¿Vos decís que es el periodismo? Yo te digo que es la vida. Todavía me repiqueteaba, como me sigue martillando hasta ahora el cabezazo del fulano aquel, cuando de repente me vi en el medio de piedras, corridas, vidrios rotos, gases y el prefeito diciendo por radio que la gente de bien se vaya del centro. Había pasado un par de horas desde el final del partido y por los medios electrónicos sabíamos que, mientras que a unos kilómetros del centro de la ciudad había 60.000 personas convocadas como masa futbolera, había a poco de ahí otras 60.000 convocadas como masa de protesta. Parecía que por primera vez el fútbol dividía o povo.

El estadio se cerraba y había que tomar el ómnibus de retorno hasta el hotel FIFA, y ahí arreglate como puedas. Algunos siguieron el recorrido para ganar-perder tiempo; yo me bajé en el que me quedaba más cerca de la parada de taxi. Allí se produjo el primer inconveniente: ningún taximetrista agarraba viaje para el centro. Uno me atendió cinco-10 minutos con muchísima disponibilidad, sacando mapas, y hasta amagó a arrimarme hasta 20 cuadras, pero no más. Agarrando el volante me dijo: “Este é meu trabalho y não posso arriscar a perdé-lo. Aí está a comida dos meus filhos”.

No lo iba a presionar, así que me bajé y quedé parado ahí hasta que escuché que un muchacho preguntaba en portugués, pero con toques mínimos de español, si ése era el radiotaxi que había pedido. Se bajó el motorista y mientras cargaba equipaje en la valija, pregunté para dónde iba y si ese taxi sí lo llevaba. El muchacho, periodista, me dijo, ya en español, que iría hasta donde pudiera, pero que él tenía que avanzar porque llevaba el equipo fotográfico de su compañero. Le pedí para compartir el viaje y aceptó. Él era corresponsal de Efe en Río de Janeiro.

A medio camino la cosa se empezó a poner espesa: corridas, patrulleros que avanzaban, vidrieras rotas y gente por todos lados. El taxi dobló y avanzó hasta un piquete policial que impidió el paso. Ahí quedamos, los dos con pesadas mochilas pero él, el colega de Efe, además con otro bolso con cámaras y lentes. Regaladísimos. Él sacó el monopié del bolso del fotógrafo, por si se le abalanzaban, y rumbeó para su hotel. Nos despedimos tomando caminos distintos. Yo no anduve más de 30 pasos cuando, ante un par de explosiones de grandes vidrieras, me refugié del lado de afuera de un gran enrejado. Del lado de adentro había cuatro prosegur mineiros. Al principio me quedé calladito, pero a los cinco minutos falei y dije que iba para el Amazonas Palace. La avenida Amazonas, que estaba a 50 metros de mi refugio, a esa altura era el epicentro de los líos, y viste cómo es: milico es milico en todos lados y no anda mirando para dónde tira ni mucho menos dónde pega. “Fica aí unos minutos”, me dijo el más veterano -pero siempre del lado de afuera, ¿eh?-, y cuando disminuyeron las corridas y las explosiones me hizo un plan para rodear el foco de los líos. Estaba a dos cuadras e iba a tener que hacer 14 para entrar por otro lado. Repasé bien la ruta. El plan no dio resultado: los milicos me impidieron el paso y quedé justo del otro lado de la plaza y otra vez a dos cuadras, pero a mi vista y con mis dos gambas a favor en caso de que tuviera que correr. No fue necesario. En la puerta del hotel había otros refugiados junto a viajeros curiosos, y me mandé para adentro.

Ya en la habitación, prendí mi radio y empecé a rastrear canales. Los locales estaban repitiendo programación, y los nacionales, con su programación oficial, mientras que la Globo seguía con su programación especial de la Copa de las Confederaciones. Recién a medianoche, en el informativo, la Globo colocó como sexto tema de presentación, y en el segundo bloque, los disturbios de Brasilia primero, de Belo Horizonte después, y muy livianito y al pasar informaron de un muerto -los hechos ocurrieron de tarde, mientras los más revoltosos intentaban llegar al estadio-, cuando deshicieron las automotoras, robaron motos y prendieron fuego autos y camiones. La más rápida conclusión a la que llego es que si la Globo no fuera parte del negocio, el Mundial directamente no se haría acá, porque las protestas y los disturbios en cada una de las ciudades sede traspasaron por completo los niveles de seguridad exigidos por FIFA. Pero la Globo mira para el costado y la FIFA para arriba, y te terminan pasando por encima.

Más allá de la conveniencia de organizar un Mundial, de la pertinencia de aprovechar la oportunidad para darles desarrollo a varias ciudades, la FIFA no anda con miramientos y, al estilo FMI, te maneja todo y, te guste o no te guste, se hace lo que ella dice, que en este caso, lamentablemente, coincide con el latiguillo de batalla de la dictadura setentista, cuando el eslogan decía “Pra frente Brasil”. Abrazo, medalla y beso.