Parece un shopping del primer mundo. Pero no. Una vez que se atraviesa la puerta corrediza (por la calle Martín García) que da la bienvenida, el perfil diferente y renovador salta a la vista. El brillo de las baldosas grises de cerámica refleja, casi como un espejo, los nombres de cada local. Hacia adelante, por el pasaje Camino de Goes, varias mesas y sillas del Café Mercado invitan a los visitantes a la comodidad. Avanzando unos metros, una gran palmera en un cantero redondo le da un toque de naturaleza viva al espacio (como en otros rincones) y divide las cuatro manzanas de 107 comercios.

Son 75 empresas (hay comerciantes que tienen más de un local) de frutas, verduras y hortalizas como hubo siempre, florería, librería, chocolates, licores, productos para la cocina, heladería, mimbrería, locales para niños con artículos de pintura y dibujo, y hasta una peluquería; servicios de telefonía, supermercado, un local de pagos y una plaza con 16 stands de variadas comidas. Todo se entremezcla pero con una misma característica: son empresas que “tienen buena calidad en sus servicios y en sus productos”, dijo la gerenta general del MAM, Matilde Olivero.

Los operadores mayoristas fueron trasladados al Mercado Modelo y los minoristas que no estaban dispuestos a reconvertirse por el tipo de negocio que tenían decidieron retirarse del MAM. En esos casos “les ofrecíamos apoyo de asistencia técnica, para montar su negocio afuera”, señaló Olivero en diálogo con la diaria. Con quienes decidieron adaptarse a la nueva modalidad se trabajó para que el cambio de reconversión no fuera “tan brusco”, al igual que se acompañó a los nuevos comerciantes en el proceso de posicionamiento.

Poniendo estaba la gansa

En la década del 90 hubo intentos municipales de “recuperar” el MAM. Y nueve años atrás los proyectos y los planes estuvieron, pero según la intendenta Olivera, “no llegaron a concretarse”. Finalmente, en 2007 se firmó el primer convenio de cooperación con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para su rehabilitación.

Las obras se desarrollaron en dos etapas: entre 2009 y 2010 se realizó el recambio del techo (7.000 metros cuadrados de madera), y desde principios de 2012 hasta el día antes de la apertura se finalizó con el “grueso” de las obras, para las cuales se invirtieron más de 11.000.000 de dólares en infraestructura y poco más de 1.200.000 -que aportó el BID- en mejoras de gestión y contenido. La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo contribuyó con 550.000 euros para la restauración de la fachada y los empresarios invirtieron más de 3.500.000 dólares. Los gastos de funcionamiento son financiados por la IM, que apostó a la recuperación, tanto del MAM como de Goes, porque “hay una expectativa muy grande por parte de todos los actores de que este mercado tiene que ser una locomotora para el barrio”, indicó Olivero en referencia al crecimiento y los cambios que Goes ha experimentado. Y “se quiere mejorar más todavía”.

Invertir en este tipo de cosas “es un acierto” en opinión del arquitecto Carlos Pascual, porque es un ejemplo de valorar el patrimonio que dejaron otras generaciones, y al restaurarlo, a su vez, se pensó en las “futuras”, destacó. Pero aún quedan obras por terminar. En el proyecto de manipulación de residuos “queremos ser un referente”, dijo Olivero a la diaria.

En el subsuelo, que aún no se inauguró, un museo de máquinas antiguas que hacían el enfriamiento de las cámaras permitirá conocer los viejos tiempos del MAM. La cultura también tendrá su espacio en un teatro “no convencional” (sin habilitar aún) y el escenario de espectáculos musicales.

Manteniendo la estructura patrimonial del emblemático edificio y la esencia de algunos alimentos, cada detalle de la modificación es cuidado para preservar un “buen nivel de confort” y accesibilidad. Porque la idea es “que no se transforme en un centro comercial cualquiera”, sino en un mercado “moderno” convertido en un paseo de compras, de ésos en que la gente “disfruta”, recalcó la gerenta del MAM. “Que sea una alegría para los sentidos, con colorido y que brinde una atención personalizada”. Ése va a ser el futuro desafío: que sea el lugar donde sus visitantes “encuentren algo diferente” y “donde la persona que lo atiende lo va a conocer porque va a seguir viniendo a comprar al mercado”, valoró.