tercero suyo y el cuarto celeste al pandense Abel.

En el segundo tiempo las cosas iban por el mismo rumbo, hasta que el penal ejecutado por Scotti fue muy bien contenido por Meriel, generando la mayor explosión del estadio. Y el desvío se acentuó cuando Andrés recibió su segunda amarilla y debió irse de este partido, ¡pero además de la semi con Brasil!

El quinto tuvo otra vez un destaque de Gargano y el sexto fue un penal bien ejecutado por la Joya. Entonces entró Luis Suárez, a buscar un gol que seguramente llegaría, y llegó cuando lo pusieron a correr, después se hamacó un par de veces en velocidad para quedar cara a cara con el arquero y definir de zurda para el séptimo del equipo y el número 34 en la historia de sus participaciones con la selección mayor. Pero no se quedaría ahí y antes del cierre llevaría el marcador a 8-0 para convertirse en el futbolista que más goles ha anotado con la selección.

¿De qué me hubiese servido decir que era demasiada osadía definir así? De nada. Gracias.