Sudoroso campeón, Defensor sufrió para acceder a una nueva definición del Campeonato Uruguayo. Llegó con la última gota que le quedaba a un tanque exigido por el fixture, las bajas, Peñarol y River Plate. Giorgian De Arrascaeta, símbolo de la consagración, regaló una nueva cuota de talento con la caricia que le empató a un bravo Cerro, que vendió el definitivo 1-1 a precio de usura y a sólo 20 minutos del cierre. El reglamento reprimió un festejo merecido: mañana, los violetas deberán ganarle a Peñarol para forzar finales. La Anual se les escapó. Pero las normas no reprimen una lectura obligatoria: pese a las limitaciones que lo visten de punto, la copa que descansa en Jaime Zudáñez confirma las virtudes de un proyecto institucional.

Es un premio al esfuerzo y a algunas virtudes individuales, más que al fútbol pleno. Contra Cerro, el equipo de Tabaré Silva volvió a jugar estirado y al pelotazo. De Arrascaeta fue el antídoto, aunque la conformación inicial lo ayudó poco. Emilio Rentería y Aníbal Hernández fueron extremos adeptos al error. Deben levantar o salir para que aumente la chance tuerta. En ese sentido, hay una excusa válida: se extraña al lesionado Nicolás Olivera. ¿Alternativas? Están Callorda, Laxalt, Luna y Gedoz. El grandote entró en el segundo tiempo y, si bien reforzó la tendencia al juego rudimentario, aportó capacidad para recibir de espaldas, combinar o rematar, cuando no cabeceó. Acompañó al siempre listo Nacho Risso, que desempolvó la máxima carrasquista de hacer goles sin meterlos al aportar otra peinada solidaria para que De Arrascaeta empatara. Laxalt ingresó al lateral, porque Arias salió con una molestia muscular que lo pone en duda y que puede disparar la vuelta de Herrera. Luna, pese a las limitaciones físicas que lo condenaron al freezer, entró bien. Como para reivindicar los grandes aportes del Apertura. Gedoz, en cambio, no estuvo en el plantel.

Cerro peleó con armas conocidas y respetables, que no le alcanzaron para aspirar a la Sudamericana pero quizás sí le alcancen a futuro, si dejan trabajar a Baltierra y le respetan el equipo. Tocó rápido, y con el grandote Silveira intentó encontrar a ese centrodelantero que no tuvo en toda la temporada. Faletti, Alonso, Ravecca y Caballero pusieron fútbol y velocidad. Aun por la zurda, el ex violeta fue el de los viejos tiempos. Se mandó el golazo que abrió la cuenta. Una volea de Alonso casi marca el 2-0. Un remate fortísimo, al ratito del empate del campeón, dio en un palo y podría haber cambiado todo. Un supuesto empujón de Alonso desactivó un mano a mano que terminó con gol anulado.

A Defensor le costó cerrarlo, pese a la gimnasia ganadora de los últimos tiempos. Es que, tras la sequía que se extendió entre el Clausura de 1997 y el Apertura de la temporada 2007-2008, los violetas ganaron cinco torneos cortos en los últimos seis años. Uno por temporada, con la excepción del ciclo 2009-2010. Hace tres años que clasifican ininterrumpidamente a la semifinal que volverán a jugar. Y, si bien es cierto que sólo ganaron el Uruguayo en la definición de mediados de 2008, el simple hecho de reincidir los distingue.

El último quinquenio profundiza un estatus. El de Defensor como experto en combatir asimetrías económicas y políticas. Honra la semilla plantada hace no menos de medio siglo, que gestó el golpe a la historia de 1976. Sistemáticamente, los fusionados ocupan el lugar que la lógica le reserva a uno de los grandes: no es raro que pierdan definiciones, lo extraordinario es que siempre las jueguen. Son un buen ejemplo a escala país. Puertas afuera, Uruguay y sus selecciones deben plantearse lo que, puertas adentro, hace el enano Defensor. Por suerte, Tabárez me entiende.