En 1997, lo que había sido hasta entonces la Copa Rey Fahd cambió, y por primera vez comenzó a ser auspiciada por la FIFA, que le dio su nombre actual. Si bien la organización dejó de pertenecer al nefasto rey saudita, el torneo volvió a jugarse aquel año en Arabia. Fue la Copa de los Ro-Ro, Romario y Ronaldo, la primera que contó con la participación de ocho equipos (en las ediciones anteriores habían sido seis) y la recordada primera vez de Uruguay, invitado como campeón de la Copa América de 1995.

Salvo Tahití, la selección uruguaya como las demás del grupo B, España y Nigeria, disputaron sólo una edición anterior de la Copa de las Confederaciones. Nigeria en 1995 y España en 2009. El grupo se abrirá el domingo a las 19.00 en la ciudad de Recife con el cruce entre la furia roja y la celeste. Al día siguiente debutaran las águilas negras nigerianas frente a los hombres de hierro de Tahití, en el estadio Mineirão de Belo Horizonte.

Un equipo con Púa

Ya con Gastón Ramírez y Cristian Rodríguez totalmente recuperados, la selección uruguaya cuenta con todo el plantel disponible para el debut. Seguramente el equipo no sea tan diferente al que jugó y ganó en Puerto Ordaz por las eliminatorias, aunque Suárez y el Cacha Arévalo Ríos cuentan con grandes chances de entrar desde el vamos. Habrá que esperar; de última, es lo que menos importa. Lo que sí es seguro es que desde ayer ya no hay entradas disponibles para ver en cancha a los campeones de América y de Europa: poco más de 38.000 espectadores disfrutarán de un tremendo espectáculo deportivo en el Arena de Pernambuco.

A la espera del primer partido por el grupo B, es muy probable que el tridente ofensivo del maestro Óscar Washington Tabárez sea Forlán, Cavani y Suárez. Consagrados goleadores donde vayan, números fijos en la celeste. En aquella selección que dirigió Víctor Aroldo Púa en 1997, también los puntas en ataque estaban en el primer nivel mundial: Álvaro Recoba, Nicolás Olivera y Marcelo Zalayeta (ambos sub campeones mundiales sub 20, y Nico fue Balón de Oro). Curiosamente, hoy los tres jugadores siguen siendo relevantes en sus respectivos equipos. Púa, que venía del éxito de Malasia 97, había sido recientemente designado entrenador interino de la mayor tras el fracaso eliminatorio y decidió armar un equipo con la base de los juveniles de Malasia conjugada con referentes como los veinteañeros Paolo Montero, Diego López y el Gaucho de los Santos. Y no les fue mal: ganaron el grupo con tres triunfos en tres partidos sobre Emiratos Árabes Unidos, República Checa y Sudáfrica. En la semifinal el combinado cayó frente a un viejo conocido, la Australia de Viduka, Kewell y compañía, que nos ganó con gol de oro. Hoy son otros hombres y otros pies, y en ellos depositamos la confianza y la razón. Dos argumentos que el proceso del maestro se ha ganado con coherencia y trabajo.

El gran campeón

Enfrente tendremos a la selección española y su palmarés: campeón olímpico, doble campeón de Europa y actual campeón mundial. Además, llega con su poderío a tope y esa envidiable mitad de la cancha sustentada en el toqueteo intelectual de los culés Busquets, Xavi e Iniesta. La base es el Barça: al arco iría Valdés, y Piqué y Alba son números cantados en la defensa. Arriba, Pedro, Cesc y Villa seguro que pugnan por la titularidad. Equipo y pico el del bigotón Del Bosque, que juega a las escondidas con la prensa y los posibles once, con los que buscará obtener el título que le falta, ése que se le esfumó en la participación anterior cuando perdió en semifinales con Estados Unidos.

Por la senda dorada

Nigeria, que ganó la invitación de disputar esta edición de la Copa al consagrarse campeón africano y que ayer amenazó con no jugar por falta de pago a los jugadores, buscará encontrarse con la historia de su generación dorada: la de Jay Jay Okocha, Kanu, Amokachi, Finidi George. Talento y triunfos glorificaron a aquella selección que sorprendió a todos cuando consiguió el oro olímpico en Atlanta 96, la misma que campeonó en África en 1994.

Vuelve tras un largo período de ausencias, de vida errante. Le costó muchísimo el cambio generacional, y le pesó un tanto más esa imagen ganadora que dejaron sus referentes. Fue su entrenador, Stephen Keshi, el responsable de retomar los pasos triunfales. Para lograrlo, su receta fue bastante radical. Decidió renovar completamente el plantel con la base de su selección juvenil sub 20 y con jugadores que recién comenzaban a transitar los campos de juego europeos. A los consagrados los dejó en el freezer. La jugada le salió bien, y, con un plantel que sólo tenía dos convocados con más de 25 años de edad, salió campeón africano, superando todos los pronósticos con Obi Mikel (Chelsea) como único referente reconocido. Habrá que verlos. Debutan frente a la selección de Tahití y serán nuestro segundo partido por el grupo B.

Haciendo historia

Ganador de la Copa de Naciones de Oceanía en 2012 tras cinco victorias consecutivas, Tahití es la novedad para esta edición del torneo. Cimentados en la base de la selección sub 20 que disputó el pasado Mundial en Egipto 2009, los Toa Aito, guerreros del hierro, arriban a Brasil con la intención de seguir superando sus propias marcas. Es verdad, no le fue bien en el Mundial juvenil y perdió los tres partidos que disputó: dos goleadas 8-0 contra España y Venezuela, y 5-0 frente a Nigeria, precisamente. Pero estaban aprendiendo. Esa misma generación que se volvió vapuleada de tierras faraónicas es la actual generación campeona de su continente, con el aporte de sólo dos jugadores profesionales, Marama Varihua (goleador de Nantes, campeón francés en 2001) y su capitán Nicolas Vallar.

Una selección tahitiana que no jugará el mundial de Brasil 2014 (la selección de Nueva Zelanda fue la que ganó la zona Oceanía), que espera el repechaje frente a los centroamericanos y que está integrada por cuatro jóvenes de apellido Tehau (hermanos y primo). Es un equipo que quiere aprender. La historia, la rica historia, no está sólo compuesta por los ganadores. Ser un ganador también es ponerse metas para superarse a sí mismo. Eso busca Tahití. Ya lo dijo Eduardo Sacheri: “Hay que saber perder; ganar cualquiera sabe”.